Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Molina... nuestro Gabriel

Autor:

Leonel Nodal

Temprano, al amanecer, supe qué falleció, y sentí el dolor de una pedrada en la cabeza, un duro golpe que puso frente a mí su imagen imborrable, aquel mulato alto, flaco, elegante, con su mirada penetrante, afilada desde detrás de sus lentes, y aquella infaltable sonrisa, que matizaba el momento: casi siempre con un sesgo de ironía o picardía… porque él si sabía, traía la última, imaginaba lo que estábamos pensando o a punto de preguntarle.

Era un gusto, un placer inmenso, escucharlo razonar, desde su experiencia en el oficio, sus fantásticas vivencias, sus contactos y su trato personal con los líderes de la Revolución, Fidel, Camilo, el Che… de sus días de fundador de Prensa Latina, su misión en los momentos iniciales de la triunfante Revolución Argelina y el conocimiento en persona de Ben Bella, Bouteflika, Boumediene.

Y de ahí en más su extenso y profundo conocimiento de las claves de las relaciones internacionales, la geopolítica y las exigencias de un Periodismo a la altura de las necesidades de la Revolución, de Cuba y su proyección en el mundo.

Lo conocí a principios de la década de 1970 y desde entonces recibí su trato afable, educado... un maestro en toda la extensión de la palabra, y un colega amigo, siempre dispuesto a brindarte ayuda.

El conflicto árabe-israelí y la permanente crisis en Oriente Medio nos acercaron mucho más desde mi regreso de Beirut, tras la guerra de 1982. Y tuve el privilegio de ser su colaborador frecuente mientras ejerció la dirección de Granma Internacional.

Sus programas en la televisión sobre la coyuntura mundial, junto a Roberto Agudo, eran una cátedra. Los dos resultaron merecedores del Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la Obra de la Vida.

En los difíciles momentos del Período Especial, a principios de los 90, cuando algunos medios autorizados recurrieron a la Publicidad para sobrevivir y promover a Cuba en el mundo, formamos un grupo de trabajo en el que Granma Internacional, Prensa Latina —con sus revistas Cuba y Prisma— y Opciones de Juventud Rebelde, definíamos estrategias comerciales, junto a compañeros experimentados del sector turístico y académico, como Germán Fernández y José Luis Perelló. En ese entorno, Molina ejercía con toda su simpatía el fraterno equilibrio entre competencia y colaboración, que luego nos permitía celebrar éxitos y aciertos en ferias y otros eventos.

Por eso recordarlo ahora me provoca un increíble conflicto entre una dolorosa nostalgia y la profunda alegría de haber conocido y poder compartir con nuestro Gabriel Molina Franchossi, una verdadera gloria del periodismo cubano.

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