Sumar manos con la convicción de que solo a través de la contribución colectiva de todos los habitantes de Artemisa se puede construir un futuro próspero y mejor, ha sido, por mucho tiempo, el impulso de este territorio que nació tejiendo historias de hombres valerosos. Pero llegar al aniversario 13 invitó a pensar los senderos y los olores que nos han traído hasta aquí.
Artemisa huele al esfuerzo y sacrificio de un pueblo que lucha por traer bienestar a la casa, de gente que no le basta estar bien porque siempre quiere estar mejor, de personas que si bien son inconformes con muchas cosas, ese propio sentimiento les da alas para volar y vencer.
Por eso el sendero de esta provincia está marcado por las extensas tierras dedicadas al trabajo agrícola, testigos del esfuerzo constante de los agricultores para llevar comida a las mesas; por la Zona Especial de Desarrollo Mariel erigida como la puerta de Cuba al mundo y encargada de conectar la provincia con oportunidades internacionales y encumbrado por el complejo turístico Las Terrazas, un paraíso ecológico que refleja el compromiso de Artemisa con la sostenibilidad y preservación del entorno natural y que, recientemente, fue elegido como uno de los diez destinos imprescindibles de Cuba.
Artemisa hay días que huele también a historia, como un recordatorio imponente de lo sucedido y la resiliencia de este pueblo. Luego, huele a la cultura diversa florecida en cada barrio donde nacen artistas excepcionales que dan vida a sus calles.
En este viaje de compañeros, entre retos, tropiezos e imperfecciones, la provincia se ha hecho escoltar por el periódico El Artemiseño, cronista de estos 13 años y cuyas páginas trascienden al tiempo.
Cada letra de sus periodistas viene acompañada de alegrías, de la tristeza que produce caerle detrás a la noticia o a quien debe darla y muchas veces, también, de la satisfacción mayor: esa que retorna en comentarios de Facebook o en correos electrónicos de nuestros lectores agradeciendo un tema o poniéndolo en nuestra agenda.
Entonces, vale la pena ser artemiseño, pues tal como un eco profundo que resuena entre las colinas y llega hasta las calles, unir manos para construir lo que es de todos, otorga el poder de juntos ser más y hace que Artemisa germine fuerte y solidaria, más humana y perfecta, aún con sus imperfecciones.
(Tomado de El Artemiseño)