El genocidio es un término que nos remite, sin lugar a dudas, a uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad. Es un acto de barbarie y crueldad extrema que ha dejado cicatrices imborrables en la memoria colectiva de diferentes comunidades y países.
Es por ello que resulta vital reflexionar sobre este tema y alzar la voz en contra de cualquier manifestación de ese tipo, sobre todo por la escalada de violencia entre Israel y Palestina, dos pueblos que, implicados por décadas en una guerra «interminable» e intolerable, alcanzan las vidas de civiles, incluyendo jóvenes, mujeres y niños.
Esa actitud bélica sin límites es una forma de genocidio, e implica la aniquilación sistemática y deliberada de un grupo étnico, religioso, político o cultural. No se trata simplemente de actos aislados de violencia, sino de una estrategia para exterminar a toda una población.
A lo largo de la historia, estos tipos de agresiones, como las que hoy ejecuta Israel contra el pueblo palestino, destruyen comunidades enteras, su cultura, su historia y su identidad y, por supuesto, dejan profundas heridas emocionales y sicológicas en los sobrevivientes.
Genocidio es, simplemente, un crimen contra la humanidad. A esta hora cabe preguntarse dónde han quedado siglos de conocimientos, avances tecnológicos, sensibilidad humana, amor a la especie… ¿Es que la educación y la conciencia dejaron de ser herramientas para prevenir este tipo de atrocidades?
No podemos cansarnos, ni dejar de insistir con las nuevas generaciones sobre la importancia del respeto, la tolerancia y la diversidad; hay que convertir el diálogo en instrumento de paz, que ayude a la comprensión mutua a fin de construir sociedades más inclusivas y pacíficas.
Es cierto que es responsabilidad de la comunidad internacional no solo repudiar estos hechos violentos como los que ocurren hoy en la Franja de Gaza, sino también actuar de manera rápida y contundente ante cualquier indicio de genocidio.
Urge que los gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil mundial unan voces y esfuerzos para prevenir y detener esta escalada de la violencia y sus gravísimas consecuencias humanitarias.
En reciente declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, nuestro país reclama el cese de la retórica belicista y reafirma su postura hacia una solución amplia, justa y duradera al conflicto israelí-palestino.
Esto debe hacerse, explica la nota oficial, sobre la base de la creación de dos Estados, que permita el ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo palestino dentro de su propio territorio independiente y soberano, dentro de las fronteras anteriores a 1967, con Jerusalén como su capital, y que garantice igualmente el derecho al retorno de su diáspora de refugiados.