Terminé mi anterior comentario en esta columna diciendo que el libro que acaba de salir en Estados Unidos sobre las interioridades de la Casa Blanca, llamado Miedo: Trump en la Casa Blanca, merecía seguir comentándose. Hasta el momento, el libro ha sido de un éxito extraordinario. Más de un millón de copias en su primera edición y está agotado en la mayor parte de la librerías donde se vende. Bob Woodward, el periodista que lo escribió, diariamente aparece y vuelve a aparecer en diferentes programas de televisión en donde le ha estado dando publicidad al mismo.
Para aquellos que no conocen al veterano reportero, es bueno que sepan que ha escrito, solo o en compañía de otros, 18 libros, nueve de ellos sobre diferentes presidentes norteamericanos. Woodward es un editor del periódico The Washington Post en el cual trabaja desde 1971. Ha sido premiado en dos ocasiones con el prestigioso premio periodístico Pulitzer. El primero fue por su libro sobre los sucesos de Watergate que escribió junto al también periodista Carl Bernstein.
Por culpa de aquellos hechos revelados por ambos periodistas, Richard Nixon se vio obligado a renunciar a la presidencia de Estados Unidos. El prestigio de este hombre dentro de su profesión es inmenso. Afirma que, aunque nunca revela sus fuentes de información, no publica nada que no pueda probar como verdadero. En el caso de este libro, dice tener cientos de horas de grabaciones de diferentes personajes que respaldan sus afirmaciones y que lo ha escrito de tal forma que incorpora el material sin tener la necesidad de citar el nombre de quien viene o de donde viene.
El libro ha creado toda una serie de comentarios dentro de la administración de Donald Trump. El Presidente, por supuesto, ha declarado que todo lo que aparece publicado en el mismo son fantasías de un mentiroso, quien lo ha hecho solamente para perjudicar al Partido Republicano en las venideras elecciones del próximo noviembre. Trump, que nunca se queda callado, lo que ha logrado con sus comentarios es darle, entre sus seguidores, más publicidad al libro, pues como la mitad de ellos nunca ha cogido un texto en sus manos, se ha enterado de la existencia de este por los comentarios de su líder, al cual siguen ciegamente.
Según Woodward, en varias ocasiones el jefe de despacho del Presidente, John Kelly, ha declarado que trabajar en la Casa Blanca es como estar en un «pueblo de locos» y que, al menos una vez, lo ha catalogado como un idiota al cual «es inútil tratar de convencerlo de cualquier cosa». Después de terminada una reunión, Mr. Kelly les dijo a los allí reunidos: «Yo ni siquiera sé por qué nosotros estamos aquí. Este es el peor trabajo que he tenido en mi vida». Por cierto, en varias ocasiones se ha rumorado que este hombre ha estado a punto de presentar su renuncia.
En abril de 2017, Trump llamó a su Secretario de Defensa para que urgiera un plan para asesinar al presidente sirio Bashar al-Assad. Cuenta el libro que, al colgar el teléfono, el Secretario les dijo a sus asistentes: «Nosotros no vamos a hacer nada de eso, vamos a ser más mesurados».
Aparentemente, en algunos momentos los consejeros de Trump están tan frustrados con él, que han llegado a tomar acciones que el autor del libro describe como «un golpe de Estado administrativo». Dicen que en dos ocasiones le quitaron del escritorio cartas que el Presidente había mandado a hacer, una en la que anunciaba la retirada de Estados Unidos del tratado comercial con Corea del Sur y otra sobre la retirada del tratado comercial con México y Canadá.
Los ataques del Presidente hacia su Ministro de Justicia han sido constantes. En una ocasión, lo acusó de ser un «retardado mental y de ser un bobo sureño».
Según el anterior Jefe de Despacho de Trump, la Casa Blanca es un lugar en donde los oficiales que allí trabajan gozan de meterle un cuchillo en la espalda de sus compañeros y afirma: «Cuando tú pones serpientes y ratas, halcones y conejos y tiburones y focas dentro de un zoológico abierto sin paredes, las cosas comienzan a ponerse agresivas y sangrientas». Eventualmente, el Presidente botó a ese Jefe de Despacho y lo dejó abandonado bajo un aguacero en la Base Aérea de Andrews.
Cuando ya el libro estaba en la imprenta, su autor recibió una llamada de teléfono de Donald Trump, a la cual me referí en el anterior comentario, en la que le dijo a Woodward que estaba resentido por no haber sido entrevistado para el libro, y este le contestó que había tratado de llegar a él en diferentes ocasiones, pero que le había sido imposible su acceso. En definitiva, si lo hubiera entrevistado, lo único que hubiera podido agregar en el libro hubiesen sido las mentiras del Presidente.