Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Por nuestros pies

Autor:

Luis Sexto

Lo hemos repetido: pocos dudarán de que el hombre no pueda vivir sin ilusiones. O sin esperanzas. Todo individuo es sujeto de la esperanza. Y toda sociedad por tanto, tiene que ofrecer la esperanza, la ilusión, que no fantasía, como sostén. Y la más cierta esperanza consiste en partir de lo que tenemos y necesitamos para alcanzar el horizonte visible o previsible.

Pero para convertir la ilusión, o la esperanza, en una fuerza o en una generadora de fuerza, se precisa la convicción de que cada uno de nosotros somos razones imprescindibles para cualquier afán de renovación. Cuando sabemos hacia dónde vamos, la voluntad se apresta a arriesgarse, a formar parte de «la larga marcha» de la fundación o refundación de los sueños, o mejor, de la solución de las necesidades.

El viernes pasado hablábamos de la participación comprometida como la contraseña de este año que comienza. Algún lector, muy respetuosamente, me ha hecho recordar que el pueblo de Cuba siempre ha participado en cuanta campaña ha necesitado la Revolución. Y ello es cierto. Pero más bien yo me refería a que ahora no se trata solo de asistir a un acto masivo en la Plaza, ni de integrar un batallón de milicianos, ni de ir a cortar caña o trabajar en la agricultura voluntariamente… Hemos de comprender, como «discípulos de la historia», que hoy no nos hemos de comprometer con un acomodar la vida a la teoría, conocida y segura; más bien de acomodar la teoría a las urgencias de la vida y por consiguiente afrontar experiencias para las cuales la mentalidad promedio no está preparada.

Por tanto, participar comienza hoy por comprender, desde una actitud ético-política, que todo cuanto se aplique en Cuba para perfeccionar el socialismo presenta algún lado escabroso, y demanda una cuota de confianza en que, por drásticas que resulten ciertas medidas actualizadoras de lo económico y lo social, ningún ciudadano ha de sentirse como una pluma batida por un viento inescrutable o incontrolable. Nuestros sueños de mejoramiento no implican acomodar a todos pidiendo a todos el menor esfuerzo, sino adoptar una estrategia, dentro del empeño socialista, que ofrezca a cada uno un espacio para que el esfuerzo individual valga verdaderamente en lo propio y se integre, recíprocamente, en lo colectivo.

¿Resulta complicado admitirlo? El irrenunciable ideal de igualdad ha de generalizarse en una cita con las oportunidades no igualitaristas de bienestar, de modo que lo que cada uno pueda poseer dependa del grado de esfuerzo y participación consciente en el trabajo, más allá de derechos básicos como la instrucción y la educación, y los servicios de salud. Y por encima de ello, por sobre esa redistribución de papeles sociales, vigilará la certeza de que la Revolución es, sobre todo, una obra de perenne renovación al servicio de los trabajadores, y cuyos actos pasan, ante todo, por el compromiso con el pueblo. Un compromiso que no debe incluir la dádiva voluntarista, la exigencia de vista gorda, la centralización de lo más personal o familiar, ni la distorsión burocrática que suele mirar solo en una dirección —hacia sí misma— y que prioriza lo presuntamente institucional por sobre lo popular.

Cualquier duda es comprensible. Pero si se mira la realidad como es, y aceptamos que ninguna aspiración de justicia social e independencia nacional se conquista y sostiene sin una economía que genere riquezas en vez de derrocharlas y que gaste menos de lo que ingresa, la esperanza tendrá un nicho vigente entre nosotros.

Arriesgándome a ser normativo o didáctico, recomiendo, pues, cuidarnos de los espejismos, y de las aprensiones. La eficiencia, la eficacia y la efectividad han de pasar ahora sobre pontones de austeridad y demandas mayores de participación, pero con la evidencia de que lo racional parece ser hoy el método seguido para rectificar.

Porque si reconocemos que ninguna teoría prometedora de «paraísos terrenales» sin haber pasado el criterio de la práctica, conseguirá hacer andar a nuestro país en las actuales circunstancias, iremos por nuestros pies hacia donde necesitamos. Y ello es lo razonable antes de que otros, los enemigos de la nación y del socialismo, nos lleven adonde ellos añoran: a la desaparición de nuestra vocación por una patria próspera y equitativa, y fiel a su historia de independencia y justicia social. Todo cuanto hizo Martí fue también para eso…

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.