Hay quien lo piensa y además lo quiere. Hay quien lo quiere y además trabaja para que suceda. Hay quien lo niega, pero en realidad lo quiere. Hay quien no lo piensa, no lo quiere y además hace todo lo posible para que no suceda. Es una adivinanza, que también es una verdad que siempre ha existido entre los cubanos de Miami. Estoy hablando de la eventualidad de una invasión del Gobierno de los Estados Unidos a Cuba. ¿Cómo se le puede llamar a alguien que nació en un país y viviendo en otro, pide abiertamente que su país de origen sea invadido por el de su adopción? ¿Y, cómo, al que viviendo en su país, lo desea? ¿Traidor? ¿Apátrida? ¿Miserable?
Aquí en esta ciudad, desde que empezaron a llegar los cubanos después del triunfo de la Revolución, siempre hubo una corriente mayoritaria que deseaba el desembarco de los marines en las costas de nuestro país. Allá en Cuba, también hay algunos que sueñan con esa invasión. No es de extrañar la actitud de algunos. Así fue durante la Guerra de Independencia, así fue al principio de la República, cuando pidieron desde La Habana una intervención americana, así también lo fue después de la caída de Gerardo Machado, en los años 30. En esta época, todo sería diferente. No sería una simple intervención, sería una guerra sin cuartel, y en una situación como la actual, solamente de pensar la destrucción que dejaría en los pueblos y ciudades de la Isla un hecho de esa naturaleza, le eriza los pelos a cualquiera que tenga un mínimo de sentimiento. Solamente habría que recordar lo que todos vimos por televisión cuando Bagdad era bombardeada desde la distancia. Miles y miles fueron víctimas inocentes de tan despiadado ataque.
Hay que tener una mente enferma de odio para desear algo como eso. Pero aunque sea difícil de imaginar, existen muchos que padecen de esa enfermedad. Muchos que dieran lo que no tienen porque las tropas de este país invadieran a Cuba para derrocar al Gobierno revolucionario y poder ellos llegar en la retaguardia sobre un tanque americano a tomar el poder en Cuba y restablecer al antiguo régimen. ¿Qué clase de cubanos son esos que dicen que quieren liberar a Cuba con un gobierno extranjero? ¿Liberar a Cuba? ¿De quién? ¿De los cubanos? Nunca en la historia de Cuba ha sido esta más independiente que en estos momentos. No existe ningún país extranjero que tenga la menor influencia sobre la soberanía de nuestra nación. Se puede estar o no de acuerdo con parte o todo lo que se realiza en Cuba; lo que sí no se puede afirmar es que Cuba no es un país independiente y soberano. Como también es imperdonable desear que venga una potencia extranjera a dictar la forma de gobierno del país o recibir dinero y materiales de esa potencia para trabajar en contra de esa independencia y de esa soberanía.
Muchos han transformado su odio y lo han convertido en odio hacia Cuba. Odian a los artistas, a los deportistas, a los profesionales, odian todo lo bueno y lo malo que haya en Cuba. Estos que se autoproclaman patriotas, en realidad son una partida de odiadores, que en el fondo de su alma desearían que Cuba fuera arrasada desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio. No ven nada bueno en aquella Isla y por lo tanto, y aunque lo nieguen, desean su total destrucción.
Hace unos días un columnista fijo del Nuevo Herald, refiriéndose al posible levantamiento de las prohibiciones de viajar a Cuba, concluyó su artículo con la siguiente frase: «Que otros escriban al Congreso pidiéndoles que deje ir a los turistas. Escribamos nuestras cartas, sigamos haciendo nuestro lobby, convencidos de que los únicos turistas norteamericanos que Cuba necesita desesperadamente deben de ir armados y con uniforme». En esa frase, dicho columnista de origen cubano, resumió el pensamiento político de esa extrema derecha criolla.