No hay nadie que pueda explicar el hecho de que Umar Farrouk Abdulmutallab, el hombre que trató de volar un avión en pleno vuelo el pasado 25 de diciembre, tuviera una visa de entradas múltiples a EE.UU., como tampoco se explica que, al menos, no le fuera hecho un registro más exhaustivo al pasar por los controles de seguridad del aeropuerto de Amsterdam. En noviembre, Umar fue denunciado por su padre en la embajada norteamericana de Nigeria. El hombre explicó a los funcionarios de la Embajada que su hijo tenía ideas radicales, la CIA tomó nota y supuestamente, según ellos mismos dicen, trabajaron junto a los oficiales de la Embajada para asegurarse de que su nombre entrara en la base de datos de sospechosos de terrorismo del Gobierno norteamericano. Según la CIA, ellos también mandaron la información al Centro Nacional Antiterrorista en Washington. ¿Cómo es posible que ese personaje haya atravesado los controles de seguridad en Holanda, con potentes explosivos cosidos en el calzoncillo, sin ningún inconveniente?
Definitivamente, ha sido un tremendo fallo de los mecanismos de inteligencia de este país, que casi le cuesta la vida a más de 300 inocentes seres humanos. Si no es por la oportuna intervención de algunos pasajeros, el avión hubiera estallado en el aire. Parece ser que ahora se están echando la culpa unos a otros. Aparentemente, son tantas las agencias de inteligencia que operan en este país, que unas no saben lo que hacen las otras y parece que, en vez de intercambiar información, se la ocultan.
Después de los sucesos de septiembre de 2001, se crearon múltiples centros de seguridad e inteligencia en EE.UU. Entre ellos, hay dos que se ocupan directamente de los aeropuertos y las fronteras: el Transportation Security Administration y el Customs and Border Protection Agency. Pues bien, increíblemente, al presidente le tomó más de ocho meses nombrar los directores de ambas agencias, y ninguno de los dos han podido tomar posesión de sus cargos porque necesitan la aprobación del Congreso, lo cual, hasta el momento, no ha sucedido. Es decir, que ambos departamentos han estado funcionando descabezados. No estoy afirmando que el hecho de que esos dos departamentos no tengan a sus directores confirmados, sea la causa de que el nigeriano se montara tranquilamente cargado de explosivos en el avión con destino a Detroit, pero sí es un agravante. Ningún departamento puede operar con total eficiencia si no existe alguien que tenga el total mandato para dirigirlo.
Como siempre pasa, los que pagan los platos rotos por las fallas de los organismos encargados de la inteligencia y la seguridad son los inocentes pasajeros que, por una razón u otra, tienen que abordar un avión. Ahora, a posteriori, se empiezan a emitir directrices, algunas de ellas descabelladas, como la de que no se pueda levantar un pasajero para usar los servicios sanitarios una hora antes del aterrizaje o que no pueda taparse con una frazada durante ese mismo tiempo. Es decir que, si un pasajero tiene necesidad de ir al baño, no lo podrá hacer en la última hora del vuelo, y si tiene frío no se podrá tapar. ¿Habrá algo más absurdo? ¿A quién se le puede ocurrir que el avión solo pueda ser volado en pedazos una hora antes de que aterrice? Esto parece cosa de niños.
Hasta que no atraparon en el aeropuerto de Londres a un pasajero con explosivos ocultos en los tacones de los zapatos, uno podía pasar tranquilamente los controles de seguridad con los zapatos puestos. Después, tiene que pasarlos descalzo. Desde que a otro viajero le encontraron un explosivo líquido en un frasco, solo pueden llevar líquidos en pomitos de tres onzas en su equipaje de manos. Me imagino que pronto saldrá alguna otra regulación absurda, quizá algo así como que solo pueden viajar las personas que no usen ropa interior.
Hace algún tiempo, en el aeropuerto de Miami, se llevaron arrestada a una viejita colombiana, solamente porque, durante el registro, preguntó a los de la seguridad si ellos creían que ella llevaba una bomba. Esa palabra, al igual que otras, está prohibida en todos los aeropuertos del país. Si alguien las enuncia, crea una explosión, pero de histeria y de ridiculeces.
En vez de arrestar viejitas por mencionar una palabra que consideran explosiva, lo que tienen que hacer los organismos de seguridad e inteligencia es detectar a los verdaderos terroristas antes de que estos crucen los controles de seguridad con explosivos cosidos en sus calzoncillos.