El único problema del sargento Musack fue la guerra de Bush. La cosa es seria, muy seria. La nómina de los soldados estadounidenses muertos en Iraq llegó el pasado domingo a los 4 000, y casi al mismo tiempo el Comando de Investigación Criminal del Ejército le informaba a la familia del sargento James Musack, en Riverside, estado de Iowa, su conclusión acerca de la muerte del muchacho de 23 años, ocurrida el 21 de noviembre de 2006: herida de un arma de fuego disparada por él mismo...
Se suicidó cuando solo le faltaba una semana para terminar su servicio en Iraq. ¿O quizá fue asesinado?, se preguntaba en un blog el investigador Greg Mitchell, quien durante cinco años ha estado cronicando el terrible número de suicidios entre las tropas de EE.UU., —tanto en Iraq como entre quienes regresaron a sus casas agobiados por el impacto de la guerra sobre sus conciencias.
El diario local Cedar Rapids Gazette publicó así la noticia: «El cuerpo de Musack fue hallado en un área apartada usada para hacer llamadas telefónicas y como baño en la Base Patrullera Sur, de acuerdo con el reporte. Musack fue encontrado yaciente de su lado derecho, su brazo izquierdo acunando su carabina M4, y una sola bala impactó en su cabeza. No había heridas defensivas en Musack y tampoco signos de juego fallido», dijo el reporte. «No se encontró ninguna nota suicida».
«Durante la investigación, varios soldados entrevistados bajo juramento dijeron que ellos no conocían alguna razón para que Musack se matara. No tenía problemas médicos, financieros o personales que ellos hubieran advertido. Algunos lo describieron como una persona tranquila, que guardaba sus sentimientos. Cuando les preguntaron qué pensaban había sucedido, el sargento les dijo a los investigadores: Honestamente, no tengo idea. Nada de lo que él hacía estaba fuera de la norma».
Greg Mitchell describe que la familia y los amigos aseguran que el joven estaba disgustado por un incidente que nunca les describió totalmente, pero algo lo había enojado. Se lo hizo saber a su novia, Melissa Martin, en una llamada en octubre; mientras que una tía, DeeAnna Newlin, afirma que Musack vio matar a una niña pequeña... La familia —dice el escritor— explora la posibilidad de que el ejército reabra la investigación.
Mitchell, cuyo nuevo libro se titula So Wrong for So Long: How the Press, the Pundit —and the President— Failed on Iraq (Demasiado mal por demasiado tiempo: Cómo la prensa, —y el Presidente— fallaron sobre Iraq), dice que el número de los suicidas ya sobrepasa los mil, y que no importan las circunstancias, a todos los «mató Iraq» —¿Iraq, o la guerra de Bush, de Cheney, de ese equipo neoconservador de halcones-gallinas?
Un periodista de la cadena televisiva ABC News le comentó por estos días al vicepresidente respecto a la guerra que iniciaron hace cinco años, que «dos tercios de los norteamericanos dicen que no es una batalla gananciosa». La respuesta no pudo ser más cínica y despreciativa de lo que piensa, siente y padece su ciudadanía —no mencionemos siquiera al extremo dolor de los iraquíes—, una sola palabra en inglés dijo Cheney: «So?» («¿Y qué?»). Ese día del quinto aniversario, Dick Cheney lo pasó pescando en el yate del Sultán de Omán...