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La madre de todos los errores: la invasión a Iraq

Autor:

Juana Carrasco Martín

Contra la ocupación y el muro que los divide. Solo en mayo de 2003, a dos meses de iniciada la invasión a Iraq al amparo de mentiras, la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de la ONU autorizó la presencia de las fuerzas conquistadoras en ese país, cuando «reconoció» a Estados Unidos y a Gran Bretaña como «La Autoridad» en Iraq.

Resulta interesante ver la situación política del país, muy imbricada al proceso de la guerra y los demonios que esta desató, y partimos de un comentario sorprendente realizado el martes por el ministro de Relaciones Exteriores del gobierno iraquí, Hoshyar Zebari, quien en una entrevista con la agencia AP calificó a aquella resolución como «la madre de todos los errores porque cambió la misión de liberar a un pueblo en la ocupación de un país».

Sin hacerle mucho caso a la falacia de la «misión liberadora», es evidente que la opinión de Zebari expone las discrepancias actuales, no solo entre las facciones o grupos étnicos-confesionales, sino también entre los ocupantes y sus «serviles» aliados.

Recordemos que la guerra de George W. Bush se hizo también sobre la base de que las tropas invasoras serían recibidas con flores, vítores y agradecidas alabanzas de los «liberados» y de aquella quimera halcónica prácticamente nadie fue testigo.

Todo lo contrario. Estados Unidos y sus escasos aliados, agrupados en las llamadas fuerzas multinacionales que, por cierto, se han ido alejando del escenario bélico, con el paso de un tiempo infructuoso, no solo están enfrentados por la resistencia iraquí, y los supuestos combatientes de una red de Al-Qaeda inexistente cuando gobernaba Saddam Hussein, también se involucran en la amplificación de la violencia generada por las luchas sectarias, aunque aparentemente le sean inconvenientes para sus propósitos esas rivalidades.

Por estos días, cuando se cumplen cinco años del avance de las hordas imperiales en una región riquísima en petróleo, la inestabilidad y el caos que reinan en Iraq dificultan la normalización y revitalización de esa industria, un paso esencial para que se cumpla el más claro propósito de la guerra de Bush: apoderarse de las terceras reservas mundiales del crudo.

Los «esfuerzos» por reconciliar a un país, cuya división en sunnitas, chiitas y kurdos se agudizó con la ocupación y hasta se diversificó con subdivisiones de extremo, poco han logrado.

Precisamente, por estos días de aniversario, en que Iraq fue visitado por el vicepresidente Dick Cheney y el candidato republicano a la presidencia John McCain en evidente viaje electorero, el gobierno sin soberanía que encabeza el primer ministro Nuri al-Maliki, de origen chiita, convocó la Conferencia de Reconciliación Nacional, para intentar frenar el entuerto sectario.

Sin embargo, las críticas al encuentro vinieron de uno y otro lado: el bloque Sunni Iraqi Accordance Front, planteó que no participaría en esa reunión mientras los legisladores chiitas no respondan a sus demandas de liberar a los detenidos sin cargos, desmantelar las milicias chiitas, y otros temas de seguridad. También fue duro en sus criterios el bloque parlamentario del clérigo chiita Moqtada al-Sadr, que la consideró «una conferencia ceremonial que no ofrece soluciones radicales».

Mientras Maliki abría la reunión de «reconciliación», con un discurso que apelaba a esta «completa visión estratégica para reconstruir a Iraq», una mujer en la ciudad santa de Karbala se hacía estallar en un área comercial chiita, donde murieron al menos 50 personas.

Con razón, el primer ministro advirtió en sus palabras que muchos en el gobierno continúan dudando del éxito de una reconciliación, pero llamó a dirimir opiniones diferentes que amenazan la unidad nacional, esa que ya parece cosa del pasado husseinista.

Y hay un elemento de costo humano que ha estimulado la madre de todos los errores. El diario británico The Independent, en su edición del martes, revelaba que el número de iraquíes que abandonan su patria y reclaman asilo político en Europa se ha duplicado en 2007, «contradiciendo el reclamo de que el país se está estabilizando luego de cinco años de desorden».

Unos 4,7 millones han perdido sus hogares en este quinquenio fatídico, más de dos millones se han refugiado en otros países. Por cierto, de entre esos millones de desplazados, Estados Unidos solo le ha abierto sus puertas a 734 iraquíes de los 49 200 que le solicitaron asilo político, por algo es «cuna de la libertad» virtual y real creadora del caos.

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