Quizá todo se deba al tipo de Presidente que es y al modo fraudulento en que se convirtió al cargo, con la ayuda indispensable de aquellos que ayer lo aplaudieron sin que se les vieran los rostros, esos invisibles cuyos aplausos sonaban a background, ante la ausencia de imágenes del público, como aquella vez que ciertas cámaras cómplices ocultaron su ridículo saludo a personas que no estaban para recibirlo en el aeropuerto de Mar del Plata.
Un Presidente que viola la Constitución de su país y que pasa por encima de las leyes internacionales, solo puede presidir en el reino de la ilegalidad. No es un Presidente de verdad. Es un No Presidente. O cuando más, el jefe de un grupo fuera de la ley. Tan fuera de la ley como esos que amasaron fortunas traficando armas, drogas y muerte en el estrecho de la Florida y que fueron llamados gente de éxito en el discurso del No Presidente.
Hay, sin embargo, la obligación serena de dejar a un lado la rabia —la rabia coño, paciencia, paciencia, como aconseja el poeta— y atender las ofensas del No Presidente de Estados Unidos.
Y no solo para cazarle los disparates —que antes que risa provocan desprecio— sino también para calibrar sus amenazas. Con tantos años fuera de la ley, la administración de este No Presidente puede creerse sus propios engaños. Y lo que es peor: puede inspirarse en sus anteriores crímenes, esos que ahora mismo inundan de sangre y caos al me-nos a otras dos naciones del planeta, a las que mandó a invadir, al margen de la ley.
Este No Presidente dijo muchas mentiras, tergiversó muchas cosas y fue especialmente inmoral en su mensaje final para Cuba. Como nos había adelantado un lúcido académico norteamericano con fina ironía: «dado el conocimiento profundo de la historia y la realidad cubana, Bush seguramente anunciará (...) la ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba».
Pero hay otros mensajes que en su boca gozan de la mayor credibilidad: los millones de dólares que sacará de los bolsillos de los ciudadanos de su país para subvertir el orden aquí; la inestabilidad como objetivo central y su nombramiento adelantado de los que designó «líderes de mañana». Todo un programa al margen de la ley. Justo lo que ha impuesto donde quiera que prometió libertad duradera.
Que no se ofenda nadie entonces si, mientras aceitamos el fusil, lo mandamos a la mierda.