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«Sarko» al Palacio del Elíseo (respiren profundo)

Autor:

Luis Luque Álvarez

Foto: AP «¡Con tu apellido y tus notas escolares, no tendrás nunca éxito en Francia!», le espetó cierta vez un aristócrata húngaro —emigrado hacia suelo francés tras la Segunda Guerra Mundial— a su hijo Nicolás.

Pero Nicolás acaba de ser elegido presidente de la República Francesa con los votos de 20 millones de personas. Y su apellido: Sarkozy, no lo frenó. Como tampoco su idea de agudizar las prácticas económicas neoliberales. O la de deportar a más y más inmigrantes y escoger solo a los mejor calificados —algo que funcionó para captar votos de la ultraderecha—, o su intención de estrechar aún más los lazos con Washington, sin las distancias que guardaron todos los mandatarios galos desde el general De Gaulle, inspirador del movimiento político que venció en las urnas.

No era difícil augurar este triunfo. El bando de su adversaria, la socialista Segolene Royal, no se distinguió precisamente por la unidad, algo que sí mostró la militancia de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) detrás del candidato conservador.

Mucho pesaron los ataques contra Royal por parte de los jerarcas del Partido Socialista, como el ex primer ministro Lionel Jospin; las de-serciones, entre estas la de su asesor económico Eric Besson, en de-sacuerdo con la costosa agenda social prometida por ella, y los propios desaguisados de la candidata en política exterior, como cuando habló de un Québec libre y suscitó la protesta de Canadá, o cuando bromeó acerca de la soberanía francesa sobre Córcega. Para el papel que de-sempeña un presidente de Francia en los asuntos internacionales, tales tropiezos salen caros.

¿Qué les queda a los socialistas? No desmovilizarse, según palabras del jefe del partido, François Hollande, de cara a las elecciones legislativas del mes de junio. Podría ser que Segolene, su compañera sentimental, se convierta entonces en primera ministra, si les sale bien el desquite. No será la primera vez. François Mitterrand debió cohabitar con primeros ministros de derecha, y Chirac, con un premier socialista, Jospin (1997-2002), a quien había vencido en las presidenciales dos años atrás.

No obstante, habría que ver si un mes es bastante para que el electorado cale la figura de Sarkozy presidente, le tome el pulso a su programa económico, y luego, para atenuar el bandazo, elijan a una mayoría parlamentaria de izquierdas.

De momento, sobre la mesa están algunos de los proyectos de «Sarko»: en lo regional, se opondrá a la entrada de Turquía en la UE, y respecto a la Constitución Europea —rechazada por sus coterráneos en un referéndum en 2005— se inclinará por un «minitratado», algo simple que sea aprobado por los parlamentos, para esquivar la consulta popular —¿y dónde queda entonces la «democracia»?

En lo interno, el plato fuerte será recortar impuestos, algo que las empresas le agradecerán, así como acelerar los trámites para que estas despidan a sus trabajadores cuando lo deseen. En cuanto a los desempleados, dejarán de recibir beneficios estatales si rechazan la colocación que se les proponga, se avenga o no con su preparación profesional. Será la época «del trabajo, el mérito, la moral y la recompensa», como Sarkozy gusta decir. Solo que el Estado se apartará lo más posible y regulará menos la competencia, por lo que avizoro más dentelladas entre los corredores.

Para calibrar mejor lo que vendrá, valga decir que el nuevo presidente es un enemigo vertical de la herencia de mayo de 1968, el momento en que los estudiantes, después secundados por once millones de obreros, tomaron las calles parisinas para exigir mejoras sociales y el fin de la asfixiante burocracia. Como resultado, el gobierno de De Gaulle se vio obligado a subir los salarios en un 35 por ciento, y el movimiento sindical salió fortalecido.

Pues bien, Nicolás convulsiona cuando le recuerdan el tema. Así que, si alguien está esperando saltos espectaculares en Francia, piense lo siguiente: el gobierno saliente era de la UMP; el entrante, ¡será de la UMP! Se va el presidente Chirac tras 12 años de mandato, y deja un país deprimido, pero Sarkozy se sentó durante este tiempo en la mesa de Chirac. Entonces, ¿es de Sarkozy que vendrán los cambios?

Si los hay, respiren profundo: nadie espere panes y peces.

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