Ninguna otra ciudad es la más apropiada para celebrar este 4 de Julio —por reflejar mejor el avieso estado en que se encuentra el país— que este circo de múltiples pistas que es Miami. Durante semanas recientes, este terrible circo que es nuestra ciudad vuelve a acaparar los titulares de la prensa nacional e internacional por hechos que aquí han acontecido que ahondan lo viciado de su situación.
Esta función del circo que relataré comienza con el arresto de siete hombres —todos negros— cinco de ellos en Liberty City, el espantoso gueto negro de Miami, acusados por el FBI de conspirar para lograr el apoyo de la organización terrorista islámica Al Qaeda con el fin de hacer volar la Torre Sears en Chicago, el edificio más alto de Estados Unidos, oficinas del FBI y otros edificios gubernamentales en Miami y en otras cuatro ciudades. La mayoría de los acusados, aunque ciudadanos o residentes legales norteamericanos, son inmigrantes haitianos. Uno de los haitianos es inmigrante indocumentado. Los arrestos fueron avalados con gran fanfarria en una conferencia de prensa conjunta, desde Washington y Miami, trasmitida en directo, por las grandes cadenas televisivas con la participación del fiscal general Alberto Gonzales, el subdirector del FBI, John Pistole, y el fiscal federal del Sur de la Florida, Alexander Acosta. Después de todo el alboroto sobre otra supuesta célula terrorista descubierta a tiempo, lo que se sabe es que fue un agente infiltrado del FBI, posando como representante de Al Qaeda, quien alentó a los acusados a perpetrar acciones terroristas; que el grupo no tenía ni planes ni planos, ni armas, ni municiones, ni explosivos; inclusive, el FBI dejó saber que no habían siquiera visitado la Torre Sears en Chicago, y su subdirector, John Pistole, admitió que la componenda era «more aspirational than operational», más aspirante que operante.
Esta función vino a desplazar en los medios noticiosos la atención de la opinión pública de una conjura mucho más seria, sin lugar a duda, operante y no aspirante a serlo, una que es como para alquilar balcones. Me refiero a las acusaciones hechas por el antiguo director de la Fundación Nacional Cubano Americana, José Antonio Llama, Toñín, para sus más allegados, sobre la naturaleza terrorista de esa organización. Llama, viejo terrorista también, considerándose traicionado por sus antiguos «aseres, consortes», los otros directores de la Fundación, dejó saber a voz en cuello, que desde principios de la década de los 90, a iniciativa de su entonces chairman, Jorge Mas Canosa, esta organización tenía una célula terrorista encargada de planificar, financiar y ejecutar acciones terroristas en contra del pueblo cubano y de sus dirigentes, las cuales desarrolló durante toda esa década.
Pero, ¿quién no sabía esto en Miami y en Cuba? Se sabía por lo que aquí se sabe, y por lo que por años el Gobierno cubano ha denunciado sobre la naturaleza terrorista de la Fundación y la de su desprendimiento, el Concilio para la Libertad de Cuba, incluso brindando legajos de pruebas e informaciones sobre estas actividades al propio FBI. Este Buró, con las pruebas en la mano, además de no actuar en contra de estos terroristas, encarcela a aquellos que considera principales responsables de obtener las mismas, los Cinco: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, y aun en contra de la justicia, los mantiene presos va a hacer ya ocho años.
Pero lo más extraordinario de esta función especial del circo miamense es que Llama deja saber que él puso, a petición de sus consortes, el millón y medio de dólares que en aquel momento se necesitaban para financiar esa campaña terrorista para la que se obtuvo un arsenal que incluía un helicóptero de carga, diez aviones ligeros —radio dirigidos—, siete lanchas rápidas, armas automáticas y explosivos varios. Nombró como copartícipes en esta conjura a los siguientes altos funcionarios de la Fundación: Alberto Hernández, quien fuera chairman de esa organización en su transición dinástica; Pepe Hernández, su presidente; Luis Zúñiga; Horacio García y Roberto Martín Pérez.
Como todos sabemos, Llama se siente traicionado por sus consortes porque nunca le devolvieron el millón y medio de dólares con los que se financió esa pérfida campaña terrorista.
En esta función especial del circo, el FBI no actuó en contra de los acusados. No hubo anuncio de investigaciones, ni de acusaciones, ni de arrestos como en el caso de los siete arrestados en el gueto negro de Liberty City por conspirar para cometer terrorismo. Estos otros terroristas, contando, como siempre, con la impunidad que les brinda el FBI, siguen libres.
En otra de las pistas de este circo miamense, en la de las tragedias, se desarrollaba el reciente asesinato de una niña afroamericana de nueve años de edad, Sherdavia Jenkins, de un balazo en el cuello, mientras jugaba en el jardín de su casa. En mayo, otro niño afroamericano fue asesinado, este de 18 meses de edad, también frente a su casa y a consecuencia de un balazo. Los dos ocurrieron en los miserables guetos de nuestra ciudad.
Una ola de asesinatos de jóvenes, 18 en total —muchachas y muchachos—, 13 afroamericanos y cinco latinos, ha asolado nuestra comunidad. Y qué condiciona esta perniciosa conducta —cultura de la muerte— sino el de- sempleo y el subempleo, la deserción escolar, las drogas y el tráfico de drogas, la proliferación de las armas de fuego y el consiguiente deterioro de los valores sociales y de la familia.
Es así como en este gran circo que es Miami se vivió y celebró otro 4 de Julio, ¡Que viva la Pepa!
*Director de Areítodigital