El movimiento de Euromaidán provocó desde finales de 2013 un punto de inflexión en las relaciones bilaterales ruso-ucranianas. Autor: AFP Publicado: 23/02/2023 | 08:55 pm
Este 24 de febrero llega a un año el inicio de la guerra en Ucrania, que enfrenta a Rusia, con las pretensiones de dominio unipolar de Estados Unidos al frente de la OTAN, cuyo objetivo —absurdo y prácticamente irrealizable—, es borrarla del mapa geopolítico mundial.
Es imposible cuantificar las pérdidas humanas y materiales de uno y otro lado de esa frontera de dos pueblos eslavos, que alguna vez cohabitaron como hermanos. Pero hay quienes cuentan las ganancias capitales asociadas a las industrias armamentistas.
Ese evento nefasto estremece a todas las regiones de un mundo en desequilibrio que ha perdido mucho en la economía, especialmente porque profundizó la crisis, al dar continuidad al mal trance provocado por la pandemia de la COVID-19 que ya había paralizado y diezmado al planeta, afectando sobre todo a los países y sectores más desfavorecidos por la fortuna.
Esos dos sacudiones han incrementado el número de quienes viven en la pobreza y estremecido el bienestar social de las clases medias, por lo que se avivan fuerzas populares que reclaman en las calles atención a sus problemas. También han impulsado un populismo oscuro de seguidores de ideologías de extrema derecha, los cuales, incluso, han ganado poder político en no pocas naciones europeas y enseñan las garras en Latinoamérica, mientras fundamentalismos y tribalismos absurdos se expresan violentamente en África, y el llamado Occidente amaga con fuerza tanto en el Cercano, el Medio y el Lejano Oriente.
Cuando dejamos de pensar por un momento en nuestros más inmediatos problemas personales caseros y los encuadramos en ese contexto, nos preguntamos: ¿a dónde van —o vamos— a llevar al mundo?
No es una visión agorera. Es apenas un vistazo a la sombría realidad, a la que aportamos, además, la cada vez más acelerada destrucción del ambiente, adeudo de unos pocos que nadan en riquezas, pero responsabilidad de todos en el despilfarro. Estamos matando la Tierra o a la especie humana. Podemos llegar a ser, por nuestras erráticas y erróneas decisiones, los dinosaurios de esta era.
Sin embargo, hay un segmento que gana, mínimo en el conglomerado de los más de ocho mil millones de personas que aquí habitamos sin aprender el significado vivificador de la coexistencia. ¿Gana? Sus dineros se multiplican, los dilapidan con fastuosidad, se protegen tras blindados emporios restringidos, islas privadas, lujosos e inmensos yates en medio de los océanos, búnkeres secretos, proyectos de naves espaciales y estaciones en órbita o alguna luna o planeta apropiado para no ser afectados por los hongos de los virus o nucleares.
Es ese famoso uno por ciento, cuyos vínculos con las industrias militares, armamentistas y de espionaje, mediáticas, farmacéuticas, extractoras de combustibles y metales raros, contaminantes y de alimentos no para todos, engordan avaricia y egoísmo. Plutócratas impúdicos y sus desgobiernos.
Y hay quienes señalan con furia ignorante a los comunistas o se preguntan para qué sirve el socialismo, llamándolo «fallido», a la vez que ocultan las múltiples y verdaderas condenas con las cuales el capitalismo encierra a millones. Comunistas, socialistas, progresistas, de izquierda o como se les llame —o nos llamen—, sean en lo individual creyentes, agnósticos o ateos, ¿acaso no son los verdaderos seguidores del amor al prójimo, la generosidad, la nobleza, el altruismo, la justicia, la búsqueda de la abundancia para todos?, incluidos en los variados nombres escogidos por una siempre renovada humanidad para representar y venerar a quienes buscan y hacen el bien, ya sea Cristo, Alá, Buda, Vishnú, Wiracocha, los 16 Orishas, Marx, Lenin, Bolívar, Martí, Che...
El tira y encoge desde un lado al otro parece destinado a que el planeta pierda la forma. El presidente de EE. UU., Joseph Biden, va a Ucrania, abraza a Volodímir Zelenski, anuncia nuevos financiamientos para el enfrentamiento y asegura que «no flaqueará», y con altisonancia afirma: «Las democracias del mundo se han vuelto más fuertes, no más débiles (…). Putin se enfrentó a la voluntad de hierro de Estados Unidos y de las naciones de todo el mundo que se niegan a aceptar un mundo gobernado por el miedo y la fuerza» y cruza hasta Polonia para encender más el fuego destructor.
Para aventar en hoguera que puede quemarlo todo, se reunió también con los llamados Nueve de Bucarest, todos exmiembros del fenecido Pacto de Varsovia y ahora dentro de una OTAN que también debió desaparecer, pero fue todo lo contrario: Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania.
Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin, anuncia que temporalmente se retiran del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, último firmado con EE. UU., y argumenta que Washington quiere mantener la hegemonía en el mundo y la OTAN abiertamente admite que quiere derrotar a Rusia.
«Las élites de Occidente no ocultan sus ambiciones, como ellos dicen, y esta es una cita directa, de llevar a Rusia a una “derrota estratégica”. ¿Qué significa eso para nosotros? Significa que quieren acabar con nosotros de una vez por todas. Significa que planean convertir un conflicto local en una confrontación global. Nosotros lo entendemos exactamente así, y actuaremos en consecuencia. Porque en este caso, se trata de la propia existencia de nuestro país».
Putin subraya: «Rusia no puede ignorar esto. No podemos permitirnos ignorar esto».
Otra vez Moscú recoge el guante, cual si esto fuera la contienda de dos caballeros medievales, solo que ahora el mundo entero es la armadura que recibirá los mazazos, premonición de una verdadera catástrofe.
Sin intentar encontrar dónde está la razón, en el aire, en círculos de politólogos, en las barracas militares y hasta en corrillos familiares, la pregunta —trágica y terrible—, que nadie se atreve a responder, ¿cómo terminará la puja?
La integridad de la central nuclear de Zaporiya ha sido prioritaria para la comunidad internacional.Foto: Reuters.
La negación sistemática de los Acuerdos de Minsk situaron a la Unión Europea en una confrontación directa con la Federación Rusa. Foto: AFP.
La mediación política de Türkiye ha sido decisiva en torno a la estabilidad de los precios de los alimentos.Foto: AFP.
La renegación del pasado soviético de la sociedad ucraniana ha exacerbado las tensiones entre ambos países.Foto: France 24.