Todo indica que habrá recesión extendida en 2023 y los afectados serán, como siempre, los desfavorecidos por la fortuna. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 14/01/2023 | 09:39 pm
La advertencia es del Banco Mundial (BM): cualquier impacto adverso en la economía mundial en 2023 podría desencadenar una recesión. Y lo cierto es que la mayoría de los países de nuestra querida y maltratada Tierra está en estado precario también en ese tan importante acápite para la subsistencia, pues los golpea una alta inflación y se han reducido las inversiones como consecuencia de dos factores importantes el cierre provocado por la pandemia de la COVID-19 y el conflicto en curso en Ucrania, donde Rusia se enfrenta al armamento que suministran Estados Unidos y la OTAN, dispuestas a desangrar a la nación euroasiática.
El vaticinio del informe bianual Global Economics Prospects del Banco Mundial recoge esta aseveración: «El crecimiento global se ha desacelerado hasta el punto de que la economía global está peligrosamente cerca de caer en recesión… solo tres años después de salir de la recesión inducida por la pandemia de 2020», dice el estudio.
Lo grave de la situación es que el bolsillo de la mayoría de la población mundial ha mermado considerablemente por la galopante inflación que ha rebajado el nivel de vida general, y ahora asoma lo más temido por la ciudadanía común: los despidos que ya comenzaron en no pocas empresas estadounidenses, la supuestamente economía más fuerte del mundo.
El conocido gigante de la industria tecnológica, Amazon Inc., anunció la cesantía de más de 18 000 de sus empleados y, por supuesto, no es el único en tomar esa decisión. Andy Jassy, CEO de Amazon, para justificar la nefasta decisión explicaba que cuando parecía que la humanidad salía del coronavirus, «sucedió Omicron, y sucedió la guerra en Ucrania, y sucedió el entorno inflacionario en el que nos encontramos, y ahora una economía muy incierta. El próximo año o dos, la economía pondrá a prueba la determinación a largo plazo de muchas empresas».
Un lamento que solo valdría para los despedidos. Ellos son quienes cargan con los efectos verdaderos de la disminución de las ganancias del consorcio, mientras este sigue contando beneficios netos que, en el tercer trimestre de 2022, fueron de 2 900 millones de dólares, según datos de Bolsomanía.com.
Elon Musk, el CEO de Tesla, el dueño absoluto de Twitter, quien dio mucho de qué hablar a finales de 2022 por sus decisiones sobre la red social y que desahució a diestra y siniestra a miles de sus empleados, está aún más convencido de que la economía más grande del mundo —es decir, la de Estados Unidos—, está en problemas, y para salvar lo suyo ha dicho: «La Fed necesita reducir las tasas de interés de inmediato». «Están amplificando enormemente la probabilidad de una recesión severa».
Fed es el Sistema de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, un consorcio público-privado que controla la estructura organizativa bancaria. Cada vez que la Reserva Federal sube las tasas de interés, se vuelve más costoso pedir un préstamo. Esto se traduce en un aumento de los costos de los intereses de las hipotecas, las líneas de crédito con garantía hipotecaria, las tarjetas de crédito, las deudas estudiantiles y los préstamos para automóviles. Con ellas se busca estabilizar o disminuir la inflación: hoy por hoy, el problema mayor.
Cuando las tasas de interés disminuyen, pedir dinero prestado es más económico, y por eso las personas y compañías probablemente soliciten préstamos. Como resultado, gastarán más dinero y deben incrementarse las inversiones.
Esta es la definición más sencilla que se da en internet del quehacer federal. Las otras locomotoras de la economía mundial, China y Europa, también están sometidas a los vaivenes de la situación.
En octubre, cuando se hacían notar señales de recesión, la CNN entrevistó al presidente Joe Biden y este dijo: «No creo que haya una recesión. Si es así, será una recesión muy leve. Es decir, bajaremos un poco», pero para proteger su credibilidad agregó una ambigüedad: «Es posible. Mira, es posible. No lo anticipo».
Precisamente en ese momento, cuando la FED aumentaba las tasas de interés a niveles «históricamente altos» para combatir la inflación sin grandes resultados, CNN revelaba una encuesta de la consultora KPMG entre 400 cabezas principales de grandes empresas estadounidenses: el 91 por ciento veía una recesión en los próximos 12 meses y solo el 34 por ciento de ellos consideraba que sería leve y breve.
KPMG lo dijo sin sutilezas: los consorcios se preparaban para la recesión, planeando recortar costos y más de la mitad consideraban reducir personal.
Un poco de memoria nos recuerda que en lo que va de este siglo y milenio, se han producido dos recesiones. Una llamada la Gran Recesión iniciada a finales de 2007, se le considera la peor desde la Gran Depresión del siglo XX —la crisis de 1929, que duró casi toda la década de 1930, previa a la Segunda Guerra Mundial—. A la segunda puede llamársele la recesión de COVID, comenzó en 2020 e hizo que la tasa de desempleo se disparará hasta casi 15 por ciento.
Los expertos no auguran un índice tan alto de desempleo, pero está claro que dejará a millones de personas sin trabajo en todo el mundo. Y ese es el punto esencial, porque todo hace indicar que este año va a ser más duro para la economía mundial que el que hemos dejado atrás, como advirtió la jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, quien ha asegurado que un tercio de la economía mundial estará en recesión.
Para una región del mundo, golpeada fuertemente por los altos precios de alimentos, combustibles y otros productos y servicios esenciales para la vida, la situación es especialmente dolorosa y este año nuevo no les trae buenos augurios, pero sí la permanencia de la pobreza y de las escaseces. Son los llamados países en desarrollo, un término eufemístico inventado para enmascarar el subdesarrollo y la pobreza que no ameritan países ricos en recursos, pero explotados por siglos, los que ahora se verán una vez más privados de las inversiones que garantice su crecimiento económico.
Lo revela el Banco Mundial: el impacto será duro sobre países pobres, en
especial los de África subsahariana, donde el ingreso promedio per cápita solo aumentará 1,2 por ciento en 2023, inefectivo para solventar las necesidades esenciales; por tanto, como señaló David Malpass, presidente del BM: «La debilidad en el crecimiento y en las inversiones empresariales agravará los ya devastadores efectos sobre la educación, la salud, la pobreza y la infraestructura y las exigencias con base en el cambio climático».
Se crean nuevos términos para simplificar una situación que, llámese como se llame, para millones está siendo ya terrible y puede ponerse peor.
Uno de ellos es «permacrisis», para definir «un período prolongado de inestabilidad e inseguridad», y sin duda lo es el que está viviendo el mundo interconectado, globalizado, donde la crisis económica es una más entre las de los conflictos internaciones, las tensiones geopolíticas, la energética, la ambiental, la de salud y la económica, por citar las más visibles, sin olvidar la crisis de los valores, con el egoísmo personal prevaleciendo sobre todo lo demás. Un creyente diría que estamos viviendo en el Apocalipsis, otros creadores de palabras le llaman también «policrisis». En verdad, los riesgos de todo tipo están a la vuelta de la esquina.
Nos hablan también del «metaverso» y no se trata de un nuevo género literario o de decir o cantar las décimas u octosílabas, aunque la palabra resulte hasta agradable y musical. La palabra es un acrónimo que une el término meta —que proviene del griego y significa «después» o «más allá»—, mientras que «verso» se refiere a «universo», uno más allá del conocido hasta ahora, es decir, uno virtual al que podemos acceder desde las nuevas tecnologías y que se acerca más al juego y a la ficción.
Sin embargo, la realidad se hace presente por sobre el imaginado mundo virtual. Estruja, duele, daña, arruina, afecta, viene acompañada de guerras prolongadas donde generalmente países pobres ponen el escenario de muerte y destrucción; donde aumenta el hambre, la desnutrición; azota y asola con fuerza mayor el flagelo de enfermedades mortales que pueden ser prevenibles, una ignorancia y analfabetismo que persiste; no cesan las desigualdades que denigran, las actitudes discriminatorias, xenófobas y racistas.
Pienso en el poema Las vidas: La pobreza, del gran Pablo Neruda.
Ay no quieres,/te asusta/la pobreza,/no quieres/ir con zapatos rotos al mercado/y volver con el viejo vestido.
Amor, no amamos,/como quieren los ricos, /la miseria. Nosotros/la extirparemos como diente maligno/ que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.