(It´s a mortal threat) (Es una amenaza real), así consideran muchos en el mundo a Trump. Autor: Tomado de Internet Publicado: 04/04/2020 | 10:06 pm
El nuevo coronavirus se extiende de manera exponencial en Estados Unidos, y al buscar las causas médicas, inevitablemente se llega a la conclusión de que ha habido un mal manejo del SARS-CoV-2 por las autoridades políticas de esa nación.
Práctica común del presidente Donald Trump: culpó a otros —en este caso a China, dejando una estela de xenofobia y racismo—, alardeó de las potencialidades médicas de Estados Unidos, y se vanaglorió de que rápidamente acabarían con el síndrome respiratorio agudo de la Covid-19.
Para Trump el escenario en enero y febrero era de indiferencia y sí de mucha crítica y propaganda negativa hacia lo que llamaba «el virus chino».
Por lo tanto, hubo juegos de golf en su agenda y mítines electorales, mientras miraba sin mucha preocupación y sí con satisfacción el enfrentamiento desgastante de los aspirantes demócratas a la candidatura presidencial. Al parecer, ninguna duda tenía de que en noviembre próximo sería relecto y seguiría al frente de la Casa Blanca. El impeachment era apenas un mal recuerdo.
Los tuits de @realDonaldTrump se multiplicaban destacando la «superioridad» estadounidense: «Lo tenemos todo bajo control»… Hasta afirmaba que el virus desaparecería cuando hubiera más calor.
En marzo no fue mucha la diferencia. Hubo inactividad oficial frente al nuevo coronavirus y un engaño tras otro.
La comunidad científica estadounidense en vilo, en los hospitales de Nueva York ya se luchaba a diario, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado pandemia global. China alcanzaba el pico de una enfermedad contra la cual luchaba a brazo partido.
Pero las cosas en Estados Unidos empeoraban y la administración federal entraba en confrontación con los gobiernos de los estados, blancos entonces de las diatribas presidenciales, que les echaba las culpas, pero no les daba la ayuda necesaria para un sistema de salud pública discriminatorio de los más pobres, de los sin seguro, totalmente insuficiente y deficiente que ha colapsado.
Más allá de la situación epidemiológica, seguía prevaleciendo la defensa que hizo el mandatario de la Casa Blanca de mantener la economía por encima de todo. Ordenó, incluso, comprar todo el petróleo de cualquier lugar y desbordar sus reservas aprovechando los precios bajos del crudo, afectado también por el coronavirus.
Solo entró en razón cuando le presionaron los médicos y científicos asesores ante la pandemia, quienes pronosticaron una rápida evolución hacia más de dos millones de enfermos y 200 000 muertes solo en Estados Unidos —algunas predicciones fueron aún más apocalípticas—; y el haber llegado a ser, efectivamente, el número uno en el mundo, un registro que mantenía este sábado con más de 300 000 casos positivos por COVID-19 y más de 8 400 fallecimientos, en tanto los recuperados son 14 000. Estas cifras están en aumento constante, y casi la mitad de ellos corresponden al centro financiero del país, la ciudad que se vende como la capital del mundo, Nueva York. Ahora Trump dio el 30 de abril como nueva fecha para extender el aislamiento.
Pero el cambio de actitud del mandatario también tiene que ver con las elecciones, pues se elevaron en tan solo dos semanas a diez millones los desempleados, y siguen en peligro de derrumbe los 320 millones de estadounidenses. ¿Repercutirá esto en las urnas a pesar de que las encuestas hasta el día de hoy siguen dándole preferencia al magnate-presidente? ¿Cómo transcurrirán esos comicios en una nación coronada por la Covid-19?
Donald Trump jugó creyendo que tenía todas las cartas ganadoras. Un rival inesperado le ha tomado una trágica delantera y sigue transmitiéndose de manera generalizada en las comunidades. La crisis económica apunta a darle también el número uno de la recesión y la bancarrota mundial. Y mientras eso ocurre, el señor de la Casa Blanca persiste en que serán «más grandes y mejores» cuando la Covid-19 fenezca. De ninguna manera quiere admitir que está viajando en la punta de un iceberg.