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Monroe y McCarthy, dos fantasmas revividos por Trump

El mandatario estadounidense ha definido su proyección continental con la doctrina que en 1823 proclamó «América para los americanos», que constituye fundamento y principio de la política exterior de ese país desde entonces

Autor:

Juana Carrasco Martín

Como los monstruos de Thriller, el álbum de Michael Jackson donde «cada canción era un asesinato», salen de sus tumbas dos fantasmas: James Monroe y Joseph McCarthy. Se escuchan ya las puertas chirriantes de los arsenales bélicos, los pies de los marines caminando sobre el suelo sudamericano, los vientos agoreros y los ladridos de perro de un Presidente que amenaza a Venezuela, Cuba y Nicaragua…

«El fin del socialismo ha llegado en nuestro hemisferio y en todos los lugares del mundo. No solo en Venezuela, sino en Nicaragua y en Cuba también». Esa fue la sentencia de Donald Trump en el discurso pronunciado el lunes 18 de febrero en que enseñó garras y colmillos, y abiertamente reconoció su propósito de desestabilizar también a Cuba y Nicaragua.

El mandatario ha definido su proyección continental con la doctrina que en 1823 proclamó «América para los americanos», que constituye fundamento y principio de la política exterior de Estados Unidos desde entonces, y con la persecución a los comunistas y personas progresistas al mejor estilo de la cacería de brujas del macartismo, cuando también buscó establecer un contraste entre su actuar con el de políticos demócratas que pueden calificarse de progresistas en su país, a quienes rechazó como «socialistas». Por tanto, puso una baza más en el entorno de odio y de enfrentamiento que el Presidente estadounidense ha estado fomentando en su propio país, donde la xenofobia habitual se recrudece.

Ha traído a la región el ambiente más retrógrado y conservador, con hedor a Guerra Fría, dispuesto a abrir otro escenario armado en el mundo. Trump está siguiendo el camino agresivo y belicista abierto por George W. Bush, el hijo, contra los «rincones oscuros del mundo», aunque el actual mandatario es más práctico y los ha resumido en las tres naciones mencionadas en Nuestra América y en otras tres para el resto del mundo: Irán, Rusia y China, aunque con versiones de guerra económica que pueden traer al orbe situaciones también catastróficas. 

La reinterpretación de ambas proyecciones, en un mundo donde Estados Unidos quiere ganar a toda costa —y a cualquier precio— el terreno geopolítico del que siempre consideró su traspatio, pone a la región y al mundo en una encrucijada en que se despiertan las bestias apocalípticas, intentan paralizar cualquier resistencia, crear la sensación de que no hay a donde correr, y que solo existe un camino como fruta madura: caer en el regazo imperial.

Trump advirtió a los militares venezolanos que si se mantienen junto a Maduro «ustedes no encontrarán un puerto seguro, no habrá una salida fácil y un camino para salir. Perderán todo. (…) Buscamos una transición pacífica del poder, pero todas las opciones están abiertas».

El discurso trumpiano en Miami parece ser el punto u orden final en el guion contra Venezuela. Esperan para este fin de semana la consumación de su plan, que no inició el actual mandatario, pero al que le ha imprimido el sello de un especial fanatismo, característico del equipo de Gobierno con el que se ha ido rodeando en los tiempos más recientes. Por cierto, con profundas raíces y nefastos antecedentes de perversidad criminal hacia América Latina y el Caribe en las administraciones de Ronald Reagan y los Bush, padre e hijo.

La operación contra Venezuela

En 2015, fracasados los intentos de derrocar a la Revolución Bolivariana mediante las guarimbas terroristas que ensangrentaron las calles en 2014 y provocaron cuantiosas pérdidas materiales al país, Barack Obama, entonces presidente de EE. UU., declaró que Venezuela era una «amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de Estados Unidos», lo que les permitió justificar un plan más intenso para destruir la economía venezolana y, a través de hacer padecer al pueblo, lograr la salida de Nicolás Maduro.

Paralelo a esa agenda contra la economía, sustentada en sanciones in crescendo para «ablandar» el apoyo del pueblo al chavismo, se intensificaron los ataques políticos y el cerco mediático a fin de convertir a Venezuela en una «dictadura» violatoria de los derechos humanos y civiles de los venezolanos, y por ende lograr una condena internacional y el desconocimiento a la legitimidad del Gobierno bolivariano.

En enero de 2018, el entonces jefe de la CIA y luego Secretario de Estado, Mike Pompeo, reconoció en una conferencia que tuvo por escenario el tanque pensante del conservadurismo American Enterprise Institute, que había coordinado con el presidente Trump las sanciones financieras contra Venezuela.

Ese escenario caracterizó el transcurso del año 2018, cuando la oposición, siguiendo los dictados de Washington, a pesar de que había solicitado elecciones adelantadas para la presidencia, se levantó de la mesa de negociaciones en República Dominicana, y tampoco acudió a los comicios de mayo, en los cuales salió vencedor Nicolás Maduro.

El programa contrarrevolucionario, bajo el auspicio y organización del equipo Mike Pompeo-John Bolton       —cerebro gris tras el trono bajo el cargo de Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca— y con el empujón desde Miami de Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, presentaron los comicios como anticonstitucionales y a Maduro como un presidente «ilegítimo».

Los medios contribuyeron de buena gana a esa campaña. Se hacían semejantes los titulares contra Maduro, similares los contenidos de las informaciones e idénticos los epítetos. Lo mismo si eran portadas en The New York Times que en el Washington Post, en The Guardian o El País, por citar algunos. La concertación era y es evidente. Fueron así cimentando la maniobra con vista al 10 de enero de 2019 en que sería la toma de posesión del Presidente bolivariano, pero también el destaque de un desconocido.

Por supuesto, crearon la figura opositora, papel que recayó en una cara nueva, un Juan Guaidó cualquiera, convertido de la noche a la mañana en «presidente interino» o «encargado», suficiente para que una cohorte del hemisferio, con el español como idioma, sirviera a la componenda, llevando a diferentes organismos regionales e internacionales el «caso venezolano», en busca de sanciones políticas y también económicas, mientras algunos socios europeos le seguían la corriente a Trump. Rol protagónico en la farsa le correspondió al apóstata Luis Almagro, secretario general de la desprestigiada OEA, quien se supera a diario en la sainetesca representación de virtuoso defensor de la democracia y la libertad.

Aun cuando Trump y su gente afirman que más de 50 países han reconocido a Guaidó, ya casi termina febrero y tampoco han logrado hacer tambalear la decisión del chavismo de defender la soberanía y la independencia venezolana, como tampoco lograr una escalera de ases para poner sobre la mesa una Fuerza Armada Nacional Bolivariana vendepatria. Por el contrario, las instituciones armadas han hecho claro un lema: «Leales siempre, traidores nunca», amparados en su juramento de probidad a la Constitución y al legítimo Presidente.

De todas formas, la jingoísta cobertura de los medios de los acontecimientos venezolanos, está cuajada de noticias mentirosas —conocidas ahora como fake news—, las cuales indican las etiquetas y los contenidos en las redes sociales, cuajadas de trolls o falsas cuentas, o usuarios cuya labor online es acosar a otros internautas y promover campañas de difamación contra personalidades políticas del Gobierno bolivariano y ofenderlas.

Al mismo tiempo, esos medios ocultan, omiten o minimizan el apoyo al Gobierno de Maduro, presentan un país hambriento, una situación caótica y otros escenarios que ponen en duda la gobernabilidad de Venezuela.

A grandes rasgos este es el panorama en que se permiten ahora invocar la necesidad de una intervención para hacer frente a la crisis humanitaria. La coyuntura es sumamente peligrosa, no solo para Venezuela. También para el resto de  América Latina y el Caribe.

Este lunes, como profeta del averno, Trump sentenció en Miami: «Un nuevo día está llegando en América Latina»… «Esto se convertirá en el primer hemisferio libre en toda la historia humana». La traducción o interpretación más acertada de estas frases sería la primera de Thriller: «Es cerca de medianoche y algo maligno acecha en la oscuridad».

Descarque aquí  PDF de Suplemento Especial sobre Venezuela 

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