CARACAS.— No es solo formarse como un buen profesional, trabajar bien en nuestra patria y acompañar las jornadas con una actitud integral que satisfaga las exigencias para llevar el sello de Cuba a otras fronteras. Ni solo es llegar, a Venezuela por ejemplo, y poner manos y corazón a la tarea: así como en hogares de 15 provincias los despiden con el último beso, tibio todavía, cuando los colaboradores llegan a otro país, a remplazar hermanos, siempre hay una misión que les da el primer abrazo y el primer aliento para comenzar la obra.
Es la emoción de los relevos, vista de nuevo por este reportero en la Misión Educativa, que recibe y dice adiós a un mismo tiempo porque diez colaboradores llegan a tomar el batón de la dignidad que igual número de compañeros sostuvo a lo largo de su misión como asesores nacionales en los estados venezolanos.
Así que, luego de visitar unidos la tumba de Chávez, en el Cuartel de la Montaña, y renovar allí sus compromisos con «el mejor amigo de Cuba», quienes llegan a Caracas y quienes vuelan a La Habana coincidieron en la preparación de unos y en la emocionada despedida a los otros.
Mientras Abel Pérez, Dixán Mojena, Djamila Quintana, Danilo Diego, Jaquelín Jiménez, Damaris Navas, Jesús Villanueva, María del Pilar Herrera, Idalmis Cabrera y Diuber Beltrán recibieron el reconocimiento por el fin exitoso de la misión, las cartas de estímulo dirigidas a sus familiares y a sus vecinos y la misiva de agasajo del jefe de la Oficina de Atención a las Misiones (OAM) cubanas aquí, los colaboradores arribantes firmaron el Código de Ética que guió, en meses o en años, el quehacer de sus compañeros.
Inalvis Mazar Fernández, jefa de la Misión Educativa cubana en Venezuela, leyó punto a punto un código que bien pudiera marcar la ruta ética de cada cubano porque se resume en fidelidad, disciplina, eficiencia, combatividad, valor y valores para sostener la digna militancia del internacionalismo… de modo que firmarlo es cargar al machete.
En ese recibimiento-despedida, Juan Ricardo Poll Gean, vicejefe de la OAM, comentó a unos y otros la creciente complejidad, sobre todo a partir de 2015, de las tareas aquí; pero destacó que ni un colaborador ha dejado de trabajar un solo día. Además, dijo sobre esta misión en particular que a sus integrantes les toca parte del mérito de la resistencia de los venezolanos, imposible de explicar sin considerar el valor de la educación fomentada por el chavismo.
Es la hondura de ciertos actos «chiquitos». Poco antes se había leído la Declaración de principios de estos educadores, que identifica el concepto de Revolución enunciado por Fidel como el credo de cada día y el legado del guía del Moncada y del Comandante Chávez como carta náutica en la defensa de la patria americana.
Mirando a estos cubanos emocionados en las dos orillas de la solidaridad, uno entiende mejor que un buen acto no depende de locales excelsos ni de artistas extraordinarios: allí, en el pequeño apartamento de uno de los colaboradores, se usó la infalible mayúscula del amor, esa con la cual una isla puede abrazar la hermandad con los pueblos.