El presidente Maduro se reunió este lunes con los motorizados por la paz y por la vida, quienes fueron a ofrecerle su apoyo a Miraflores. Autor: Yaimí Ravelo Publicado: 21/09/2017 | 05:45 pm
CARACAS, Venezuela.— El 13 de febrero en la noche, frente al televisor, pensé que este país estallaba en pedazos. Veía una de esas cadenas que se jactan de imparcialidad y moderación; y ante la reiteración de imágenes, los cintillos en la pantalla, las declaraciones de «expertos» o los pronósticos fatales de varios agoreros entrevistados llegué a creer que estaba en una Ucrania trasladada a América Latina.
En realidad apenas habían comenzado los disturbios generados a raíz de la llamada a la «salida», formulada por la extrema derecha venezolana para derrocar violentamente al Gobierno Bolivariano. Sin embargo, ya ese canal desarrollaba una programación especial destinada a reflejar los sucesos de esta nación. Se trataba, sencillamente, de CNN en español.
Nada tiene de raro que una televisora mundial ponga más lentes al servicio de los espectadores cuando ocurren acontecimientos trascendentales en cualquier región. Lo curioso es que ese medio colocaba, desde el principio, en su generador de caracteres, las palabras «tensión» y «crisis» en Venezuela, como si ya conociera la «gravedad» que sobrevendría después de los actos vandálicos del 12 de febrero.
A veces, en el colmo, llegó a situar —ayer mismo lo hizo— ambos términos en la pantalla, algo demasiado raro para CNN, que también se ufana de mesura.
Cuando el presidente Nicolás Maduro decía que ese consorcio noticioso es uno de los actores principales del golpe de Estado que se pretende fraguar contra la Revolución, se basaba, en esencia, en que sus informadores parecen haber olvidado el resto del mundo para concentrarse solo en esta nación. Y porque el llamado «equilibrio», del que mucho hablan, ha desaparecido literalmente.
No lo escribo desde la pasión desmedida de la izquierda, sino desde la fría observación: las imágenes de las protestas que proyecta son abismalmente predominantes en comparación con las de respaldo popular al Gobierno. Los entrevistados que están a favor de los «manifestantes» superan con facilidad los que apoyan al Presidente Constitucional. Las declaraciones desde el extranjero aparentemente pesan más que las del país, según esta lógica de un medio cuya casa matriz está en Estados Unidos.
Ayer mismo la página web de CNN en español tenía una galería de 40 fotografías de los sucesos en Venezuela. De esas imágenes: ¡35! reflejaban marchas de la oposición, personajes de la derecha, «protestas» (jóvenes tirando piedras), barricadas levantadas en las calles, actos de «represión»... manifestantes en minoría desafiando un «gran aparato» de la Guardia Nacional.
Sobre el otro lado, que supuestamente también debían graficar, presentaban una foto de la marcha de los adultos mayores, otra de los trabajadores petroleros, una del Presidente y dos en que aparecían los cascos antimotines de los uniformados. Y no hay una foto de los daños ocasionados por los violentos a instalaciones públicas o al sistema de transporte público. Eso sí que es balance informativo, como dirían los expertos.
Esa propia página, en un extraño material titulado «¿Por qué protestan en Venezuela, Ucrania y Tailandia?, firmado por Catherine E. Shoichet, Jethro Mullen y Greg Botelho, equiparaba la situación de los tres países. «Manifestantes en plazas públicas. Disparos al aire. Gases lacrimógenos contra las multitudes. Esas son algunas de las escenas que se desarrollan esta semana en tres países muy diferentes, donde la intensidad de las protestas aumenta rápidamente», exponía el texto. Y formulaba las mismas interrogantes para las tres naciones.
Es decir, el desierto, el glacial y la montaña ahora tienen semejanzas no traídas por los pelos. Y aumentarán como quiera, porque sí. Pero, en el colmo, subrayaba que en Venezuela «las manifestaciones estudiantiles en todo el país comenzaron este mes. El 12 de febrero, atrajeron la atención mundial después de que tres personas murieron». La traducción es sencilla: los fallecidos fueron el detonante que hacía falta para que el mundo pusiera los ojos aquí.
El remate venía seguidamente: «Los manifestantes exigen una mayor seguridad, el fin de la escasez de bienes y la protección de la libertad de expresión». Diera risa tal oración si no fuera por la delicadeza del asunto que trata. Porque ese famoso cuento de la libertad de expresión limitada o eliminada en Venezuela es uno de los que más han pretendido vender baratamente al mundo para demostrar que la «tiranía madurista» debe ser derribada, por cualquier vía. Diera gracia porque en este pedazo del planeta todos los días del mundo cientos de medios de comunicación arremeten contra el Gobierno, a veces con infamias o mentiras que pasman. Y cualquier persona se para en una esquina a vociferar verdades o disparates sin que nadie la coarte.
Lo peor es que la frase «la protección a la libertad de expresión» tenía un hipervínculo (un destacado que remite a un texto más extenso), en el que podía leerse que «el Gobierno de Venezuela estaría bloqueando las imágenes publicadas en Twitter de las manifestaciones». Una hipótesis, una suposición era un titular. ¿Manipulación? ¡Qué va!
Hay muchos más ejemplos de CNN en nuestra lengua. Aunque ya varios de sus presentadores se han quejado, puesto el grito en el cielo y acudido a la sacrosanta «libertad de expresión» o la llevada y traída «imparcialidad de las imágenes», porque el Gobierno les ha dicho por las claras que cesen una agenda emparentada con el golpismo. Ese es el otro paso: el de vestirse de víctimas.
Tal vez lo consigan y confundan. Acaso algunos se alineen con esta rara imparcialidad para construir la noticia. Mas, resulta difícil, a estas alturas, tragarse tanto veneno de CNN en español.