La canciller alemana Angela Merkel. Autor: Reuters Publicado: 21/09/2017 | 05:40 pm
La Merkel está que trina y con razón. La Canciller alemana no puede entender que el presidente estadounidense, Barak Obama, anduviera espiando su teléfono móvil.
Que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos haya hurgado en las comunicaciones privadas de ciudadanos comunes, políticos, empresarios y hasta de otros presidentes como la brasileña Dilma Rousseff y del mexicano Enrique Peña Nieto, es algo que poco o nada preocupa a los poderosos, y hasta lo ven como normal.
Pero cuando los ojos de los servicios secretos norteamericanos indagan en el armario de los «amigos», el asunto es bien distinto y levanta grandes ronchas como las que hoy exhibe la Jefa del Gobierno de Berlín.
Por eso, a pesar de que desde junio el ex consultor de la NSA Edward Snowden, destapó la caja de Pandora con sus revelaciones sobre el espionaje masivo e indiscriminado de Washington a las telecomunicaciones mundiales, Alemania no pareció incomodarse mucho, si acaso pidió alguna explicación, razón por la cual los socialdemócratas llegaron a acusar a Merkel de tener mano blanda con respecto al tema.
Pero ya los servicios secretos alemanes están casi seguros de que Merkel está en la mira de los espías estadounidenses. Y ante la alerta, la Canciller llamó furiosa a Obama para pedirle nuevamente explicaciones, como lo hizo también el presidente galo Francois Hollande.
El espionaje contra sus socios europeos era un fantasma que empañó la visita de Obama a Berlín hace un par de meses, pero nada pasó de una inquietud. En ese momento, Obama intentó convencer a su homóloga alemana de que la NSA no había invadido la intimidad de los germanos, mucho menos la de Merkel. «Si quiero saber qué piensa la Canciller no tengo más que llamarla», dijo entonces el jefe de la Casa Blanca.
Incluso, se realizó la primera ronda de conversaciones del tratado de libre comercio entre Washington y la Unión Europea, donde Alemania es un peso pesado.
En respuesta a la demanda ahora de Merkel, la Casa Blanca muestra, sin embargo, oídos sordos, o en el mejor de los casos sale con explicaciones que buscan tranquilizar a sus socios, pero no logran apagar la certeza que muestran las investigaciones de los servicios de inteligencia europeos.
El vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, asegura que Obama no tiene intención de vigilar a Merkel, y ahora que ella parece estar renuente a tragarse ese cuento, y segura de sufrir el espionaje en carne propia, afirma que es una práctica condenable e «inaceptable».
Pero la respuesta de los mandatarios de Alemania y Francia, o de cualquier otro país europeo no debiera quedarse en un simple pedido de explicación que parece más bien tener la intención de tranquilizar a quienes acusan a los Gobiernos del bloque de ser cómplices de los espías, y no evidencia una verdadera indignación por la violación del Derecho Internacional y de la soberanía nacional, como sucedió en América Latina.
A fin de cuentas, han pasado cuatro meses de las revelaciones de Snowden, y Washington sigue haciendo mutis, y lo que es peor, las autoridades de la Casa Blanca citadas por el Parlamento Europeo para rendir cuentas sobre el asunto se han negado a hacerlo.
En concreto, solo los embajadores citados por los ministros de Exteriores de cada nación «víctima» han dado la cara, pero sin detalles sobre el espionaje, arguyendo como fachada el pretexto de no poder develar información que concierna a la seguridad nacional de EE.UU., la única razón esgrimida por la Casa Blanca para justificar su campaña de vigilancia global.
El tema, que no estaba en la agenda de la cumbre de líderes europeos que comenzó este jueves y culmina hoy viernes, signó el inicio del cónclave. Los Jefes de Estado elevaron un poco la voz ante Washington, pero solo eso. No se vislumbraba alguna medida en concreto para frenarlo, ni parecía haber consenso entre los miembros del bloque.
Por el momento, la respuesta más relevante es la del Parlamento Europeo, que el miércoles aprobó una resolución pidiendo suspender el intercambio de datos bancarios, mediante el cual la UE pone en las manos de Obama información sobre millones de transferencias bancarias de supuestos terroristas, y que pudiese estar usando Washington para su provecho y afianzar sus intereses políticos, geoestratégicos y económicos. Sin embargo, la resolución no es vinculante.
¿Dará esta vez la UE su grito de independencia ante quienes desde el otro lado del Atlántico la mantienen plegada políticamente?
Merkel en auto con patente «007»
Berlin, octubre 24 (ANSA).— Con un simbolismo involuntario, o acaso no tanto, en sintonía con el escándalo de espionaje, la canciller alemana Angela Merkel llegó a la Cumbre de Bruselas a bordo de una limusina con la placa «007», como el famoso agente James Bond de la ficción.
Con chaqueta roja y sonrisa abierta, la canciller fue abordada por un enjambre de periodistas que buscaron hacerle preguntas sobre el escándalo y su rol de ilustre víctima de espionaje.
La elección del coche con matrícula belga, sin embargo, no parece intencional. Ya en los días pasados, en el funeral del ex primer ministro Wilfried Martens, Merkel había llegado con la placa «007»”.
Mejor casualidad (o mensaje), imposible.