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Bloquear el petróleo iraní, una decisión arriesgada

La Unión Europea sigue ciegamente las órdenes de EE.UU. para castigar a Teherán. Otros, más sensatos, no se dejan arrastrar por temor a que sus economías sean las más afectadas

Autor:

Jorge L. Rodríguez González

Estados Unidos pretende arrastrar a sus socios a la guerra económica contra Irán. Sin embargo, no todos los que aparecen en la lista de cooperadores de la Casa Blanca están muy convencidos de sumarse a esta nueva racha de la gran tormenta occidental que ha debido enfrentar la nación persa en más de 30 años de hostilidad. Y la razón es muy práctica: temen que el tiro les salga por la culata y golpee sus intereses nacionales.

Las medidas que ahora trata de impulsar la Unión Europea (UE) se sumarían a la ley adoptada por Estados Unidos para sancionar a instituciones financieras que mantengan negocios con el Banco Central de la República Islámica de Irán, el cual maneja los fondos del comercio de crudo.

Hasta el momento, los Gobiernos de la UE parecen haberse puesto de acuerdo sobre el bloqueo del petróleo iraní, con excepción de Grecia.

La medida punitiva prohibiría inmediatamente cualquier nuevo contrato petrolero con Irán y daría de plazo hasta el 1ro. de julio para poner fin a los ya existentes.

Pero la reticencia de Grecia, el Estado europeo con mayor dependencia del crudo procedente de Irán, es un obstáculo para la aprobación de las sanciones, prevista para este lunes.

Atenas tiene hasta 60 días para pagar el crudo iraní sin necesidad de avales financieros, por lo que el país helénico quiere asegurarse de seguir teniendo preferencias similares. Pero eso será difícil, debido a la delicada situación financiera del país, muy endeudado.

Por el momento, la UE trata de convencer a los griegos de que otros productores de crudo podrían sustituir los suministros iraníes con un arreglo favorable a Atenas. Sin embargo, reconoció que no podría lograr nada concreto hasta el lunes, por lo que es muy probable que el país helénico continúe reticente.

No obstante, existe el temor generalizado de que la nueva oleada de sanciones contra Teherán pueda disparar los precios del petróleo a la estratosfera. De hecho, ahora mismo, en medio de un contexto de inseguridad en el Medio Oriente, y cuando Estados Unidos e Israel barajan la posibilidad de atacar a Irán, el barril Brent (ideal para la producción de gasolina) aparece por encima de los 110 dólares.

No pocos analistas del sector estiman que la tarifa pudiera escalar hasta los 200 dólares. Y eso sería un golpe fatal para una Europa donde la crisis amenaza incluso con la desintegración del bloque.

Francia, uno de los más activos defensores del embargo, compra solo tres por ciento de su petróleo en Irán; sin embargo, Italia, España y Grecia, importan 13, 15 y 30 por ciento, respectivamente. De ahí que lograr un consenso no haya sido fácil, y se seguirá debatiendo en una reunión de cancilleres del bloque de los 27 este lunes.

Dudas similares asaltan a gobiernos asiáticos aliados a Washington, a los cuales Estados Unidos solicitó apoyo para presionar al Gobierno iraní. En medio de la visita de Robert Einhorn, asesor especial del Departamento de Estado norteamericano, a Corea del Sur, el canciller de ese país, Kim Jae-shin, no negó su incondicional apoyo a la Casa Blanca, pero advirtió que el plan requiere más negociaciones con EE.UU. —del que depende en materia de seguridad— antes de llegar a puntos concretos, pues a su ejecutivo le preocupa que las sanciones a la nación islámica dañen la economía doméstica.

La inquietud es lógica, teniendo en cuenta que la dependencia surcoreana al petróleo iraní ha crecido. En 2010 las compras del crudo persa representaron el 8,3 por ciento del total adquirido por este país, tasa que se elevó a 9,6 por ciento en los primeros 11 meses del año pasado. Y buscar un nuevo proveedor en tan poco tiempo no será tarea fácil, como lo reconoció la Cancillería surcoreana.

Mohsen Qamsari, director de Asuntos Internacionales de la petrolera estatal iraní National Iranian Oil Co., aseguró que Irán  renovó el contrato a un año con las empresas surcoreanas. Para 2012 Seúl estima comprar el diez por ciento de su crudo (200 000 barriles por día (bpd) en Irán, un poco más que en 2011, por lo que algunos funcionarios de la nación asiática aseguran que sus refinerías buscan alternativas y exenciones al endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos contra Teherán.

Japón, hasta donde viajó el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, con el mismo objetivo que Einhorn, se encuentra en una disyuntiva similar por su dependencia de las importaciones del crudo, la que ha aumentado después de la crisis en la central nuclear de Fukushima-1, provocada por el terremoto y tsunami de marzo pasado. Buena parte del crudo que necesita Tokio lo compra en Irán.

Turquía, que importa de la nación persa más del 30 por ciento del petróleo y cuyas relaciones con Teherán no están en el mejor momento —Ankara aceptó acoger parte del escudo antimisiles de la OTAN—, dijo que no cumplirá las peticiones de Washington, su aliado en la región y socio en la Alianza Atlántica. Solo se atendrá a las sanciones de la ONU, según anunció la Cancillería turca, luego de un encuentro, hace unos días, entre su ministro, Ahmet Davotoglu, y el presidente del Parlamento iraní, Alí Alarinjani —este también se reunió con el premier turco, Recep Tayyip Erdogan.

Recientemente la Corporación de Refinerías de Petróleo Turcas (Tupras), el principal importador de crudo del país, firmó un acuerdo para comprar a Teherán nueve millones de toneladas del oro negro. Erdogan no está dispuesto a enfrentar ahora una crisis energética, después de un 2011 bastante difícil para Turquía.

Tampoco se debe desdeñar la advertencia de Irán de cerrar el Estrecho de Ormuz, por donde transita el 30 por ciento del petróleo que se consume en el mundo, 70 por ciento del cual procede de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), en la que la República Islámica ocupa el segundo puesto, con una remisión de hasta 2,5 millones de bpd —unos 500 000 de esos barriles van a la UE, el segundo mercado iraní después de China.

El Estrecho de Ormuz tiene 34 millas (21 kilómetros) de ancho en su punto más angosto. En esta sección hay dos canales de dos millas de ancho (uno en cada dirección) para la circulación de buques cisterna, y una zona intermedia de dos millas de ancho, lo que torna al estrecho en una zona extremadamente vulnerable al bloqueo.

Pertrechos de guerra económica

Occidente está consciente del golpe que podría asestar a sus economías el bloqueo del crudo iraní. Pero en lugar de ponerle un stop, busca alternativas que le permitan concretarlo y amortiguar las consecuencias. Para ello empuja a la Agencia Internacional de Energía (AIE), que asesora a 28 países consumidores de petróleo, a liberar hasta 14 millones de bpd de crudo almacenados en EE.UU., Europa, Japón y otras naciones. Este plan de contingencia, que se implementaría durante un primer mes, es cinco veces más grande que la mayor liberación en la historia de la agencia, en respuesta a la invasión iraquí de Kuwait en 1990.

Recientemente el canciller francés, Alain Juppé, dijo que países productores de petróleo no identificados aumentarían su producción para compensar una prevista prohibición de la UE del petróleo iraní. Es claro que en esa lista de colaboradores se encuentran Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Libia. El comisionado de Energía de la UE, Gunther Ottinger confirmó la disposición de la Casa de Al Saud.

Sin embargo, esa alternativa no sería suficiente para contrarrestar el funesto golpe que significaría el cierre del Estrecho de Ormuz, por donde cada día transitan unos 13 buques-cisterna con 16 millones de barriles de crudo.

Si la vía es bloqueada, Arabia Saudita, el mayor exportador de petróleo, podría despachar más crudo a través del sistema nacional de oleoductos este-oeste hasta el puerto de Yanbu, en el Mar Rojo. Pero esa red tiene una capacidad efectiva de unos 4,5 millones de bpd y, después de abastecer a las refinerías nacionales, solo dispondría de tres millones de bpd para exportar, según fuentes del sector citadas por Reuters.

Los Emiratos Árabes Unidos, por su parte, pretenden poner en marcha un nuevo oleoducto que evitará a Ormuz, al unir el yacimiento petrolífero de Habshan, situado en Abu Dabi, junto a las costas del golfo Pérsico, con la terminal del emirato de Fuyaira, en la orilla del golfo de Omán. La tubería, de unos 360 kilómetros, tendrá capacidad para transportar 1,5 millones de bpd al Océano Índico.

El proyecto, valorado en 3 300 millones de dólares y cuya construcción comenzó en 2008, ha presentado diversas dificultades que retrasaron su estreno. Lo previsto era que el oleoducto arrancara a inicios de este año, pero según los últimos pronósticos, entrará en funciones en junio. Para esa fecha ya estaría a punto de vencerse el plazo que daría la UE (hasta el 1ro. de julio) para que sus miembros cierren los contratos petroleros con Irán. Entonces los más afectados por la medida punitiva (España, Italia y Grecia) encontrarían un respiro.

Libia, otro de los grandes de la OPEP, en cambio, aún no se recupera de la guerra que desató Occidente contra Muammar Al-Gaddafi. Aunque se presupone que las grandes potencias lograron allí su objetivo, aún la nación norteafricana —con 1,6 millones de bpd— no ha podido poner en funcionamiento toda su infraestructura petrolera. Además, después de tres meses del asesinato del líder libio, aún predomina la inseguridad, y diversas bandas armadas que fungieron como peones de la OTAN, se hacen de feudos y se disputan territorios.

Si Libia cae en otra guerra civil, podría tardar mucho más en recobrar su capacidad productora. Por tanto, el Estrecho de Ormuz sigue siendo estratégico.

Con sus recientes maniobras militares Velayat-90, que se extendieron desde el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán (Mar de Omán) al Golfo de Adén y el Mar Arábigo, Irán envió un claro mensaje: podría cerrar ese paso estratégico y valora la idea muy en serio. Entonces, las consecuencias serían catastróficas para todos.

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