CARACAS.— Mientras esperaban la llegada del presidente Hugo Chávez Frías, el teatro Teresa Carreño desbordaba de entusiasmo. Una consigna sobrepasaba a la otra en las voces de 1 300 Vencedores, los estudiantes de la Misión Ribas, que en representación de 85 120 en toda Venezuela, recibían este 2 de diciembre su título de bachiller. Proeza de hombres y mujeres —trabajadores, campesinos, amas de casa...—, que con voluntad decidieron salir de la exclusión garantizada por la ignorancia.
Nada de puros discursos, el diálogo al que el líder de la Revolución Bolivariana tiene acostumbrado a su pueblo, salta de un tema a otro: la recordación del aniversario del desembarco del Granma y el agradecimiento a la asesoría cubana a las Misiones Educativas; destacar que el 72 por ciento de los graduados de esta tarde son mujeres; el hilo conductor de la historia de esta América Nuestra que nos advierte que estamos en una misma lucha y tenemos un enemigo común, a través del análisis de la más reciente Reflexión del compañero Fidel «¿Existe margen para la hipocresía y la mentira?»; la explicación al pueblo de la intervención de cuatro bancos privados y la gran estafa que significa el capitalismo; el desenmascaramiento de la guerra psicológica, y la advertencia de que «ni Chávez se va, ni Venezuela se va a hundir».
Lo más emocionante, lección mayor para todos: el ejemplo de Lucindo Camacaro, Cándida Rosa Vargas y Leopolda Rondón, declarados con toda razón y el asentimiento unánime del alborozado auditorio como «héroe» y «heroínas» de esta Misión Ribas, para la patria bolivariana toda.
Los tres comenzaron sus estudios con la Misión Robinson. Aprendieron a leer y escribir, cursaron hasta el sexto grado, concluyeron ahora el bachillerato, y hasta alguno estaría dispuesto a seguir transitando en esa autopista florida del conocimiento hasta la Misión Sucre, y alcanzar los estudios universitarios.
¿Qué de particular tiene el trío para que Chávez los sentara en la Presidencia de este hermoso encuentro estudiantil de adultos y los declarara Padrino y Madrinas de la octava promoción? Que Lucindo tiene 71 años, Cándida Rosa, 77, y Leopolda, 75. Seres extraordinarios, con duras vidas de trabajo.
Ese es el espíritu, y el presidente Chávez les dijo a todos, a los más jóvenes que compartieron aulas con ancianos decididos a cumplir sueños una vez truncados por la pobreza, que había que cumplir las dos premisas establecidas por El Libertador Simón Bolívar para ser honrados y felices: la educación y el trabajo.
Gabriel Urdaneta, pastor religioso, ciego que ve en el espíritu, y uno de los cinco bachilleres a los que se les entregó el título en nombre de los 85 120, bendijo a Chávez con palabras de aliento y compromiso: «Te ha tocado duro, pero hay que echar el resto». La respuesta pudiéramos traerla en una frase de las palabras pronunciadas por el embajador cubano Rogelio Polanco Fuentes: «La recompensa es esta maravilla».