Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Camas por chinchorros (II y final)

La Misión llega al Amazonas con las primeras ayudas para personas con discapacidad, las más necesitadas, ancianas y enfermas, en atención a los estudios de los médicos de Cuba, y a la voluntad del Gobierno bolivariano

Autor:

Marina Menéndez Quintero

El trabajo de los médicos es respaldado por la Fuerza Armada de Venezuela. Foto: Jorge Abreu PUERTO AYACUCHO, Amazonas, Venezuela.— La sorpresa llegaría como todo allí, por el agua, en la lanchita con techo y motor que aquí llaman «el bongo».

Expectantes desde el amanecer y aún de muy lejos, los habitantes de San Pablo de Cataniapo habían divisado el arribo del helicóptero que ahora rodeaban arrobados, con una risa contagiosa e ingenua: había alegría pero también, asombro.

Como siempre, todos estaban levantados desde temprano; solo que esta mañana no habían ido a sus labores cotidianas aunque las tortas gigantes y finas de casabe estuvieran ahí, sobre esteras y secándose al sol, como hacían sus ancestros. Vuelta para allá, vuelta para acá hasta que se «doren», en un proceso mucho más rápido y seguro que la elaboración del mañoko, el polvo logrado a partir de la misma yuca seca, y que servirá para hacer refrescantes bebidas y espesar los caldos... Es la base de su alimento si no fue buena la pesca, y se cuenta que hay banquete si cazan una lapa. Casi no comercian.

Desde el aire era posible apreciar mejor la soledad en que subsisten. Ni una vereda, ni un camino.

Sin embargo, pronto llegarían a San Pablo de Cataniapo las primeras ayudas para las personas con alguna discapacidad, para las más necesitadas, ancianas y enfermas, en atención a los estudios que están haciendo los médicos de Cuba, y a la voluntad del Gobierno bolivariano de que ellos también estén atendidos.

Se trata, apenas, del saldo inicial y más inmediato de la Misión Doctor José Gregorio Hernández, que llega a Amazonas después de «recorrer» todo el país.

Colchones, refrigeradores, pañales dese-chables, sillas de ruedas y para el aseo, bastones y espejuelos correctivos se cuentan entre los primeros artículos repartidos. Y los de San Pablo, esperan...

Una pirueta más del helicóptero entre las nubes y la comunidad había aparecido en medio de la inmensa vegetación y a la vera del Cataniapo, uno de los muchos ríos que vierten sus aguas en el Orinoco, multiplicado así para bañar los más recónditos parajes de la Amazonía venezolana.

Atrás quedaban kilómetros y kilómetros de un verde pertinaz repartido en todas las tonalidades, y solo interrumpido por el chocolate oscuro de gigantescas montañas que aquí son «cerros». Viendo aquel espectáculo magistral, cualquiera entiende mejor porqué despierta tantas apetencias uno de los pocos pulmones que le quedan al planeta.

En vez de las ropas habituales, los de San Pablo lucen sus mejores galas. Bien alisadas, tres lindas muchachas dejaban brillar al viento y el sol el lustroso pelo negro de los piaroas. Prenda impensada en aquella localidad, el hermano mayor había decidido usar la camiseta de su equipo de fútbol favorito: Argentina.

Entonces uno desenfundó la cámara y pidió una foto a los jóvenes, aguerridos y complacientes pilotos de la tripulación.

Pero la aparente inserción de San Pablo en la vida moderna se sigue dando la mano con las costumbres y tradiciones, y una soledad dictada por la geografía pero, también, por la exclusión de cinco siglos.

Ese entorno confiere a la Misión José Gregorio ribetes que rebasan el necesario acto médico.

No se trata solo de detectar las incapacidades intelectuales y de otro tipo por motivos genéticos, y de llevar a todos un poco de salud... De algún modo, también se están paliando las secuelas del abandono contra el que no cesa de luchar la Revolución Bolivariana.

San Pablo de Cataniapo lo sabe. ¡Por eso está de fiesta!

Fuerza Armada distinta

Poco podían haber hecho los doctores sin los cuatro cuerpos de una Fuerza Armada que hace tiempo demuestra su derrotero, también social, en Venezuela.

Ellos proveen buena parte de la logística junto a la policía de Miranda, estado por donde comenzó la Misión y cuyo gobernador, Diosdado Cabello, ha enviado a Amazonas helicópteros y lanchas que comparten la labor con las naves del Destacamento fluvial no. 914, del territorio amazónico. Dedicado ese contingente a la vigilancia costera en una zona que colinda con Colombia y Brasil, y donde es necesario enfrentar el contrabando, los hombres del 914 conocen el cauce de cada río como la palma de la mano.

Casi tan bien como ellos conocen el cielo amazónico los pilotos de Miranda: un infatigable trío encabezado por el capitán Omar Marcano que hace 20 días no descansa trasladando médicos y enseres, y dispuesto a cumplir cualquier encomienda.

—Los helicópteros de la policía también son de la comunidad y nos debemos a ella

—afirma Marcano.

Desde su despacho o sobre el terreno, el general de brigada Rubio Silva, comandante de la 52 Brigada de Infantería de Selva y comandante de la guarnición militar de Puerto Ayacucho, está al tanto de cada detalle a cualquier hora.

—Amazonas es el segundo estado de Venezuela y mayormente selvático, así que el apoyo tiene que ser aquí muy fuerte —explica.

«Estamos respaldando una misión tan loable como esta, gracias a la cual tenemos aquí una presencia muy significativa de científicos cubanos. Para nosotros es muy importante contar con ese recurso humano; y sabemos que va a ser muy beneficioso para el territorio.

La colaboración de la Fuerza Armada es aún más indispensable cuando los médicos y especialistas cubanos que examinan, cu-ran y diagnostican a cada habitante del estado en un «levantamiento» integral de salud, se adentran en parajes remotos que los obligarán a acampar durante varios días en plena selva.

—Me admira cómo la Fuerza Armada de Venezuela apoya las misiones sociales

—comenta la viceministra cubana de Salud Marcia Cobas, coordinadora de la Misión Doctor José Gregorio Hernández.

«Eso me reafirma el concepto de que no solo están para defender la Revolución Boli-variana con las armas sino también con las ideas, y con el trabajo social para el pueblo».

¡Y llegó el bongo!

Azorada frente a la «nevera» —refrigerador—, la pequeña Elisa no articula palabra a pesar de que la luchadora social encargada de hacer llegar a cada quien lo que dice la lista en su mano, le pregunta insistente:

—¿Te gusta, Elisa?... ¿Te gusta?

Ella ha sido una de las beneficiadas por la carga que trajo el bongo, por fin, al filo del mediodía.

Solidarios y cooperativos como son siempre los indígenas, los vecinos caminaron raudos hacia el atracadero cuando la embarcación dobló el último recodo en el Cataniapo y enfiló hacia ellos. Todos se aprestaron a brindar sus hombros.

Las casas, levantadas en dos filas a lo largo de una limpia y brillante explanada, quedaron desiertas por el alborozo que los sacó afuera a todos. Algunas mantienen la estructura de la clásica churuata, toda de palma y techo cónico, que casi es emblema en Venezuela. Otras más «modernas» tienen las paredes de adobe, y están cubiertas con una cal que las blanquea.

En un castellano difícil, Ramón Martínez, como se identifica el «capitán» —líder que en otro tiempo habría sido una suerte de cacique—, expresa la satisfacción, que en sus compatriotas es visible solo en las risas y la contentura de los ojos aunque el artículo que lleven a la espalda no sea para ellos, sino para otro.

—Nos alegramos; es felicidad para los niños y para los mayores —asegura el «capitán» mientras reitera con la cabeza.

En su desprovista casa, Don José también podrá beber desde ahora el agua fría y conservar mejor la escasa variedad de alimentos.

Más desenvuelto que Elisa, el viejo abre la puerta del refrigerador para que los vecinos vean.

También le ha llegado un mullido colchón... Pero no sabe si se acostumbrará a usar cama, por cómoda que sea. ¡A fin de cuentas, toda la vida durmió en el chinchorro*!

*Chinchorro: Hamaca tejida como la red que sirve para la pesca.

Barrio Adentro Ayuda

Seis municipios en la selva, de los siete con que cuenta el estado, resultan todo un reto para los médicos cubanos que prestan colaboración aquí. Pero se encuentran en todo el territorio.

Ernesto Camilo Cabrera Morejón, al frente de los 187 cooperantes que integran la Misión Barrio Adentro en Amazonas, reconoce que el trabajo suele ser complejo.

En el extenso territorio de 183 000 kilómetros cuadrados abundan enfermedades endémicas. Dengue, paludismo, leptospirosis, y además picaduras de serpiente y ataques de animales feroces —aunque ningún cubano los ha sufrido— confieren especificidades que hacen peculiar el trabajo.

A ello se añade que entre sus pacientes están los habitantes de 19 comunidades indígenas, con sus costumbres ancestrales.

«Su régimen de alimentación es a base de carbohidratos, principalmente, elaborados a partir de la yuca».

Hay también malos hábitos higiénicos y poca infraestructura para las aguas negras. El manto freático es muy alto debido a que es una tierra bastante húmeda, y las aguas frecuentemente se contaminan... Ello explica que sean recurrentes las enfermedades diarreicas.

Incorporados ahora a la «José Gregorio», como comúnmente se le llama aquí a la nueva misión, los médicos de Barrio Adentro consideran que el estudio integral que se realiza contribuirá al trazado de nuevas estrategias, comenta el doctor Ernesto Camilo.

«Todo lo que hemos “descubierto” en estos días va a ser muy importante para nuestra labor», asegura.

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