BRUSELAS.— Bélgica se encuentra de nuevo hundida en la crisis política tras la dimisión del primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, que ha sido incapaz de superar las diferencias «irreconciliables», según sus propias palabras, entre las dos comunidades principales del país: flamencos (de habla neerlandesa) y valones (de habla francesa).
La dimisión de Leterme, que no ha sido ni aceptada ni rechazada todavía por el rey Alberto, deja a Bélgica en total inmovilidad política, apenas cuatro meses después de que el líder flamenco lograra formar a duras penas un gobierno de gran coalición, reportó EFE.
Los partidos flamencos habían condicionado la supervivencia del gobierno federal a la conclusión, antes del 15 de julio, de un acuerdo sobre una nueva descentralización del Estado, incluida la escisión del distrito electoral y judicial de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV).
En estos cuatro meses, Leterme había conseguido que los cinco socios de la coalición (democristianos y liberales flamencos y francófonos, y socialistas francófonos) se pusieran de acuerdo sobre el presupuesto y un paquete socioeconómico plurianual, pero no había conseguido avanzar en el terreno institucional.
El Palacio Real ha informado hoy que el rey Alberto ha decidido dejar «en suspenso» la dimisión del primer ministro, y ha abierto una serie de consultas que puede durar días. De hecho, el monarca puede rechazar la dimisión de Leterme y pedirle que prolongue su mandato hasta junio de 2009, al frente de un gobierno encargado solo de hacer frente a la crisis económica.
Es muy improbable que de aquí hasta ese entonces, los partidos del norte y el sur del país puedan arreglar la disputa institucional, que deriva precisamente del deseo de Flandes (al norte y más rica) de obtener mayores competencias en sanidad, empleo, seguridad social, circulación e inversiones, algo a lo que se oponen los partidos de Valonia (al sur, menos adelantada y con un desempleo tres veces mayor), que ven en esto un rejuego para avanzar hacia la partición del país.
Respecto a Bruselas, un área en que la lengua principal es el francés, pero que está enclavada en Flandes, los residentes allí pueden votar por partidos flamencos o valones, algo que los flamencos consideran una discriminación para otras zonas del país, por lo que exigen la escisión de este distrito, en el que viven muchos francófonos.
Los valones piden a cambio compensaciones en el acuerdo general, como ampliar el territorio de Bruselas o contar con un corredor que comunique a su región con la capital, pero cualquier opción que implique ceder territorio a Valonia resulta inaceptable para los flamencos.