A medida que avancemos en el dominio de herramientas y lenguajes, podremos monitorear mejor el desarrollo de las habilidades infantiles en la red
Crecieron juntos en el barrio. Él, el típico chico problema que a duras penas terminó la secundaria, siempre enredado en mentiras, adicciones e indisciplinas graves. Ella, la niña modelo aplicada en sus estudios, el arte y las clases de idioma en las tardes.
En la «vida real», jamás tendrían una relación amorosa, no solo porque los padres de la chica lo mirarían con malos ojos, sino porque no tienen intereses ni valores que los aproximen. Ya ni siquiera viven en la misma ciudad.
Sin embargo, su vínculo en las redes va más allá de la sana amistad entre adolescentes. Al punto que él le pidió fotos íntimas, para probar qué tan especiales son sus afectos y, como garantía, prometió no mostrarlas a nadie.
Lo increíble es que ella creyó en su palabra, obvió todo sentido de alarma y pudor, sin pensarlo envió por el chat las selfies en ropa interior, ¡y luego se molestó con sus padres cuando le retiraron el teléfono y le advirtieron que no se lo devolverían hasta que no diera muestras de madurez y mayor autoestima!
Lastimosamente, esta es una historia común, y ojalá no tenga para su protagonista las tristes consecuencias que ha tenido para otras niñas y adolescentes en todo el planeta, porque la red de redes se ha convertido en coto de caza para personas inescrupulosas, que irrumpen en espacios privados para apropiarse de imágenes que luego negocian con sucios intereses.
En ese tipo de sucesos influye que muchas familias se enfrentan hoy a este fenómeno desprovistas de herramientas de control adecuadas. A veces, ni siquiera manejan bien las Tecnologías de la Información y la Comunicación, TIC, y se ven ante la disyuntiva del todo o nada: les dejan hacer lo que quieran y confían en su buen juicio, o no les permiten tener perfiles propios en las redes, y a veces ni celulares con cámara incorporada.
¿Y cómo hablar entonces de confianza intergeneracional? ¿Cómo tratar a las hijas menores de 16 años como sujetos de derecho, y a la vez protegerlas de depredadores sexuales y chantajistas en las redes?, se preguntan algunas madres.
Es importante fomentar la autonomía, sí, pero basada en buenas prácticas desde la ética y el dominio de las herramientas, y a eso se dedica también el Día Internacional de las niñas en las TIC, jornada a la que Cuba se sumó hace cuatro años para visibilizar proyectos nacionales e iniciativas comunitarias que buscan reducir la brecha digital de género desde edades tempranas.
La tunera Dayalé Torres, especialista de la Subdirección de Gestión de Conocimiento de la Unión de Informáticos de Cuba, explicó a JR que a esta celebración se destina el cuarto jueves de abril, y la peculiar situación epidemiológica que enfrentamos la hace más necesaria, porque las niñas están siendo cada vez más protagonistas en las redes y no solo consumidoras, como demuestran varios reportajes de nuestro propio diario.
Tal brecha digital es marcada en mujeres adultas, incluso empoderadas en otros órdenes profesionales y familiares, que también son víctimas de ciberacoso, violencia simbólica y chantajes a partir de lo que se comparte de sus vidas, estén o no al tanto de ello. Y si es así de grandes, ¿qué no pasara en edades más vulnerables, cognitiva y sicológicamente, como alertaba recientemente una lectora?
En Cuba, varios proyectos comunitarios como el que impulsan en Las Tunas buscan proveer a las familias, y a las mujeres en particular, de conocimientos para «moverse» en el mundo digital con soltura y cordura, porque se ha demostrado que en ese ambiente dominan las mismas leyes machistas que han cosificado por milenios a mujeres, adolescentes y niñas con fines mercantiles y pornográficos.
Esta prolongada estancia en casa pudiera verse como un peligro, pero también como una oportunidad: si bien las niñas y adolescentes tendrán más tiempo para «cacharrear» sus terminales telefónicas o de escritorio, también muchos padres, madres u otras personas significativas de su entorno disponen de más horas para aprender cómo funciona el mundo digital y qué les interesa a sus menores, en qué sitios o actividades pasan más tiempo y qué personas del otro lado de la línea acaparan su atención.
A medida que avancemos en el dominio de sus herramientas y lenguajes, podremos monitorear mejor el desarrollo de sus habilidades y establecer límites (de tiempo, contactos, valores y argumentos) para ayudarlas a aventurarse en las plataformas virtuales, en las que pueden consumir cultura y entretenimiento, hacer nuevas amistades o hallar un consuelo al distanciamiento de sus grupos de pertenencia, tan necesarios en esas edades…
Pero ojo, porque también pueden estar exponiendo su vida, su identidad, intereses y lagunas sicológicas, la mayoría de las veces sin estar conscientes de ello.