¿qué podía salir mal?». Así empieza su historia la selecta clientela de algunos modernos ilusionistas que se dedican a inyectar sustancias artificiales no biodegradables en glúteos, senos, rostro, brazos y otras zonas del cuerpo
«La edad pesa, la apariencia define. Mi amiga se lo hizo y estaba divina. Yo tenía el dinero y ella me conectó… ¿qué podía salir mal?». Así empieza su historia la selecta clientela de algunos modernos ilusionistas que se dedican a inyectar sustancias artificiales no biodegradables en glúteos, senos, rostro, brazos y otras zonas del cuerpo.
Luego terminan en un hospital clamando para que alguien les libre de la supuesta «fórmula mágica» que paulatinamente fue llenando sus cuerpos de manchas, dolores, fístulas, deformidades, úlceras, hinchazones y fallas funcionales, no solo en el sitio inyectado, sino en otros muy sensibles como el riñón, el sistema digestivo o el cerebro, un cuadro clínico que en 2011 fue denominado Asia por sus siglas en inglés: Síndrome Autoinmune Inflamatorio Sistémico Inducido por Adyuvante.
La doctora Alicia María Tamayo Carbón, especialista de II grado en Cirugía Plástica y Caumatología, y jefa de ese servicio en el Hospital Hermanos Amejeiras, confirmó a Sexo sentido que todas las personas sometidas a esos procederes van a sufrir algunas de las secuelas descritas, en un grado ligero o con grave peligro para sus vidas.
Pueden demorar seis meses o 25 años: No hay certeza de cuándo va a reaccionar el sistema inmunológico, pero lo hará, y como el producto ya estará diseminado por el tejido circundante o se ha desplazado hacia otras zonas, no hay forma de extraerlo sin dejar huellas irreparables. Tal vez el dolor, la muerte por embolismo y las infecciones se conjuren a tiempo, pero el daño sicológico y estético es irreversible. Por eso no se realiza en nuestros hospitales.
La demanda de tratamientos estéticos es más frecuente en mujeres, aunque cada año son más los hombres que se animan a borrar arrugas, rellenar brazos o perfilar sus glúteos. Si algo sale mal por negligencia puede denunciarse a sus responsables, pero las víctimas saben que no es lícito acudir a esos «servicios» clandestinos y prefieren callar.
En 1899 se comenzó a experimentar con la parafina y en el siglo XX se incorporaron nuevas sustancias, que terminaron en peligrosa estafa: silicona líquida, vaselina, aceite mineral o vegetal, triturados vegetales, colágenos, biopolímeros... El agua es más inofensiva, pero el volumen se pierde en pocas horas y el dinero no se recupera.
Los únicos adyuvantes artificiales aceptados hoy (no sin reservas) son el ácido hialurónico (presente en el colágeno natural) y la toxina botulínica, poderoso veneno generado por la bacteria Clostridium botulinum, responsable de la intoxicación alimentaria conocida como botulismo. En ambos casos no se recomiendan más de 10cc (centímetros cúbicos) porque el cuerpo puede rechazarlas y producir ulceraciones.
«La única sustancia segura es la grasa autóloga (extraída del propio cuerpo mediante liposucción). Con el tiempo se reabsorbe y rebaja, pero el proceder puede repetirse. Además, puede enriquecerse con plaquetas obtenidas de la sangre del propio paciente e incluso se le puede agregar antibióticos como medida profiláctica», explicó la experta.
Durante el 2do. Congreso Nacional de Cirugía Plástica y Caumatología, conversamos también con el doctor Rafael Rodríguez Garcell, presidente de la Sociedad Cubana de la especialidad, quien se refirió a los tratamientos de cirugía plástica y lipoescultura como un derecho: «No debe ser visto como algo banal, pues no solo está en juego la imagen, sino la autoestima y las relaciones», puntualizó.
En el mundo entero, la seguridad del servicio depende de tres elementos esenciales. En Cuba, la profesionalidad del personal que lo ejecuta y las condiciones del local están garantizadas mientras se acuda a una consulta habilitada en el sistema de Salud Pública. El tercer ingrediente es que el paciente conozca sus riesgos, beneficios y alternativas, tenga el buen tino de no caer en manos de «particulares» y tenga disposición para asumir un estilo de vida adecuado antes y después del tratamiento para prolongar su efecto.