¡Envejece conmigo! Lo mejor está aún por llegar. Robert Browning
Navegando por internet sorprende la popularidad que ha alcanzado en los grandes diarios un término relativamente novedoso: sexalescencia, título asumido por una generación que se autodefine como «adolescentes de 60 o más años», cuya filosofía de vida es mostrarse optimistas, mantener una actitud positiva y demostrar que el placer no se desvanece, aunque los sentidos pierdan algo de la fidelidad y frescura de la juventud.
El suplemento Clarín Buena Vida los describe como hombres y mujeres decididos a aprovechar confianza y sabiduría para mantener un rol protagónico en el ámbito afectivo, laboral y social. La palabra sexagenario no describe su realidad porque en sus planes no está envejecer con la resignación de ver pasar la vida, ni renunciar a todo lo que les gratifica, identifica y despierta su interés, como las nuevas tecnologías, el deporte o el sexo.
Como sus antípodas de la adolescencia, se apasionan con diversos proyectos para mantenerse actualizados y activos. Conscientes de la importancia de la salud física, dedican tiempo y acciones a lograrla. Su vocación es mantener el alma joven para gozar de autonomía y defender el compromiso adquirido con la vida tras una adultez satisfactoria en la que el trabajo socialmente activo funcionó como ideal de realización, además de sostén económico.
Como disfrutan de la independencia que garantiza su empleo, se sienten bien en su rol social y ni sueñan con jubilarse, pero si ya lo han hecho disfrutan cada día sin miedo al ocio o a la soledad, viendo en ambos estados de la mente una oportunidad para el crecimiento interior.
Al decir de la web bloghenryjleal.wordpress.com, las personas sexalescentes «celebran el sol cada mañana y sonríen con frecuencia, conscientes de que el optimismo protege el cerebro, la actitud positiva equilibra el sistema inmunológico, el corazón resiste mejor cuando hay voluntad y todo es más sano cuando se aprende a caminar a conciencia plena por la vida».
En resumen, se autodescriben como seres saludables, curiosos y activos, y no es de extrañar porque se trata de la generación que estrenó su juventud en los revolucionarios años 60 del pasado siglo y desde entonces han liderado grandes cambios en todo el planeta.
Esas mujeres fueron las primeras que como grupo lograron imponer su voluntad y posicionarse en el espacio público de un modo que sus madres ni habrían soñado, creando sus propias empresas, viviendo solas por elección, teniendo hijos por su cuenta, estudiando y ejerciendo oficios tradicionalmente asignados a los hombres...
Si miramos a nuestro alrededor, también en Cuba hay muchas personas cuya trayectoria es parecida y pudieran hacer suya esa optimista filosofía, pues desde el Club de los 120 años, la Universidad del Adulto Mayor y diversos proyectos comunitarios, asumen esta etapa no como el principio del fin, sino como oportunidad para rescatar sueños pospuestos, incluida la reconquista de parejas que se dejaron ir o las elecciones reprimidas por temor al disgusto familiar.
Claro que lo mejor es prepararse desde antes, y eso incluye habituar el cuerpo a un estilo de vida saludable desde la lozanía para llegar a la vejez con ánimos, flexibilidad y resistencia, pero también atemperar el espíritu y enfrentar con sabiduría los cambios de ritmo en cada década, los retos, obstáculos e inevitables pérdidas, sin renunciar en ese camino a buscar el punto de equilibrio interior.
En el sitio mejorconsalud.com se apunta que la alimentación saludable, el ejercicio y la evasión de los contaminantes desempeñan un papel importante con respecto a «qué tan bien uno se ve y se siente a medida que envejece», pero la actitud también influye, porque «mi verdadera edad está en mi sonrisa, y en mi mirada el color de las ilusiones». Ese es el credo de quienes no solo viven más años, sino que además logran que estos sean realmente felices.
El doctor Mercola, consejero con gran número de seguidores en las redes sociales, explica que en el estilo de vida de cara a la vejez influye también la atención a las necesidades emocionales: Con cada año acumulado tú decides si vas a ser feliz, pensar positivamente, socializar, buscar experiencias emocionantes, y si vas a relacionar el envejecimiento con estereotipos positivos y no negativos.
Las culturas orientales reverencian a sus mayores como fuente de sabiduría, regocijo y fortaleza. Esa mirada hace que desde la infancia se les eduque en el cuidado del cuerpo como el templo donde atesorar toda la experiencia.
Desde esos paradigmas se enseña que hasta el instante de la despedida contemplamos el mundo como seres sexuados, y acumular años o achaques no significa renunciar al placer, y mucho menos programarnos una obsolescencia para la sexualidad.
No tiene caso renegar de ese proceso natural de envejecer o intentar engañarnos con cirugías y maquillajes. Es mejor alegrarse por quienes logran llegar hasta ahí con ilusiones, deseos por cumplir y energía para realizarlos.