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Sexualidad y comunicación: a contraluz del tiempo

Las diversas sociedades y la evolución de sus valores culturales han provocado nuevas interpretaciones y valoraciones sobre la sexualidad, transformación que ha impactado las relaciones sociales de muchas maneras

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Roswel Borges Castellanos*

La vida, ve usted, no es tan
buena ni tan mala como se cree.
Guy de Maupassant

EL ser humano es, por naturaleza, un ser sexual y lleva implícito todo lo relativo a la sexualidad a través de su desarrollo vital e histórico-social, pero han sido las diversas sociedades y la evolución de sus valores culturales, las que han provocado nuevas interpretaciones y valoraciones sobre este asunto, que antes no habían sido oportunamente avizoradas. Esa transformación ha impactado las relaciones sociales de muchas maneras.

Ello se evidenció principalmente con la explosión sexual vivida en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX, en Estados Unidos y Gran Bretaña, la cual repercutió en gran parte del resto del mundo. Desde entonces se han hecho más evidentes las pautas económicas, legales, culturales y psicosociales que determinan esa evolución, cuyo reflejo resulta especialmente polémico, tanto en los medios académicos como en la vida cotidiana.

Una de esas cuestiones que afrontamos en la época contemporánea radica en los roles de género asignados al hombre y a la mujer, los cuales fueron asumidos sin grandes contradicciones siglos atrás, pero hoy aparecen como una fuente de contradicción, pues las nuevas generaciones muestran una marcada tendencia a negar tales asignaciones o a vivirlas y expresarlas como un fenómeno en revisión.

Cuba, por supuesto, no escapa a esta realidad. Aun cuando han surgido innumerables investigaciones al respecto, se hace necesario ahondar en cuestiones que reflejan una asimilación todavía ambigua de la sexualidad en su más amplia acepción.

No importa lo que hagan muchachos y muchachas —ya sea que trabajen, estudien, jueguen, lean un libro, vean una película, se enfrenten críticamente a uno de sus camaradas o conversen con sus amigos—, su actividad tiene siempre un acento de afectividad… y, por ende, también de sexualidad.

De la célula al celular

En el cotidiano hacer somos partícipes de cuestiones que, sin concientizarlas debidamente, resultan herramientas  imprescindibles para el éxito de nuestra inserción dentro de la sociedad. La sexualidad y la comunicación, como puentes indispensables de socialización, se encuentran interconectadas en el desarrollo de nuestro sistema de relaciones como seres humanos.

Saber escuchar, establecer un nivel adecuado de empatía, llevar a cabo una correspondencia entre el lenguaje verbal y el extraverbal, así como buscar retroalimentación de los mensajes y otorgar claridad y entonación correcta a nuestra plática, son aspectos fundamentales para una buena comunicación.

Este elemento cobra gran relevancia cuando se trata de la sexualidad, entendida como concreción de todo lo relativo al ser humano: su género e identidad, desempeño sexual, modo de vestir, conducir y asimilar la propia inserción social en cada etapa y circunstancia de la vida.

Una de sus facetas más importantes es la autorrevelación, por medio de la cual una persona devela aspectos de sí misma. Este proceso constituye un rasgo crucial de la Teoría de la Penetración Social (también conocida como Teoría de la Cebolla, propuesta por los profesores de Psicología Irwin Altman y Dalmas Taylor). Para estos autores, el intercambio interpersonal avanza poco a poco, a partir de áreas superficiales, hacia las capas más íntimas y profundas de la personalidad de los actores sociales.

Nuestra personalidad es, por tanto, expresión subjetiva de nuestras impresiones, pero como la vida social se genera en la relación entre individuos y grupos, en ese escenario dichas impresiones se reconstruyen cotidianamente, desde el nivel micro, conformado por la pareja y familia, hasta el macro, donde se consolida una cultura de región y país.

La pareja de investigadores Master y Johnson constató a mediados del siglo XX que el hecho de menospreciar persistentemente el intercambio de comunicaciones vitales es la causa de un buen número de las insatisfacciones que experimentan las parejas en su interacción sexual.

De nada vale entonces que el nuevo siglo traiga mejores tecnologías para sentirse conectados las 24 horas: es en ese encuentro íntimo, cotidiano y comprometido con el bienestar de la otra persona, en el que se construyen esos puentes vitales… paso a paso y capa a capa, como la sólida cebolla.

*Psicólogo, trabaja en la Asociación Hermanos Saíz, de Villa Clara.

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