El desconocimiento sobre las particularidades del sexo anal, y los disímiles tabúes que históricamente har rondada a esta práctica sexual, pueden sesgar su disfrute pleno en la pareja
En encuentros de Sexo Sentido con centenares de jóvenes a lo largo del país hemos comprobado cuántos tabúes se mantienen respecto al sexo anal, a lo que se suma un gran desconocimiento sobre los métodos adecuados por quienes no se atreven a preguntar en sus familias.
El principal temor de las chicas es que la penetración resulte dolorosa: así lo escucharon de mujeres mayores o lo han probado en sí mismas, pero confiesan sentir curiosidad. Los varones dicen estar muy motivados (también alentados por adultos), pero se quejan de que no logran convencer a sus parejas o no se sienten capaces de practicarlo bien. Para la mayoría de los homosexuales con que hablamos el tema estaba fuera de discusión (lo cual es también un mito, porque hay muchas maneras de disfrutar a la pareja), pero reconocieron que no siempre se han sentido a gusto, sobre todo si no tenían claro el estado de salud del otro o no se dieron las circunstancias románticas que deseaban.
Tales muestras de inconformidad no son exclusivas de la juventud: adultos de ambos sexos nos piden información porque quisieran complacer fantasías propias o de sus parejas sin limitaciones fisiológicas o culturales. Incluso parejas de muchos años se animan hoy a explorar ese camino para oxigenar su erotismo y recuperar el interés mutuo, pero no tienen idea de por dónde empezar.
Y lo cierto es que el mejor «empezar» en estos casos no es en la cama, sino en una farmacia, y para más seguridad en un centro de promoción de salud, donde pueden orientarles sobre las pruebas rápidas de VIH (la tranquilidad favorece el placer más que un afrodisíaco) y además explicarles cómo usar los «aliados» perfectos en este tipo de práctica.
Cualquier preservativo masculino sirve para la penetración anal, siempre que esté en fecha y se vea bien lubricado, pero además existen lubricantes a base de agua que pueden aplicarse sobre el condón, los dedos y el ano como parte del necesario preámbulo para estimular el deseo y relajar los esfínteres o músculos que cierran el recto.
Ambos productos deben estar a la mano desde el inicio mismo de los juegos sexuales. La pareja se inventará sus picardías para colocarlos, hasta que ambos ganen en habilidad: Si demoran mucho o se distraen atentarían contra la erección, y no es recomendable intentarlo si el pene no está listo, porque no sería eficaz y pueden provocarle lesiones.
El lubricante adecuado reduce las fricciones, cambia el dolor en gozo y cuida las paredes del ano, pero no hace milagros. Ambos deben estar bien conscientes de lo que va a ocurrir; así colaboran sin restricciones y se evitan traumas posteriores, físicos o psicológicos.
También se debe mantener el nivel de seducción y compromiso emotivo para que el coito se vivencie con placer y no como acto agresivo, teniendo en cuenta que en muchas culturas esta práctica ha sido empleada para vejar a las mujeres y quebrantar moralmente a los adversarios.
Otro elemento clave es que el pene no debe introducirse después en la vagina o la boca sin cambiar o retirar el preservativo, y si no hubo protección hay que lavarlo cuidadosamente. Algunos microorganismos viven en el tracto inferior del sistema digestivo sin representar un gran peligro para la salud, pero al mudarlos hacia otros sitios del cuerpo pueden causar infecciones graves.
En Cuba no se vende el lubricante aún, pero los condones Vigor de caja negra traen una bolsita que pueden usar todo tipo de parejas, sobre todo las serodiscordantes (en las que uno de los miembros es portador de una ITS y el otro no), para quienes es muy importante velar porque el condón no se rompa y reducir el riesgo de microheridas o lesiones por las que pudiera entrar el virus.
Hay muchas formas de practicar el coito anal. Desde el «beso negro» o rimming y el uso de objetos o pegging, hasta las caricias perianales y la penetración digital, que también disfrutan algunos hombres heterosexuales porque excita su próstata. Menos conocidas son la clismafilia (aplicar enema hasta el orgasmo) y la andromimetofilia y ginemimetofilia (intercambio del rol activo y pasivo entre el hombre y la mujer en una pareja heterosexual).
Como todas han sido estigmatizadas culturalmente durante muchas generaciones, deben prepararse muy bien espíritus y cuerpos para que la experiencia resulte positiva y les proporcione orgasmos intensos, y eso incluye también el contar con la discreción de los participantes.
En el caso de las mujeres ayuda mucho frotar el clítoris antes y durante la penetración (pueden hacerlo ellas mismas, si es más cómodo) y hablarles con suavidad para que se sientan seguras, y si es un hombre se le puede incitar acariciando primero sus genitales o con sexo oral.
En ambos casos el éxito depende de que el cuerpo se relaje completamente, pues la apertura del segundo esfínter depende de la seguridad y placer percibidos por una parte del sistema nervioso que no podemos controlar a voluntad.
Por eso es esencial ir despacio y penetrar sin retrocesos ni forcejeos hasta que el glande rebase al menos el primer esfínter, además de ensayar posturas que relajen los músculos de la pelvis y sean cómodas para ambos, al punto de permitirles al final quedarse acoplados unos minutos para relajarse, acariciarse, conversar… sin desatender, por supuesto, que el condón cumple una función protectora y hay que retirarlo a tiempo.