Desde tiempos ancestrales la miel de abejas ha sido empleada con fines curativos. La certeza de ese don benéfico se ha transmitido de generación en generación y llega hasta el presente
Acompañando al cariño y la dedicación de abuelas y madres, una seductora cucharada de miel corteja el remedio tomado por un enfermo. La «poción maravillosa» ha sido usada de generación en generación para tratar frecuentes males como la fiebre, el dolor de garganta y los estados gripales.
La miel de abejas, además de su valor nutritivo y su contribución a la salud humana, logra el enmascaramiento infalible del ácido del jugo de limón, o el sabor amargo de antibióticos u otros medicamentos. Gracias a ella, para el enfermo se hace más placentero el cumplimiento de la medicación.
A la miel se le han conferido propiedades revitalizadoras y estéticas. No son pocas las mujeres que cada noche deciden emplearla como especie de abono para la piel de la cara, y así apuestan por el milagro de la juventud eterna.
Todas estas acciones no son hechos privativos de nuestro mundo o nuestro tiempo. Durante siglos la prodigiosa y codiciada miel ha tenido un espacio inapreciable en la medicina tradicional. Antigua como la vida social del ser humano, de sus múltiples usos trascienden vastas evidencias.
Fue la miel el producto más popular entre los egipcios. En legendarios papiros quedaron para la posteridad más de 500 menciones en cerca de 900 remedios. De manera especial, los mensajes constatan cómo esta producción de las abejas se prescribía para el tratamiento de heridas y variadas afecciones digestivas.
Similares usanzas encontraron otras civilizaciones remotas como la romana, la griega y la china. Del mundo antiguo resaltan las prácticas del famoso Hipócrates, quien la empleaba como base para distintas dietas: podía mezclarla con vinagre (oximiel) para el tratamiento de los dolores, o con agua (hidromiel) para mitigar la ansiedad; podía combinarla con otras sustancias medicinales y agua para hacer cocteles destinados al alivio de las fiebres agudas.
Con el transcurso del tiempo el hombre, siempre curioso por desentrañar los fenómenos que lo rodean, procuraba dilucidar los milagrosos enigmas sujetos a las cualidades curativas de la miel. Así le logró descubrir interesantes propiedades: cicatrizantes, antiinfecciosas, antioxidantes, antitumorales y digestivas, entre otras muchas.
Puede ser considerada como arquetipo para quienes manifiestan: «Todo aquello que es fruto del trabajo y la laboriosidad, percibirá esencias prodigiosas». Muchos se asombrarán al conocer que para producir medio kilogramo de ese fluido viscoso y dulce, las abejas obreras deben recorrer la distancia de aproximadamente 88 000 kilómetros, y así poder obtener el néctar de cerca de dos millones de flores. De estas últimas dependen sus variadas cualidades según la zona geográfica, aunque siempre existan notorias semejanzas.
La miel está compuesta principalmente por azúcares (79,6 por ciento), agua (17,2 por ciento), y otros constituyentes menores como ácidos, proteínas, nitrógenos, aminoácidos, minerales, vitaminas y pigmentos, entre otros. Casi todos sus ingredientes tienen confirmadas propiedades benefactoras para la salud humana. Hablar de todas motivaría dedicar esfuerzos a obras voluminosas.
Una de las más estudiadas ha sido su actividad antibacteriana. Puede ser por acción directa sobre los gérmenes, ya sea por inhibición o muerte de los microorganismos infecciosos por medio de compuestos específicos como el peróxido de hidrógeno y los fenoles, o por sus propiedades físicas (la elevada osmolaridad y el medio ácido).
La acción indirecta, no menos importante, es lograda por medio de la activación de los linfocitos B de la sangre, responsables a su vez de la producción de anticuerpos, del efecto inmunoestimulante, y la elevación de niveles de óxido nítrico, sustancia con un papel importante en la defensa contra varias infecciones. Se añade la actividad probiótica, responsable de la inhibición del crecimiento de bacterias patógenas intestinales.
Algunos podrán preguntarse: ¿Atesorarán las mieles cubanas tales propiedades? Para dar respuesta podemos remitirnos a un estudio publicado en el año 2010, en la revista científica Food and Chemical Toxicology (Toxicología química y alimentaria). En la referencia, se reportaron por primera vez las características fitoquímicas y se evaluaron las propiedades antioxidantes y antibacterianas de varias mieles relacionadas con determinadas flores cubanas. Todas mostraron evidencias que exteriorizaron valiosas cualidades.
Estas mieles aderezadas con flores insulares han sido las mismas que desde hace mucho tiempo auxiliaron a los cubanos de muchas maneras. En el fragor de nuestras guerras independentistas la voluntad mambisa se contrapuso a las carencias de todo tipo. Entonces confluyeron la sabiduría cultural heredada de campesinos, negros africanos y chinos, y aparecieron remedios bendecidos por la miel —mezclada con pulpa de güira (llamada miel de güira) o solamente con agua (aguamil), se usó para curar heridas diversas.
Nuestros antepasados fueron fehacientes «Hipócrates cubanos» que nos llevaron a valorar por medio de huellas imborrables y ricas sapiencias generacionales algunas de las bondades que hoy nuestros abuelos atribuyen a la miel de abejas.
*Doctor en Ciencias Médicas, especialista de segundo grado en Medicina Interna, profesor titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana e investigador auxiliar.
Fuentes bibliográficas:
—Antioxidant and antimicrobial capacity of several monofloral Cuban honeys and their correlation with color, polyphenol content and other chemical compounds. Food and Chemical Toxicology. 2010; 48:2490-9.
—Honey and microbial infections: a review supporting the use of honey for microbial control. Journal of Medicinal Food. 2011; 14:1079-96.
—El ingenio del mambí. Tomo II. Edición Oriente. 2008.