Solo unos pocos de los cientos de logros de la ciencia mundial en el pasado año caben en esta síntesis. Esperanza, paradoja y sorpresa son factores comunes a muchos de ellos
Mientras la primera pandemia de gripe en 40 años (provocada por el virus A (H1N1), resultaba para la revista Nature lo más notable de la ciencia en 2009, su colega Science otorgó tal categoría a la descripción de fósiles del Ardipithecus ramidus, especie homínida que vivió hace 4,4 millones de años en lo que hoy es Etiopía.
El hallazgo (mantenido en discreto estudio durante 15 años) quitó el puesto a «Lucy» —el esqueleto parcial más antiguo de un homínido registrado hasta entonces— y acercó las investigaciones aún más al último antepasado común compartido por humanos y chimpancés.
«Ardi», la nueva superabuela, cambió la manera de pensar la evolución humana temprana: tras estudiar cráneo, dientes, pelvis, manos, pies y otros huesos, 47 científicos de nueve naciones determinaron que poseía una mezcla de rasgos «primitivos» similares a sus predecesores —los simios de la época del Mioceno— y rasgos «derivados» que compartía exclusivamente con homínidos posteriores.
Sin embargo, varias de sus características no aparecen en simios africanos de la época moderna, por lo que es probable que chimpancés y gorilas hayan evolucionado ampliamente desde que compartimos ese último ancestro común y resulten pobres modelos para entender nuestra propia evolución.
Al elegir los diez sucesos científicos más importantes de 2009 según su parecer, las revistas Science y Nature coincidieron solo en uno: la presencia de agua en la Luna, confirmada en noviembre por la agencia espacial estadounidense NASA cuando los sensores de la sonda LCROSS detectaron señales de agua congelada, al parecer en grandes cantidades, justo antes de impactar en un cráter conocido como Cabeus, en el polo sur de nuestro satélite natural.
Sin embargo, ambas publicaciones dejaron fuera la noticia del agua potable contenida en los polos de Marte: una capa de unos tres millones de kilómetros cúbicos que contiene tanto hielo como agua líquida.
Favoritos de Science en la rama de la astronomía fueron la colocación de nuevos lentes al telescopio espacial Hubble para prolongar su vida útil otros cinco años, y la misión conjunta de EE.UU. Alemania, Francia, Italia, Japón y Suecia para identificar nuevas clases de púlsares, lo cual amplía el conocimiento sobre las singulares emisiones de rayos gamma de estas estrellas de neutrón, altamente magnetizadas y de rápida rotación.
Science destacó también el mapa tridimensional detallado de la Vía Láctea elaborado por un equipo norteamericano, gracias al cual se constató que nuestra galaxia es un 15 por ciento más grande y un 50 por ciento más densa que Andrómeda, y no al revés como se pensaba. Su velocidad de giro es de unos 914 000 kilómetros por hora y su masa total es una vez y media más grande de lo estimado antes de este mapa, que además fue proyectado en el tiempo, algo no hecho nunca antes.
Sin embargo, a pesar de las perspectivas que el universo ofrece, es posible que EE.UU. detenga los vuelos tripulados, porque un informe gubernamental concluyó que la NASA no tiene recursos suficientes para lograr sus planes, incluyendo el regreso a la Luna en 2020.
En el ámbito de la salud, la revista Science dio relevancia a la Rapamicina, primer fármaco inmunosupresor que prolonga la vida de un mamífero, probado en ratones con 600 días de edad (más o menos el equivalente de una persona de 60 años) a quienes alargó su vitalidad en un 28 por ciento los machos y un 38 por ciento las hembras. De poder extrapolar los resultados, la Rapamicina aumentaría la expectativa de vida siete años a los hombres y diez a las mujeres.
Igualmente destacó el éxito de usar células madre de los propios pacientes (modificadas con un gen corrector y transportadas con un virus para invadir con eficacia todo el organismo) con el fin de frenar la adrenoleucodistrofia en tres niños españoles, enfermedad hasta ahora mortal.
Fuera de las listas quedó la creación de una cámara y cinturón que procesa señales de video y las envía sin cables a un implante ubicado en la retina, los cuales ayudaron a 32 personas que perdieron la vista a volver a ver, no solo contornos de objetos, sino incluso pequeñas letras, reportó el sitio 20 minutos.
Otra esperanza del siglo es la terapia regenerativa para reemplazar órganos dañados. La Universidad de Ciencias de Tokio insertó células madre con ciertas «instrucciones» en las mandíbulas de roedores que les hicieron crecer dientes completos y funcionales, con una dureza comparable a la de los naturales, y fibras nerviosas capaces de responder al dolor, pero pintados de verde para detectarlos con facilidad.
Por su parte el Imperial College de Londres experimentó con una combinación de fármacos que acelera los mecanismos de recuperación del cuerpo ante daños severos cuando esa capacidad llega a su límite, por ejemplo debido a problemas cardiacos, huesos rotos o enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea.
En marzo de 2009, un equipo japonés logró medir con tecnología de exploración magnética funcional diferencias sutiles en los patrones de actividad cerebral de la corteza visual de dos individuos y reflejaron en la pantalla las imágenes que estos veían, logro que nos acerca a la capacidad de leer la mente humana y los sueños.
Paralelamente los franceses lograron registrar actividad cerebral correspondiente al proceso consciente de lectura de palabras en epilépticos que llevaban implantados electrodos en lo más profundo del cráneo. Así establecieron cuatro marcadores que diferenciarían la conciencia de la no-conciencia, lo que podría ayudar a buscar señales conscientes en personas con daño cerebral.
La Universidad de Colorado, en tanto, desarrolló un atlas de los microbios que colonizan el cuerpo humano: unos cien millones de millones sobre o dentro del organismo, algunos con funciones fisiológicas importantes, por lo que definir lo normal en una persona sana ofrece líneas de base para analizar a personas enfermas, reportó la BBC Ciencia.
Como la fuente de luz más complicada jamás creada catalogó Science en 2009 al primer láser de rayos X, herramienta capaz de tomar instantáneas de reacciones químicas en desarrollo, alterar las estructuras electrónicas de los materiales y realizar gran número de experimentos en varios campos científicos, pues permite estudiar la estructura atómica de cristales, metales, polímeros y otros materiales con una precisión nunca vista.
Science privilegió en su lista también al uso experimental del grafeno, material formado por láminas de átomos de carbono de alta conducción (diez veces más rápidos que los chips de silicio), y no dejó de mencionar los imanes ingleses de un solo polo (monopolos), existentes solo en los llamados cristales de hielo de espín, que son capaces de alinearse para dejar pasar una corriente magnética similar a la electricidad.
En el inventario de Nature apareció el acelerador de partículas LHC instalado cerca de Ginebra, el de más alta energía del mundo, que superó al veterano Tevatron de Fermilab, en Chicago, EE.UU. El LHC logra colisiones de partículas a 2,36 teraelectronvoltios (TeV), pero sus aspiraciones de diseño son de siete TeV por haz.
Romper récords es también el destino del Buckypaper creado por el Instituto de Materiales de Alto Desempeño de EE.UU., aunque nadie lo incluyó en listas. A simple vista parece papel carbón, pero tiene una fuerza 500 veces superior al acero y es diez veces más ligero, al estar conformado por pequeños nanotubos de carbón, reporta Ctnoticias.
Sí aparece como hito científico el nanorrobot australiano con un diámetro de 250 nanómetros (de dos a tres cabellos) destinado a operar cerebros. Se controla mediante ondas de una potencia de dos a tres vatios (como un teléfono móvil) y es lo suficientemente fuerte para avanzar a contracorriente en los vasos sanguíneos a partir de la zona del cuello.
En el anonimato quedaron el primer microrrobot canadiense que levita y es capaz de manipular objetos para aplicaciones a microescala, como ensamblar componentes, manipular muestras biológicas o hacer microcirugía, y los robots que la NASA proyecta para preparar el terreno en la Luna y construir en esta una base permanente.
También se avanza en nanoestructuras capaces de movilizar las capacidades curativas del cuerpo para reparar o regenerar tejidos y órganos, con resultados alentadores en males como el Parkinson o el Alzheimer y en la recuperación de funciones del corazón tras un infarto.
Para no quedar atrás, Harvard logró «fabricar» un ribosoma, factoría de proteínas de las células, paso que sigue al primer cromosoma artificial logrado en 2008: uno a uno se tratan de recrear los mecanismos de la vida para fabricarla de manera sintética, lo cual permitiría, entre otras posibilidades, producir aceite vegetal como biocombustible limpio.
En la universidad inglesa de York mejoraron la sensibilidad de las técnicas de resonancia magnética para que una imagen pueda observarse en una fracción de segundo, dando un nuevo uso al magnetismo del parahidrógeno, combustible de los transbordadores.
El Instituto de Tecnología de Georgia logró convertir energía mecánica de los organismos en energía eléctrica para alimentar varios dispositivos electrónicos a partir de vibraciones de baja frecuencia, como el latido cardiaco y los movimientos del cuerpo y el viento al desplazarse.
Igual propósito persiguen en Copenhague los autores de una rueda capaz de almacenar en una batería la energía cinética liberada cuando el ciclista frena y devolverla en forma de empuje extra cuando quiere ganar velocidad o subir una cuesta. El dispositivo tiene un sistema GPS y sensores que registran la posición y las rutas recorridas, analizan la calidad del aire, cuentan los kilómetros o reciben informes sobre el tránsito, información que puede compartirse con otros ciclistas. No menos originales son la tecnología alemana del zapato que puede crecer hasta dos centímetros al ritmo de los pies infantiles, ya probado en más de 10 000 niños; la confección de mantas en Portugal a partir de botellas de plástico recicladas, la cerveza japonesa elaborada en una estación espacial y el cigarrillo electrónico que lanza vapor de agua con nicotina en lugar de humo y alquitrán, de modo que el adicto no deja de fumar, pero al menos no daña su organismo ni molesta a los demás.
De cara al cambio climático, Science dio relevancia al equipo internacional a cargo de la síntesis de un émulo del ácido abscísico (ABA), hormona vegetal que presiente tiempos difíciles y procura adaptarse a condiciones de estrés para aumentar sus posibilidades de supervivencia.
La idea es rociar los cultivos con este producto para aumentar su tolerancia a condiciones medioambientales adversas como la sequía. No obstante —por si las moscas— también se experimenta con árboles electrónicos para salvar al mundo: una especie de purificadores de aire artificiales que pueden sustituir en su función a unos 1 200 árboles, suficientes para que respiren 20 000 personas al día, según reporta el sitio Ecoinventos.
Curiosamente Nature enlistó como sucesos claves del año el millar de correos electrónicos cursados entre climatólogos ingleses que fueron expuestos al público por hackers para probar el alcance del calentamiento global, y el reciente fracaso de la cumbre del clima en Copenhague.
Es imposible reflejar todos los adelantos de 2009 en un solo artículo. En materia de ciencia, cada año de este milenio equivaldrá a décadas del siglo pasado, noticia que pudiera ser buena si no estuviera signada por el contraste, pues diariamente se revelan tantas cosas novedosas como personas mueren por causas fácilmente evitables como hambre, guerras, frío, sustancias tóxicas, accidentes…
Por eso Nature remarca la disyuntiva que enfrentan muchos gobiernos: o congelar las investigaciones por la crisis financiera o dar a la ciencia su lugar como motor de la economía y financiar proyectos y universidades. Finalmente, EE.UU. aprobó 14 600 millones de euros; Alemania decidió invertir 18 000 millones; Francia prometió gastar 19 000 millones, y Japón asignó 12 550 millones de euros para tecnologías de bajo carbono.
Claro que ese dinero es para desarrollo propio o convenios con otras naciones poderosas. Las inversiones, donativos y transferencias a instituciones científicas del Tercer Mundo siguen recortándose. Tal vez después de colonizar la Luna las grandes potencias se acuerden de sus coterráneos menos ricos que quedaron en su propio planeta.