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Los árboles se cansan

Los intentos por captar el CO2 de la atmósfera deberán acelerar el paso ante un nuevo estudio

Autor:

Iris Oropesa Mecías

En una de las memorables escenas de El Señor de los anillos, un pequeño hobbit trata de convencer a un árbol legendario de ir a la guerra en defensa de los humanos. Los líderes de los árboles deciden tener una reunión, y quedan reticentes ante la decisión, aun cuando todo el planeta se debatía la subsistencia en aquella guerra. «Nadie está nunca de nuestra parte», le responde el Ent a las dudas del hobbit. Pero finalmente, los árboles deciden luchar, aun con la certeza de que morirán los primeros.

Una noticia por estos días recuerda ese rol tenido a menos del reino vegetal. Es el resultado de una investigación que asegura que enormes zonas boscosas del planeta dejarán de filtrar el dióxido de carbono como lo han hecho durante siglos. Se trata, aseguran los líderes del estudio, del «estrés» a que están sometidos los árboles, que comienza a cambiar el proceso de absorción tal y como lo conocemos, hasta bloquearlo completamente.

Si usted es de los que va corriendo a buscar la fecha de los pronósticos para luego sentirse aliviado si le toca a una generación lejana, pues lo sentimos, pero no, estos augurios están fechados para apenas 30 años desde ahora.

Estrés y bloqueo

Los científicos de la Universidad de Waikato en Nueva Zelanda y de la de Arizona, Estados Unidos, que llevaron a cabo la investigación, comprobaron que, en efecto, este nuevo comportamiento se debe a que los árboles sufren «estrés» cuando la temperatura ambiental supera los 18 grados y ello disminuye los procesos de fotosíntesis.

El proceso normal consiste en que las plantas expulsen alrededor de la mitad del dióxido de carbono que absorbieron para la fotosíntesis, pero a partir de los 18 grados, la mayoría de los ecosistemas llegan a un punto límite en el cual empiezan a exhalar más
gases de los que inhalan, es entonces cuando se convierten en fuentes de esta sustancia, según refiere la investigación.

Según las predicciones del estudio, zonas como las selvas tropicales en el Amazonas, el Sureste Asiático, y los bosques boreales en Rusia y Canadá llegarán a puntos críticos antes que otros territorios del planeta.

Datos de la indagación resaltan que dichas masas forestales son las que capturan la mayoría de dióxido de carbono que produce la actividad humana.

¿Soluciones tecnológicas para CO2?

Lo más irónico de este tipo de estudios es que uno pensaría que generan respuestas preventivas, pero al ritmo de desacuerdo que lleva el Acuerdo de París, con el escándalo que fue la salida de Estados Unidos, una muestra de la falibilidad de los contratos internacionales por el medio ambiente, ya es cosa vieja que sepamos que la prevención no es la carta que se suele jugar.

Por ello, son tendencias usuales los estudios que buscan soluciones tecnológicas, como los filtros a partir de materiales absorbentes. La carrera por hallar cada vez más y mejores membranas que permitan que gases inofensivos, como el nitrógeno, salgan a la atmósfera y el dióxido de carbono se procese por separado se vuelve cada vez más rápida.

Un equipo de la UCL (University College London) y la Universidad de Newcastle, por ejemplo, anunciaba hace apenas un año de una membrana que usaba plata para sus procesos de separación del CO2. Y las ideas similares se suceden.

El coautor profesor Paul Shearing (Ingeniería Química de UCL) explicaba entonces: «En los últimos diez años, hemos establecido herramientas sofisticadas para imágenes de rayos X en el Laboratorio de innovación electroquímica, que nos permiten ver materiales y dispositivos internos durante la operación: aquí hemos aplicado estas técnicas a nuevas membranas autoformantes, que desem-
peñarán un papel clave en la descarbonización».

Moraleja: obligamos a los científicos a dedicar millones  a la ingeniería de reacción antes que solucionar la raíz del problema, que ya sabemos de dónde viene.

Aún así, es plausible observar como cada año, nuevos filtros e innovaciones intentan paliar el desastre que la aceleración industrial impone al mundo vegetal. Quizá el otro camino más «popular» en esa búsqueda de soluciones sea el creciente uso industrial del CO2 que se recupera, que convierte en materia prima el desecho gaseoso.

El uso directo de CO2 permite actualmente conservar alimentos, realizar tratamiento de aguas, limpieza en seco, manipulación de órganos artificiales y cosmética, entre otros. Además, su transformación permite obtener productos tales como el ácido acetilsalicílico, polímeros o gasolina, una línea que países como Alemania no temen en aprovechar con cada vez más entusiasmo.

La captura de CO2 (CC) ya es una realidad industrial. En un futuro no muy lejano, esperemos que los avances de la ciencia permitirán hacer un sueño realidad: el dióxido de carbono emitido en la atmósfera será capturado, almacenado, transportado y reutilizado como fuente de carbono para generar nuevos productos en lugar de vagar por la atmósfera causando mayores problemas al cambio climático de los que ya tenemos.

En cualquier caso, queda en el aire la ironía de que sigamos apostando por la ingeniería de reacciones en vez de un pensamiento ecológico desde el inicio. Pero, bien, así estamos.

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