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La cacería de los microplásticos (I)

La presencia de sustancias microplásticas en productos de uso diario y su llegada al interior de nuestro organismo ha motivado el interés de un reciente estudio

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Esta es la historia de una bolsita de té. Llegó a las manos de Anita cuando lo compró en una tiendecita muy snob cerca de su casa. Como a Anita le gustaba jugar a sentirse inglesa, no tomaba café, sino té. Y la bolsita de té, que se sentía muy feliz de ser comprada y tener compañía, decidió dejar sus huellas en la vida de Anita. Los microplásticos que liberó en la hervidura de la sabrosa bebida llegaron a su estómago, y luego a su hígado, sus riñones y otros órganos. Después de muchos años, cuando Anita pueda tener alguna afección física, lo triste de la historia es que jamás lo asociará con el saludable té negro de aquella lejana tarde infantil.

El microplástico de aquella bolsita no solo llegó al interior más recóndito del cuerpo de Anita. También fue desechado en un enorme basurero de donde un pájaro lo transportó a sus polluelos, y de ahí, a un animal mayor que lo ingirió… en una cadena casi eterna de daños. Otros, fueron a parar a los mares, y alimentaron a los peces que alguien pescó y que luego serían comidos en algún restaurante.

Pero lo que resulta aún más triste es que no se trate de ningún juego, sino de una realidad que ocurre a cada minuto: consumimos de 39 000 a 52 000 partículas de microplásticos al año, aunque no lo sospechemos siquiera.

Los microplásticos se añaden intencionadamente a cosméticos, pasta de dientes, bolsitas de té, envases de alimentos, filtros de cigarrillos…, así que en ese mismo instante en que la bolsa de té hervía dentro de la taza, millones de personas en todo el mundo repetían un proceso parecido.

Las nanopartículas miden apenas entre 450 y 800 micras. Para hacernos una idea, la micra es demasiado pequeña para ser advertida a simple vista. Es equivalente a una millonésima parte de un metro, aunque los problemas que puede causar un producto repetidamente acumulado, aun en esas medidas, son gigantes.

Pero, ante estos peligros, desde la ciencia se ha arrojado luz con el fin de mitigar tan dañino efecto.

La Reunión Virtual de Otoño de la American Chemical Society de este año ha acogido la presentación de un equipo que ya sabe cómo localizar y medir la presencia de microplásticos en distintos tejidos grasos y orgánicos de nuestro cuerpo.

Para lograrlo, usaron varios métodos y no solo uno; en general, se trató de tecnología que ya estaba en uso.

Plástico en nuestro cuerpo

Varun Kelkar y Charles Rolsky, de la Universidad Estatal de Arizona, usaron muestras de tejidos de un depósito creado para estudiar enfermedades neurodegenerativas. Las muestras eran de tejido pulmonar, adiposo, del hígado, del bazo, del cerebro y de los riñones, tanto de animales como de humanos.

El segundo paso de su investigación fue introducir perlas de micro y nanoplásticos y, seguidamente, analizar las muestras mediante una citometría de flujo, un análisis en el que una luz láser permite contar y clasificar las células según sus características.

Mediante este procedimiento los dos científicos detectaron todas las partículas introducidas. Finalmente, crearon también un programa computacional que indicó la masa y la superficie que ocupaban las partículas de micro y nanoplásticos detectadas en el tejido, y lograron los resultados con precisión.

Aunque pareciera un hallazgo poco útil, lo cierto es que es el primer paso para futuras aplicaciones médicas, y los investigadores esperan que compartir los resultados anime a una colaboración de otros científicos a seguir tributando al estudio para llevarlo un poco más lejos con una base de datos que describa paso a paso todo el proceso.

La segunda es la vencida

Pero los amantes del conocimiento no se quedaron varados ahí. Tras el éxito del primer método, probaron una segunda manera de ubicar y medir el impacto del microplástico en tejido, en este caso, exactamente en 47 muestras de tejidos grasos y de hígado humano, a las que no se les añadió microplásticos.

Esta vez, reseña el sitio Quo, utilizaron el método de espectometría de masas, una técnica que permite conocer la composición de una sustancia. En todas las muestras encontraron bisfenol A y otros microplásticos.

El bisfenol A, también llamado BPA, es un producto químico industrial que se usa en la fabricación de algunos plásticos como las botellas de agua y para recubrir el interior de productos metálicos como latas de comida y tapas de botellas. Algunas investigaciones han demostrado que el bisfenol A puede filtrarse a las bebidas y alimentos que contienen los envases y ha sido regulado en varios países de la Unión Europea por su peligrosidad.

Sin embargo, aún se desconoce a ciencia cierta el efecto de los microplásticos en nuestro organismo, y no hay regulación al respecto. Los autores del estudio afirman que «es preocupante que estos materiales no biodegradables que están presentes en todas partes puedan entrar y acumularse en los tejidos humanos». Para intentar seguirles el rastro y generar información al respecto, han desarrollado su proyecto.

Productos en mi casa

Muchos productos de cuidado personal contienen esta y otras sustancias de microplástico que, en general, son añadidas para facilitar la textura. Pueden encontrarse en cremas, exfoliantes faciales y corporales, jabón de manos y dentífricos. La mayoría de las partículas que se añaden a estos productos tienen tamaños comprendidos entre 450 y 800 micras, y están compuestas de polietileno.

Un estudio encargado por la Comisión Europea estimó que en el año 2015, la Unión Europea pudo utilizar cerca de 800 toneladas de microplásticos en este tipo de productos.

Aunque es difícil saber cuándo un producto contiene microplásticos, bastará hallar entre los ingredientes la palabra polyethylene (polietileno).

En cambio, los conocedores recomiendan que cada vez que sea posible remplacemos el uso de productos industriales por el de elementos naturales, sobre todo, en aquellos que se ingieren, como la pasta dental. Incluso en redes sociales, hay muchas recetas para fabricar naturalmente nuestros propios productos de belleza, desde desodorantes hasta champús, aunque suela ser algo complejo encontrar todos los materiales.

Es de esperar que en el futuro esta iniciativa abierta de colaboración genere suficientes datos para poder ver dentro de un organismo dañado, y atacar a tiempo el efecto de estas sustancias, que también están causando perjuicio en el medio ambiente. Pero de hallazgos contra los microplásticos filtrados a la naturaleza podremos hablar próximamente.

Las pastas dentales son productos en los que los fabricantes ya no suelen prescindir de estas sustancias, que llegan directo a nuestro estómago. Foto: Eresiduo

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