El primer viaje de la NASA con SpaceX ha generado un sinfín de expectativas en el sector aeroespacial
Cada vez que tratamos el tema de la carrera espacial, solemos complicarnos con los tres o cuatro clichés críticos sobre el asunto. La contradicción de la obsesión espacial ante un planeta Tierra en problemas, la disparidad en temas de acceso a una democracia espacial y, sobre todo, las tensiones y los juegos de poder político que siempre han acompañado este tipo de hitos.
Pero por muy críticos que nos hayamos vuelto, la carrera espacial termina por ganarnos con sus maravillas. Después de todo, cuando tenemos más revuelta la habitación, es humano salir al balcón a mirar las estrellas.
En estos días recientes los astronautas Bob Behnken y Doug Hurley han recibido de nuevo la atención gloriosa que tenían los de su profesión cuando Armstrong dio sus primeros pasos en la Luna. Las razones no serán tan rimbombantes, pero sí que importan.
Los verdaderos protagonistas son los cohetes reutilizables y el ingenio de la empresa SpaceX, que enviaron a ambos tripulantes en un viaje hacia la Estación Espacial Internacional (EEI). Hubiera sido un viaje habitual, si no fuera porque el usual cohete de Soyuz no fue el trasportador en esta ocasión. Por vez primera, se trató de otra compañía la que acopló la cápsula que llevó a estos dos astronautas. Y hay mucho más que chovinismo norteamericano en juego.
Este viaje tripulado que lanzó SpaceX no arriba a ningún territorio extraterrestre nuevo. Pero hay razones para hablar de hito histórico, sobre todo para la agencia aeroespacial norteamericana NASA.
Lanzado en la flamante cápsula Crew Dragon, de SpaceX, el viaje permitió el acople, después de 19 horas de trayecto, a la EEI, donde los tripulantes desembarcaron para unirse a sus colegas ruso-estadounidenses que ya estaban a bordo, a alrededor de 400 kilómetros de altura sobre nuestra superficie.
Lo innovador de este viaje es que tradicionalmente la NASA utilizaba los servicios de las cápsulas Soyuz para transportar víveres y a tripulantes a la Estación, y esta vez es una empresa privada la que logra el traslado.
Desde aproximadamente el año 2000, la NASA hacía públicas sus ideas para abaratar los costos de los viajes a la EEI, con el proyecto de turismo espacial, una idea que a los ingenieros espaciales simplemente les ha causado escozor y molestia desde entonces.
Incluir a empresarios adinerados o a extravagantes ricachones en los viajes habituales a la EEI no es el sueño de ningún astronauta que realmente esté interesado en hacer su trabajo en órbita. Tal vez por eso, tras numerosas críticas de dentro y fuera, la NASA optó por salir con nuevos planes. SpaceX y Boeing han sido dos de las opciones manejadas para hacer viajes independientes de Soyuz, con cohetes reutilizables, como el Falcon 9, que son la especialidad de la compañía del polémico Elon Musk, fundador de SpaceX.
El hito sería simplemente otro paso en el área de la aeronáutica si no estuviera rodeado del trumpiano lema, Launch America: lanzamiento de América. Pero aún así podemos disfrutarlo en su naturaleza puramente ingenieril.
La primera misión tripulada del programa Space Shuttle tuvo lugar el 12 de abril de 1981 con la visión de futuro de realizar trayectos durante 15 años, pero su vida se alargó mucho más. Unas 135 misiones después, con dos tragedias incluidas, la de Challenger y Columbia, vio la última misión, Atlantis, lanzada el 21 de julio de 2011.
Desde entonces, fue la Soyuz rusa la encargada de los viajes semestrales para llevar relevo humano y provisiones a la EEI, en un matrimonio concertado que costó bastante para la NASA y llenó de glorias a la cápsula rusa y al programa espacial de ese país, llamado Roscosmos.
En este escenario, el logro de la NASA de contratar a SpaceX para realizar estos viajes supone un ahorro de al menos 40 millones de dólares por viaje, y, en un plano político, podría entonar con los pavoneos norteamericanos sobre la reconquista de cierto estatus por encima del poder ruso en el espacio.
Más allá de alardes políticos, sin embargo, SpaceX demuestra con este hito su ascenso glorioso desde los inicios de la compañía.
En 2014, la empresa de Elon Musk y el gigante aeroespacial
Boeing resultaron ganadores de un contrato de la NASA para el transporte de tripulantes, explica el sitio Xataka, pero la historia de la compañía espacial que ahora brilla viene desde ofrecer servicios de lanzamiento comerciales y públicos en sus cohetes reutilizables Falcon 9 y Falcon Heavy.
El empresario Elon Musk fundó la compañía en 2002, con el objetivo de reducir los costos del transporte espacial y hacer posible la colonización de Marte.
SpaceX fue la primera empresa privada en hacer regresar cohetes a la Tierra con energía de propulsión para que puedan volver a ser usados en lugar de ser desechados.
Ha realizado envíos de mercancía a la EEI regularmente, y tras los recientes descalabros de Boeing, queda como la favorita por excelencia para fungir como taxi de los tripulantes de la Estación.
Su logro sería corto si no añadiera, además, el espacio de cuatro asientos disponibles en estos viajes, en los que esta vez subió una carga de suministros, pero en el futuro se cree que viajarán, irónicamente, los turistas espaciales que los astronautas intentaron esquivar tanto desde el primero de ellos, Dennis Tito, en 2001. Se espera que hasta tengamos una película de Tom Cruise rodada en la EEI muy pronto.
Por eso hay quien habla de una apertura del turismo espacial que se hace definitiva con este viaje. Y más allá, quien apunta que SpaceX fue fundada para la Luna y Marte, por lo que sabrán aprovechar este paso en ese sentido.
Tras el acople perfecto del Crew Dragon con la EEI, todos los ojos estarán puestos en el retorno de los tripulantes a tierra.
Aún no está definido cuánto tiempo estarán Hurley y Behnken en órbita, pero, según BBC, se calcula que podría ser poco más de dos meses, pues los paneles solares que posee la cápsula se degradan progresivamente.
Se espera que el descenso sea lento, mediante un procedimiento que SpaceX ha repasado varias veces y se planea que los astronautas hagan un vuelo libre de dos horas para probar los sistemas y procedimientos a bordo del «nuevo juguete».
De la gloriosa y a veces trágica historia de las Soyuz, los titulares no suelen recordar mucho por estos días, pero sin duda, en la ciencia y la tecnología, hitos como el de SpaceX suelen ser enanos a hombros de gigantes. Quedamos expectantes para ver el tamaño de sus pasos, con el mismo asombro infantil que suele siempre provocar la carrera por el espacio.