Dos estudios señalan que el discurso político actual degenera hacia la simplicidad analítica
Una palabra puede vivificar o matar. Puede llevarte al calabozo, o dañar profundamente. Hay palabras que revelan un mundo subconsciente a veces secreto para quien habla. No tienen que ser palabras grandes, ni trascendentes. Precisamente aquellas en las que menos pensamos suelen revelar mucho más de nuestra mente.
Decir «te quiero en serio», por ejemplo, suele señalar que se está mintiendo, por el uso del énfasis innecesario para sobrecompensar una media verdad o una inseguridad.
Detrás de la elección de un «yo» o un «nosotros» se esconden temores, nivel de egocentrismo, necesidad de aprobación y hasta discriminación.
Ese trabajo de examinar las palabras como un criminalista en busca del criminal lo llevan a cabo los cientistas del lenguaje: filólogos o lingüistas. Y son ellos quienes esta vez vienen a darnos noticias del mundo.
Dos estudios recientes demuestran que los discursos políticos están perdiendo en complejidad analítica y cada vez se acercan más a lo narrativo.
El primero, llamado «Examinando tendencias de largo plazo a través del discurso de figuras políticas e instituciones culturales», analizó cientos de miles de textos políticos, discursos e intervenciones en las cámaras de representantes de políticos de EE. UU., Reino Unido, Canadá y Australia a lo largo de cientos de años.
Los resultados del proyecto lingüístico asumido por las universidades de Princeton y Texas fueron publicados en la revista PNAS y fueron bastante reveladores: la tendencia a simplificar e imprimir apariencia de mayor seguridad es imperante en el lenguaje político mundial desde la década de los 80. Encima, poca sorpresa, genera mejores reacciones en los votantes.
Así que, aunque sea triste, tenemos razones para pensar que Donald Trump no es un hecho aislado.
Los investigadores de la sicolingüística que analizaron estos discursos no se atemorizaron ante lo enorme de su alcance, en lugar de ello, apostaron por ir más allá de la política y definir si la búsqueda de menos análisis era un problema cultural que simplemente se reflejaba en el área política.
Con esa meta extendieron el examen a dos millones de artículos del New York Times, 5 400 libros, los subtítulos de 12 000 películas y las transcripciones de 20 años de la CNN.
Se dice fácil. Pero no lo es. Un proyecto de tal magnitud implica una pericia científica y una capacidad cognitiva impresionantes para transcribir, clasificar e interpretar hipótesis, que no es posible sin el trabajo coordinado de cientos de lingüistas competentes.
La intención era saber si el fenómeno de simplificación del habla es general, cultural, y lo de la política solo sería un reflejo. Pero no: la confianza y capacidad analítica de todos estos textos (los culturales en general) se mantuvo a lo largo de décadas, mientras en política cada vez había menos complejidad de pensamiento tras el mensaje.
De los medios culturales, solo la CNN mostró un comportamiento similar al de los políticos «embrutecidos». Y ya sabemos por qué, ¿o no? Precisamente es una de las cadenas más politizadas.
Lo curioso es que este afán de entender la política desde las palabras, impulsó, simultáneamente, otro proyecto muy similar, pero en lugar de estructuras complejas, esta vez se enfocó en la selección de un vocablo u otro.
El segundo proyecto investigativo, de la Universidad de Ámsterdam y la University College, de Dublín, publicado en la revista PlosOne, llegó al mismo resultado con la aplicación de otras herramientas: cientos de miles de discursos de una docena de países europeos, en distintos idiomas, revelaban lo mismo: «La tendencia general en la complejidad del habla es descendente».
Además, este segundo acercamiento aportó otro resultado interesantísimo: «Los políticos culturalmente conservadores utilizan un lenguaje menos complejo que los políticos culturalmente progresistas. Esto es así para todos los temas, países y épocas, y para varios tipos de políticos», explicó Martijn Schoonvelde, líder del equipo investigativo y politólogo de la University College, de Dublín.
Otros exámenes, añadió, han determinado que el lenguaje menos complejo atrae más a los votantes conservadores. Y precisó un resultado que para el contexto actual tiene mucho que aportar: «cuando un partido se vuelve más conservador en temas culturales (por ejemplo, si se vuelve más antinmigrantes), la complejidad lingüística de sus discursos disminuye».
Al momento de hacer lecturas más sociales y profundas, este politólogo no se mostró pesimista:
«Ninguna de estas tendencias son necesariamente una mala manera de comunicarse, y para los líderes políticos, la comunicación de una manera más sencilla e informal puede hacerlos más accesibles para una audiencia más amplia».
Además, los estudiosos han detallado que el contexto convulso actual, con una vorágine de actividades constantes y una conducta multitarea puede hacer que las personas prefieran mensajes más claros y certeros, que conlleven menos esfuerzo mental y proyecten mucha seguridad.
Unido a este factor, la revolución comunicativa de los múltiples canales hipermediales para que los políticos se expresen puede obligar a asumir la simplicidad en detrimento de la gran oratoria o la complejidad de reflexiones.
«A medida que la vida cotidiana se vuelve más compleja e incierta», explica el estudio estadounidense, «un líder que comunica una solución intuitiva y firme para los problemas de la sociedad puede ser especialmente atractivo».
Las ciencias que analizan la lengua en general, llamadas Lingüística o Filología, son del campo de las ciencias sociales o humanidades. Poseen varias áreas de estudio, pero todas son capaces de aportar visiones culturales, sociales y hasta sicológicas, ya sea desde el examen de las elecciones comunicativas, hasta el análisis de las grandes obras literarias.
En este tipo de estudios, de sicolingüística o sociolingüística, el uso múltiple de otras disciplinas y ciencias, como la Politología, la Sociología, la Historia de la Literatura, la Culturología, etc., se conjugan en un esfuerzo interdisciplinario por formar una imagen más completa de quienes hablan y esbozar sus rasgos más profundos.