El Código de las Familias que irá a referendo contiene elementos fundamentales para la formación de valores en el ámbito hogareño y en las relaciones sociales. Al leerlo recordamos la labor pedagógica de eminentes patriotas como José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, Félix Varela, José Martí, Enrique José Varona, Alfredo Miguel Aguayo, Mariana Grajales, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ana Betancourt… quienes nos enseñaron que educar es sembrar una actitud ante la vida, sembrar sentimientos de afecto y amor.
Debemos reconocer que la construcción de nuestro socialismo es un proyecto ético de inspiración martiana, y por tanto tiene que ver directamente con los valores. Así lo proclama también Cintio Vitier en su obra Ese sol del mundo moral, un texto que debiera acompañar nuestro quehacer, en el que la justicia es valor normativo para la jerarquización de otros valores.
La nueva norma jurídica insiste en que el valor justicia está unido estrechamente al valor amor y ambos generan el mayor valor de todos, que es la defensa de la vida misma para todos los seres humanos y para la creación que nos circunda. Por eso enfatiza en todos los derechos para todas las personas.
Un código de puertas abiertas no impone modelos, y su valor fundamental es el principio de la dignidad como esencia de los derechos para todas las personas, que, junto al humanismo, son sus valores supremos.
Los cambios efectuados para llegar a la versión 25 incluyen no solo las relaciones de igualdad entre miembros de la familia, sino también las de equidad, aprobadas por las Naciones Unidas en la reunión de Beijing de 1995, donde la Federación de Mujeres Cubanas, bajo la dirección de Vilma Espín Guillois, defendió ese principio de justicia de género con énfasis en que su práctica es fundamental en la sociedad y las familias.
Otros principios a destacar de esta ley son el análisis de la realidad social para reconocer la pluralidad de las familias cubanas y la inclusión de las personas que han sufrido discriminación en la sociedad y en el seno de sus familias a lo largo de la historia.
Al estar diseñado como el código del amor y los afectos, busca la armonía, el bienestar común y la felicidad; y no solamente en lazos consanguíneos, porque hay más formas de ser familia. Y también prevé los deberes derivados de esos vínculos, porque las leyes son necesarias para que la justicia sea eficaz.
Reconocemos que el Código de las Familias no logrará cambiar de inmediato los paradigmas culturales que influyen en la permanencia de elementos patriarcales que limitan el aprendizaje y la práctica de valores esenciales para la vida abundante y el bienestar común al que aspiramos, pero este Código es una plataforma de avanzada, y cuenta con el marco jurídico adecuado para lograr el desarrollo de nuestras familias y la sociedad.
«Y todo lo que parecía imposible fue posible», dijo Fidel el 26 de julio de 1971. Después de tres años de arduo trabajo académico y popular llega a nosotros esta versión final del Código, que logra hacer realidad el sueño de incluir en un documento los valores que hemos recibido de nuestros próceres, mujeres y hombres, forjadores de nuestra nacionalidad.
Por eso, al leer cada título y artículo del Código tenemos que exclamar: «Sí, este es un Código para la vida».
*Pastora de la Iglesia Presbiteriana–Reformada de Cuba. Profesora Emérita del Seminario Evangélico de Teología en Matanzas. Miembro de la comisión redactora del proyecto del Código de las Familias