Hablar sobre el tema siempre me lleva a la etapa cuando vestía uniforme en la EIDE pinareña, Ormani Arenado Llonch. De mis profesores, y en especial de quien me impartió la Historia de Cuba, recuerdo su magia para transmitir cada clase y llegar así al alumno con el carácter detallista y desenfadado que requiere esta asignatura.
En uno de sus turnos nos dijo: «Cuando se cuenta la historia, se está haciendo justicia al honor de los hombres». Quizá por eso, aquella profesora lo entregaba todo para apasionar con vehemencia a sus educandos y que no se tratara de un momento más.
Y es que la importancia tanto de la Historia como del Marxismo-Leninismo adquiere ribetes que van desde lo ideológico hasta el conocimiento pleno de la realidad. Pero llevarlas hoy a las aulas no es tema sencillo. No se puede hablar de ellas como de «otra» materia dentro de los planes de estudio nacionales, pues de ser así entraríamos al frío sótano de las incomprensiones dialécticas y al desinterés por encontrar las esencias y raíces de la nación.
El Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en sus encuentros con jóvenes y académicos del país, ha abogado por profundizar en la enseñanza de la historia de forma distinta, creativa, sin perder la óptica de nuestros ideales. Es cierto que existe en algunos casos una barrera motivacional respecto a estas asignaturas, que impide el análisis y la agudeza del conocimiento al interior de las aulas.
Lejos de convertirlo en algo abstracto y falto de dinamismo, la historia y el marxismo se deben tocar con las manos, pero no precisamente para pasar, sin sentido ni razonamiento previo, de una página a otra en los valiosos libros y cuadernos.
El hecho de sacarlas del «teque» —y de las aulas—, de sentirlas desde otra perspectiva más cercana a los jóvenes, en la que se palpe la realidad lejos de los adormecimientos, implica la necesidad de revolucionar también la manera en que se imparten esas asignaturas, sobre todo durante la secundaria y el preuniversitario.
Para algunas personas, los métodos actuales no son los idóneos, y ciertamente es algo que preocupa y nos debe ocupar, desde apelar al pensamiento de la educación popular de Pablo Freire hasta fomentar la organización individual para la comprensión del marxismo, ideas manejadas en el más reciente espacio Dialogando sobre jóvenes, que coordina el Centro de Estudios sobre Juventud.
Allí se habló sin esquematismos acerca de la enseñanza de la historia y el marxismo a las nuevas generaciones. Para algunos quizá sea este un tema del pasado que, navegando en aguas tan complejas como los tiempos actuales, se disiparía en breve bajo las nebulosas de siempre. Pero no: ni el marxismo ni la historia patria, envueltos en el pensamiento fresco de los jóvenes, puede dar para tan poco.
Desde Marx hasta las nuevas tecnologías, los métodos de enseñanza y la cosmovisión de dinámicas actuales a través del marxismo, son puntos suficientes para encender instantáneamente la mecha del diálogo y propagarla, así de rápido, hacia esos aires que entraña un futuro ciertamente incógnito, pero siempre mejor.
En un país como el nuestro, cada vez más diverso y en constante trasformación —de su base social y de la vida toda—, resulta necesario ir de manera recurrente al pasado, al ideal que nos condujo hasta aquí, revisitar ese camino no exento de errores ni de virtudes, a veces olvidadas y menospreciadas ante las dificultades de hoy.
El marxismo y nuestra historia son, ante todo, espejos de la realidad, de lo que somos y aspiramos a ser en lo inmediato, y enseñarlos de la mejor manera posible constituye un método esencial de lucha, como bien se planteó durante el espacio de diálogo.
Estas dos materias son parte ineludible de esa búsqueda continua de emancipación colectiva, que entraña sobre todo un término: la Patria. ¿Y qué ha hecho Cuba en su devenir, sino emanciparse, adaptar las teorías marxistas a nuestro medio, respetando también su pasado heroico?
Si abogamos por nuestro proyecto social de ideas socialistas, la enseñanza, y en especial la de la historia y el marxismo, deberá desempeñar un papel protagónico en lo formativo y dentro de la vida de cada joven, pues de lo contrario desvirtuaríamos de cuajo la esencia Patria.