Una irregularidad geográfica del litoral norte de la antigua provincia de Oriente fue la escogida. Boca de Samá, un caserío de pescadores, era ideal para agredir: a unos seis kilómetros de alguna carretera importante, alejado de poblados o ciudades y de difícil acceso si se intentaba el arribo de cualquier ayuda.
Organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en Miami se atribuyeron la autoría. La CIA actuó como cabeza pensante y el beneplácito corrió por la administración Nixon (de «infeliz» término). El terror de Alpha 66 viajó en buque madre y lancha rápida.
La silenciosa noche les facilitó el desembarco a ocho o diez cobardes. Estaba rota la planta eléctrica. Sombras mercenarias dispararon sus fusiles automáticos. Mataron e hirieron, pero en la huida gritaban desesperados, ante la llegada de un grupo de combatientes.
El 12 de octubre de 1971 se amplió el expediente criminal anticubano, cuando las ráfagas quebraron la tranquilidad donde quisieron intimidarnos.
El buque madre cubrió las espaldas canallas. Regresaron a la guarida y hablaron de «triunfantes» operaciones comandos. De camuflaje, gruñendo frente a las cámaras, sin un ápice de arrepentimiento; se creyeron titanes de la democracia, en alarde de máxima expresión.
Nancy Pavón, adolescente que ansiaba ponerse tacones, vio frustrado su sueño de calzarlos, pues le causaron una profunda herida en un pie y hubo que amputárselo. Asesinaron a los combatientes del Ministerio del Interior Lidio Rivaflecha Galán y Ramón Arturo Siams Portielles, y otras tres personas resultaron heridas de gravedad: Carlos Escalante Gómez, que encabezaba la Unidad de Tropas Guardafronteras de la zona, el campesino Jesús Igarza Osorio y la menor de edad Aracelis Pavón, hermana de Nancy.
Durante cerca de 75 minutos atacaron al asentamiento. No quedó casa sin incrustaciones de balas, que también alcanzaron la tienda, la escuelita… Siempre hubo ojos que los vieron. Cuentan que la canalla de Alpha 66, ansiosa de méritos bélicos, abandonó sus proclamas en la despavorida retirada y cuentan que tampoco pudieron izar una bandera traída desde el sur de la Florida.
Boca de Samá, perteneciente al municipio holguinero de Banes, por varios años fue una de las plazas de los coloquios internacionales por la liberación de los Cinco y contra el terrorismo, en los cuales se denunciaron cientos de crímenes y se reclamó la liberación de esos hombres íntegros, quienes impidieron con su hidalguía la repetición de hechos como el de aquel 12 de octubre.
He ido mucho allí, incluso cubriendo a pie la ruta transitada por aquellos que fueron a socorrer al asentamiento, y siempre percibo la verdad en el susurro de la brisa marina de un hermoso entorno, en las obras sociales (incluida la mejorada escuelita) y en el bienestar colectivo de una comunidad de pescadores que hizo correr a la mentira, cinco décadas atrás.