El futuro constituye por antonomasia un espacio incógnito en el tiempo. La única verdad absoluta en este tema es que en nuestras manos descansa, para bien o mal, la construcción de un mañana transformador.
Si queremos mirar con perspectivas claras hacia el horizonte, primero hay que entender y reavivar bajo escáner profundo nuestro presente con dosis de reflexión y acciones prácticas. Desde todo punto de vista los jóvenes formamos parte de ese «movimiento» legítimo de cambios y enfoques hacia el cual se dirigen las miradas con relativa expectación.
Por supuesto que esto último reviste importancia, sobre todo cuando vemos que históricamente buena parte de los cambios sociopolíticos en el mundo han sido concertados por el empuje de las nuevas generaciones. Cuba no es la excepción, sino que constituye un ejemplo tangible de lo que es capaz de hacer una juventud decidida en pos de conquistar independencia, soberanía y justicia social.
En tiempos difíciles durante los últimos 60 años, y en la actual etapa de particular beligerancia digital, quienes ven un contexto cercano a la «hecatombe» ideológica se inclinan a fuerza de consignas manidas hacia la ruptura generacional. No obstante, sería bueno preguntarles si en el futuro próximo los jóvenes aspiramos verdaderamente a divisiones tan preconizadas fuera del país.
Vivir y pertenecer a una juventud cubana que me niego a llamar, como insinúan los medios hegemónicos, «polarizada contra el sistema político», porque no lo está y nunca lo ha estado en seis décadas de Revolución, hace que también me sienta parte de un camino retador y no menos revolucionario aún por recorrer.
Eso sí, hoy somos una generación inquieta, diversa y plural en cuanto a las aspiraciones profesionales, de tipo individual y que está siendo impactada principalmente desde los espacios digitales por la globalización cultural regente de los monopolios capitalistas del consumo.
La defensa del socialismo en sus vertientes conceptuales y prácticas no es en la actualidad ante estos escenarios un mero «encargo» ni consigna de barrio. Constituye un deber impostergable de interiorización que está más ligado a la forma en que nos proyectamos hacia los retos de corta y mediana instancias, que a la lectura frívola de la realidad.
Si muchos de nosotros refrendamos el voto de aprobación a la nueva Carta Magna, es porque visualizamos el porvenir sobre la base plena del socialismo. Lo que significa preservar una herencia histórica, patriótica e incluso familiar, sin rehuir los cambios atemporalmente necesarios.
En esencia se aspira a un futuro consecuente en primer término con nosotros mismos. Y serlo equivale a mirar con ojo crítico las fallas de hoy, pero también nos obliga a formar parte del ente colectivo, estatal y popular, que lucha por encontrar las salidas en la dialéctica constructiva de un mejor país, ineludiblemente próspero en los caminos económicos y dentro de la vida cotidiana.
Renunciar a esto último no podrá formar parte del plan de opciones, máxime cuando recaen sobre nuestros hombros la responsabilidad de aportar y ser útiles. Así ha quedado evidenciado en los meses de pandemia, cuando mayorías de jóvenes han sido participantes esenciales en las tareas de impacto y en el combate directo contra la COVID-19. Esa voluntariedad muestra entonces los principios humanistas que rigen a la juventud en torno a fuertes ideales sociales.
Sin embargo, cierto es que aún queda un sector generacional desligado del compromiso y de los valores educativos, al que habrá que subir al tren de vanguardia tocando sus realidades. Las brechas deben sanarse en torno a la unidad, con un trabajo social profundo que amerita hacerse de joven a joven, desde un seno universitario que baje a las comunidades, dialogue, atraiga y siempre sume para el futuro con la fuerza que se hizo en aquel batallar de ideas a inicios de siglo.
Ese camino parece estar pautado con mayor énfasis y voluntad política en los últimos tiempos. El mismo Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se refiere a la necesidad de que se nos escuche y valore «como las tan importantes personas que somos», algo que denota confianza en el actuar joven y sus propuestas.
El mañana sigue siendo reflejo del pensamiento actual. Y este continúa apuntando hacia los retos e inquietudes lógicas, pero también muestra una generación que se revoluciona a la altura de los tiempos difíciles, bajo ideales y conquistas que merecen continuar perennes como guías de la nación de cara al futuro.