Se despierta en la mañana y va directo a revisar las notificaciones en el teléfono. Eso mismo hizo anoche antes de dormir, y también durante el desayuno, el almuerzo, mientras veía la televisión o cuando conversaba con su mamá. En realidad eso es lo que hace siempre.
Ella pudiera ser usted, o su amigo, o su vecino. Pasar tiempo con el celular, la tableta o la computadora resulta cada vez más imperioso para la mayoría de las personas, debido a que las redes sociales han logrado posicionarse en lo más alto de las prioridades, e influyen demasiado en la forma en que se vive en la sociedad moderna.
Pareciera que últimamente se habla mucho de eso, y es verdad. Consumir o consumirse en la web es una tendencia que ocupa y preocupa en todas partes por los muchos efectos que trae consigo, positivos algunos y otros verdaderamente dañinos. Basta con pensar en la cantidad de personas que se preocupan más por su identidad virtual que por la que llevan consigo en la vida diaria. O por quienes contabilizan la cantidad de reacciones en un post como si en ello se basara su capacidad de ser útiles.
Análisis profundo requieren también quienes —atrapados por cánones de belleza o estereotipos patriarcales— se han convertido en editores y fotógrafos, siempre en busca del mejor perfil, del filtro adecuado, del retoque perfecto. La imagen pública cobra más sentido que hace algunos años, y hay personas para las que esto implica igualmente consecuencias sicológicas, porque creen que no están a la altura de las demandas de la moda y la popularidad, y rechazan su verdadera imagen para lograrlo.
Esto es más común —aunque no excluyente— en adolescentes y jóvenes, pues quedan siempre más expuestos ante todo lo que sucede en el mundo online. Desde que se puede acceder en nuestro país masivamente a internet, gran parte de estos grupos etarios han desplazado su vida a la red de redes, y por ahí se informan, socializan, estudian, denuncian, viven su sexualidad… Así la importancia de estos espacios para ganar su atención y comunicarse en sus mismos códigos.
Así se evidenciaba recientemente en el espacio Dialogando sobre jóvenes, del Centro de Estudios Sobre la Juventud, en el cual especialistas de varias ramas hablaron del empleo y la utilidad de las redes sociales, de sus peligros y desafíos, toda vez que ocupan una parte importante del tiempo de las nuevas generaciones, más aún con la llegada de la pandemia.
Como se decía en el debate y conocemos, las nuevas generaciones en su mayoría no se informan por los medios tradicionales, sino en las redes, y por desgracia mucha de la información que aparece es falsa o es contenido chatarra. La capacidad de discernir entre lo que es real y provechoso, y lo que no lo es, depende de cada persona, pero los algoritmos y sistemas de la web se esfuerzan para que esa decisión sea difícil.
Caer en las tentaciones o en el juego de las redes sociales se hace cada vez más irresistible, por lo que urge educar a las personas para lograr un consumo responsable. La informatización de la sociedad tiene que venir acompañada no solo de la automatización de procesos o de la digitalización de trámites, sino de una cultura para apropiarse y producir contenidos de manera crítica.
Se trata de acercarse a las juventudes en su espacio por excelencia, creando opciones nacionales propias que sean atractivas e influyentes, porque nuestras redes están repletas de ídolos foráneos y de referentes de vida casi irreales, los cuales se posicionan como modelos de éxito. También se deben incluir los principales temas de interés de los más jóvenes en las agendas mediáticas y de los decisores, para lograr un diálogo en redes que pueda ser enriquecedor.
Si bien el aislamiento y las restricciones impuestas por la pandemia han dado un mayor auge a la virtualidad, como único medio en ocasiones para realizar actividades vitales, como la continuidad de estudios o el encuentro entre amistades, la capacidad de las redes sociales para acaparar la atención de las personas va a seguir creciendo, porque nos sitúa a un clic de distancia de cualquier lugar del mundo o de cualquier información necesaria.
Los beneficios de internet son extensos, innegables y demostrados, pero también lo son los retos y desafíos que vienen de su mano. Identidades falsas, violaciones de privacidad, campañas para desacreditar a personas, entidades, actividades… y otras muchas acciones de este tipo, pueden causar daños sicológicos y legales, de ahí que empoderar a las personas para que disfruten de su tiempo de conexión de manera responsable, principalmente a los más jóvenes, debe continuar siendo una de las prioridades en el país.