Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Otra vez Trump

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha disimulado —ni un solo segundo desde que llegó al poder—, que tiene a Cuba entre ceja y ceja. Alocuciones y disposiciones políticas han dejado claro que intenta a toda costa asfixiar a este pequeño Archipiélago.

Sin paños tibios ha dicho: «Vamos a resolver el problema de Cuba como se debe; no como lo hizo Obama, que fue un desastre que yo revoqué». Un orgullo empecinado que cada vez se vuelve mucho más agresivo, con cada uno de los ciudadanos de esta nación, tanto que desde que asumió su trono presidencial, el 20 de enero de 2017, pone a Cuba en un tablero de ajedrez para que sus trebejos la acorralen constantemente.

Lo primero llegó con los controversiales ataques sónicos. Los «famosos soniditos» que no dejaron sordo a nadie, sino que al final generaron una reducción de su personal diplomático en la capital cubana y eliminaron la entrega de visas en La Habana. Por ello quienes intentan cruzar vía aérea las 90 millas que nos separan de Estados Unidos, primero deben aventurarse en otras horas de vuelo para en un tercer país apostar por una respuesta afirmativa que les abra las puertas de la nación norteamericana. Desde entonces el número de negativas ha aumentado, al igual que los costos de quienes emprenden el torcido proceso.

Otra muestra de la oleada de intencionadas disposiciones que dejan claro que Trump no anda con juegos, resultó la eliminación de los intercambios educacionales «pueblo a pueblo» a título individual y una mayor fiscalización de los viajeros estadounidenses a Cuba; motivo por el que no han sido pocos los que se han quedado con las maletas listas y con los deseos de caminar por nuestras seguras calles, dorarse con nuestro fuerte sol o, sencillamente, respirar el oxígeno de humildad que transpira nuestro pueblo, que es la principal víctima de tanto odio y perversión.

Pobre de la embarcación de cualquier tipo procedente de su país, incluidos los cruceros, que ose tocar algún puerto cubano. La alerta fue clara en voz del secretario de Comercio, Steve Mnuchin, quien explicó que la medida forma parte de la «decisión estratégica de revertir el relajamiento de las sanciones y otras restricciones al régimen cubano», al que el Gobierno de Trump acusa de desempeñar «un papel desestabilizador en el Hemisferio Occidental». Y ahora, para colmo, suspendieron los vuelos regulares, excepto a La Habana.

Y sí, es que Cuba resulta muy peligroso por enarbolar principios de equidad, libertad y solidaridad con países que, como Venezuela, también son objetivo de la política colonizadora de Estados Unidos para con quienes piensan y actúan de forma diferente a sus intereses.

A Donald Trump le importa poco lo que significan las palabras respeto y decencia. Con la activación del Título III de la Ley Helms-Burton lo demostró. Dicho documento les da derecho a ciudadanos o empresas norteamericanas para interponer demandas ante tribunales de Estados Unidos contra personas y entidades, incluso de terceras naciones, que inviertan en Cuba en propiedades nacionalizadas. Al final resulta el freno ideal para futuras inversiones extranjeras en nuestra Isla, vía factible para el desarrollo económico.

Y aunque el mismo mandatario norteamericano ha vociferado a voz en cuello que aún sus acciones no han encontrado su fin, en las últimas jornadas sí han dejado huellas profundas en la cotidianidad de los cubanos.

El intento de impedir que llegue combustible a nuestra nación ha obligado a la toma de medidas que han trastocado la vida diaria, pero que otra vez han sido recibidas con el apoyo popular.

Definitivamente Trump y su camarilla no acaban de aprender. Se reinventan una y otra vez para poner patas arriba a esta nación históricamente indomable; pero desde que la están pensando se caen de bruces frente a la resistencia de 11 millones de cubanos que no creen en hostigamientos y arbitrariedades.

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