Si sacáramos la cuenta de cuánto le cuesta al Estado económicamente suprimir ese embate de los vertederos ilícitos al entorno urbano y rural, seguro que la cifra puede dejar boquiabierto hasta al más pinto de la paloma. ¿Ejemplos? Los hay por rastras.
No sé ya cuántas veces han aplicado en Santa Clara el saneamiento en las márgenes de los ríos Bélico y Cubanicay y de sus cauces pero, en un abrir y cerrar de ojos, vuelven los desechos a campear por su respeto.
Lo lamentable radica en que tampoco posee sello de excepción, ojalá fuera así, es realidad multiplicada en nuestro paisaje geográfico nacional. Y este hecho, de paso, da una imagen que desdice de las buenas costumbres de la comunidad.
Las márgenes de los ríos son uno de los lugares preferidos, junto a otros espacios públicos, abandonados a su suerte por los responsables de resguardarlos, en las mismísimas ciudades o en zonas suburbanas para armar estos vertederos.
Luego de recordar esa circunstancia, bien conocida por todos, y cuestionada, una y otra vez, sin que ceda totalmente, enrumbo hacia ese ángulo económico menos tratado del desembolso extra que obliga a realizar a la caja estatal. Para colmo deviene un gasto reiterativo, porque al poco tiempo de la limpieza vuelve la montaña de basura.
Entre el desembolso directo para acopiar la basura cotidiana y la de los microvertederos, un eufemismo debido a que en realidad a veces sobrepasan esa dimensión, el gasto en que se incurre, sumado el monto para evitar la contaminación que ocasionan, debe rondar las nubes.
Porque más allá de la pestilencia, del foco de infección, el aguijonazo al paisaje y, peor todavía, el desafío a las normas de convivencia ciudadana, devienen refugio y multiplicación de vectores capaces se desatar la hecatombe.
Se ha llegado a un extremo que, prácticamente, hay que estar casi todo el año aplicando, más allá de la normal y clásica recogida diaria de desperdicios, una higienización y acciones de contención de posibles agentes transmisores de peligrosas enfermedades como el mosquito Aedes aegypti y roedores.
En ese reguero maligno, que se crea por la irresponsabilidad individual, colectiva y la falta, pienso, de un enfrentamiento ¡más drástico!, establecen los vectores su reino ideal.
Con el fin de enfrentarlo, la caja estatal asume, una y otra vez, gastos millonarios, incluidas divisas, para zanjar un problema artificial creado, en gran medida, por una práctica dañina contra la salud y la economía.
¿Cuántas obras se podrían hacer con el recurso financiero extra destinado a esos fines de higienización? Tenga la seguridad que muchísimas. Así de lógico, así de sencillo.