Suelen verse esos paradójicos detalles que reflejan un hecho tangible, sin necesidad de aplicar una lupa ni desandar el monte virgen para descubrirlos, pues señorean a pleno sol a pesar de su efecto desalentador.
¿Quién no se ha tropezado, aquí y allá, con esa circunstancia enunciada en el prólogo de estas líneas, causantes de una sorpresa a la que tampoco se le encuentra la respuesta, ni por delante, ni por detrás, para entender su porqué?
Les voy con un ejemplo, verdaderamente un clásico, de un desatino que obliga a exclamar a cualquiera: «Pero esto cómo resulta posible y más ahora».
Esa expresión se queda hasta corta ante un hecho que demerita las normas impuestas al sector estatal para disminuir el consumo eléctrico y que llega al sector residencial, convocado también a evitar el despilfarro, un mensaje desalentador.
La realidad del problema resulta añeja y tampoco es la primera vez que la expongo en este espacio. Viene de una costumbre mantenida en la época de verano, en que los días resultan más largos y, consecuentemente, hay más luz solar que aprovechar.
Debo confesar que poco efecto en la práctica tuvo aquel análisis y sus razonamientos irrebatibles, sobre qué hacían las luces interiores de las tiendas, en sus portales y lumínicos encendidos después de cerrados estos centros, pasadas las seis de la tarde, cuando en el verano, lo sabe hasta todo el mundo, oscurece pasadas las ocho de la noche.
Y, para remachar, la mayoría de esos establecimientos abren después de pasadas las ocho de la mañana. Entonces no hay que enredarse con las matemáticas, para saber que resultan cientos y cientos de bombillos alumbrando horas y horas, vaya paradoja, ¡al día!
Para más desventura hay parques que están iluminados, fachadas de edificios y portales de establecimientos aún con suficiente luz natural.
Si en las actuales circunstancias se le ha pedido hasta al sector residencial apagar aunque sea un bombillo de su casa, por el beneficio que puede aportar, ¿por qué ese derroche a destiempo en el sector del comercio, más visible en las tiendas recaudadores de divisa?
Tampoco estamos exhortando, siempre aparece algún mordaz, a dejar a oscuras las tiendas, las calles… Simplemente se trata de ajustar el encendido, porque, ¡ni ahora ni antes!, cuenta con la más mínima justificación tener a pleno sol las luces prendidas.
Para resolver ese problema solo hace falta que las administraciones de esos centros ordenen aplicar la iluminación antes de la llegada inminente del crepúsculo, y nada más. Y que no se les olvide apagarla al amanecer.
Ese esfuerzo tan serio y sostenido que realiza el sector estatal con directivas que norman el consumo eléctrico y los horarios de servicio, que se cumple mayoritariamente, jamás se puede dejar empañar por esa carrocería lumínica a destiempo, más allá de lo mucho o poco que gaste inútilmente. Así de lógico, así de sencillo.