Miércoles 3 de abril, un día triste para las letras cubanas. La Doctora en Ciencias Filológicas, la profesora titular y consultante de la Universidad de La Habana, la miembro de la Academia de Historia, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la sección cubana de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe, nos dice adiós. Ana Andrea Cairo Ballester, o más conocida por todos como la profe Ana Cairo, deja un legado importantísimo en la literatura cubana, pero sobre todo en quienes tuvimos el placer de ser sus alumnos.
Varias generaciones de intelectuales pasaron por sus aulas; la vieron desandar la facultad, la Biblioteca Nacional, con montones de manuscritos, libros y proyectos que hoy, probablemente, queden inconclusos. Marcó vidas, cambió otras y ayudó a crecer a cientos. Tenía una metodología docente, digamos, peculiar.
Lo confieso, fui su alumna, y me aterraba la idea de que me diera clases. Me impresionaba su andar pausado, su mirada fuerte y sus recios comentarios, pero me tocó recibir, bajo su tutela, dos semestres de Literatura Cubana y uno de Martí, como le llamábamos al monográfico martiano. El primer día de clases, mi primer pensamiento, luego de escucharla describir el programa, fue: «voy a suspender, seguro».
Cada estudiante tendría que preparar su propio resumen de los libros que leería en el semestre, los cuales, además, tenían que estar vinculados con su proyecto de tesis. Mis compañeros lo tenían más fácil, casi todo el mundo iba a trabajar obras literarias o grandes autores del siglo XX, pero yo no, yo trabajaría con un corpus de canciones de los Van Van de los años 80.
¿De qué forma podría yo vincular Las Impuras con Juan Formell? No creí tener la capacidad para emparentar esos temas y, al final del turno, me acerqué a ella y le dije: «Profe, yo creo que no podré hacer el ejercicio, mi tema de tesis es vinculado con la música de los Van Van», su respuesta fue rápida y dura, sin apenas detenerse por el pasillo, «si lo escogiste para tu tesis es porque lo puedes vincular, busca los nexos, siempre hay, la cultura es una sola».
Pasé muchas tardes escuchando a mis amigas decir cuán adelantada tenían la muestra de libros, yo no había puesto ni uno. Tenía en mente muchos, pero no sabía cómo relacionarlos con la tesis, y me sentía incapaz de volver a preguntarle a Ana Cairo.
Llegó el día de la primera exposición y me tocaba por la lista. Había decidido arriesgarme con lo que, a mi entender, era una conexión forzada. Comencé a relacionar Las Impuras con Los Van Van, desde la perspectiva de mosaico costumbrista, de cronistas sociales…, valientemente, y con toda la seguridad de quien quiere convencer. Ella esperó a que terminara, me miraba muy fijo —sinceramente, yo esperaba mi reprobado— y sonrió cuando me dijo: «viste que sí podías, incluso cuando no se pueda, si logras convencerme, aprobaste».
Luego de eso me utilizaba de referencia en clases y dejó de llamarme por mi nombre. Ya nunca más fui Yerelys, la profe Ana Cairo me rebautizó como «la vanvanera», y pronto toda la facultad se sumó al apodo. Ese día me dio la lección más importante que he recibido nunca: confiar en mí y sentirme capaz de hacer lo que sea. (Tomado de la Jiribilla)