Ya eran pasadas las ocho, y la noche estaba bien fría, cuando en el consejo popular Jaimanitas, en el municipio de Playa, un hombre pidió hacer uso de la palabra. Con voz gruesa, con ese arresto que los cubanos solemos tener cuando la emoción nos toma, dijo entre decenas de vecinos: «Aquí no hay mucho que hablar: el 24 de febrero el pueblo va a votar un Sí por la Revolución».
En ese punto, la multitud, como mar encrespado, apoyó el planteamiento con energía, como hacemos cuando hay comprensión de que tenemos algo cardinal entre manos y la situación no es de medias tintas, sino de definiciones históricas. Así culminó el jueves último otro barrio-debate Por el deber patrio y antimperialista, el cual forma parte de la tercera etapa de ese tipo de encuentros populares que los Comités de Defensa de la Revolución vienen realizando a lo largo del país.
Desde luego que hay mucho que decir —los cubanos, educados en la reflexión y en el afán de estudiar, lo sabemos—; por eso, antes de que se produjera la apasionada intervención, se escucharon diversos argumentos sobre la trascendencia de apoyar la nueva Constitución aprobada por el Parlamento, consultada antes con millones de ciudadanos, y que el próximo 24 de febrero irá a referendo.
Al barrio-debate asistieron cederistas de todas las edades y colores. Había muchos jóvenes, inquietos y risueños como son ellos, con sus teléfonos móviles y los atuendos a la usanza de ciertas tendencias actuales; y a pesar del frío, niños muy pequeños estaban allí.
A modo de pórtico el encuentro tuvo tres panelistas de lujo: José Luis Toledo Santander, licenciado en Derecho, Doctor en Ciencias Jurídicas y presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicas de la Asamblea Nacional del Poder Popular; Yusuam Palacio Ortega, licenciado en Derecho y presidente del Movimiento Juvenil Martiano; y Raúl Capote Fernández, profesor, escritor y exagente de la Seguridad del Estado.
¿Por qué el nuestro es un proceso de genuina democracia?, preguntó Toledo Santander para luego explicar las fortalezas de un proceder en el cual hemos diseñado entre todos una nueva Constitución. La Revolución pudo lograr algo como eso, dijo, porque cuenta con hijos preparados para ello, porque desde su nacimiento emprendió la alfabetización y Fidel no le dijo al pueblo que creyera sino que leyera.
En nuestro caso no se trata de una Asamblea Constituyente como tantas veces vista en la historia, resaltó Toledo Santander, de ese grupo de personas que se aíslan en un lugar para redactar y aprobar ellos una Constitución: el pueblo todo ha devenido Asamblea Constituyente, y cada ciudadano, incluso los que viven en otras latitudes e hicieron sugerencias a la Ley de leyes, se han convertido en constituyentistas.
Una intervención hermosísima y profundamente martiana compartió Palacio Ortega. A su entender, lo que ha vivido Cuba en estos tiempos de nueva Constitución es la prueba de que sigue en pie el desvelo del Apóstol, nada fácil por cierto, de ser una sociedad «con todos y para el bien de todos».
El ideario martiano, expresó Palacio Ortega, no está en contradicción con los desvelos socialistas de un pensador como Carlos Marx, quien al morir recibió del excepcional cubano el elogio de que, como supo ponerse del lado de los pobres, merece honor. Martí, reflexionó el joven, supo avizorar ante la amenaza expansionista que Estados Unidos representaba para Cuba y Nuestra América, lo que luego Lenin definió como la fase superior del capitalismo: la imperial.
La dignidad plena del ser humano, que está refrendada en la Constitución, no excluye a nadie; por eso es un deber cívico, dijo el estudioso martiano, ser consecuentes con la obra de la Revolución y apoyar con un Sí.
Por su parte Capote Fernández comentó que hacer el referendo es la oportunidad de ratificar la continuidad de la Revolución, demostrar lo que un pueblo unido es capaz de hacer aun inmerso en un mundo tan complejo. Tenemos el privilegio, recordó, de ser uno de los primeros países del mundo en cuya constitución libertaria se reivindicara la igualdad entre todos los hombres, donde se incluían todos los colores de la piel. «De ahí venimos nosotros: de gente atrevida, revolucionaria, innovadora», afirmó el profesor, quien añadió a sus compatriotas:
«Nos vemos el 24 de febrero; vamos a votar Sí, ratifiquemos que la Constitución es la obra de todo un pueblo».
Entonces emergieron expresiones de compromiso de la gente del barrio: una muchacha habló de votar Sí porque es hacerlo por nuestros patricios, por nuestros padres y por la Revolución; un joven expresó que el de estos días es el proceso más democrático que usted pueda ver; otro dijo que votar Sí garantiza el presente y el futuro. Todas eran palabras desde la razón y desde sentimientos como la gratitud y la confianza en la Revolución.
Mucho se expuso antes de la convocatoria intensa y breve del vecino que cerró el debate en un gesto que hacía pensar en el toque con el cual nuestros mambises sabían, listos en el campo de batalla, que había comenzado otra contienda, carrera por delante y machete en mano en pos de la independencia.