Aunque el vocablo más usado para expresar el significado de esta gira haya sido «continuidad» —y de hecho, así resulte— el periplo que ha llevado al Presidente cubano a Rusia, la República Popular Democrática de Corea (RPDC), China, Vietnam y Laos tiene también los matices del momento, coloreado por tintes de una confrontación este-oeste que Estados Unidos, siempre imperial, pinta, a pesar de no existir ahora una declarada «guerra fría».
La primera gira internacional de Miguel Díaz-Canel renueva la apuesta antimperialista y multipolar de Cuba, y exhibe una política exterior que no solo sigue «activa» para apoyar las causas justas del orbe, sino, además, para «hacer causa» con los justos.
Tal postura constituye otro mensaje importante cuando se sigue buscando equilibrios al mundo desequilibrado dejado por la caída del Muro de Berlín,y en el que urge romper las falsas mayorías impuestas por el hegemonismo y consolidar el contrapeso de la unipolaridad. Es tiempo de alianzas buenas.
Se han reforzado, como apuntara el presidente ruso, Vladimir Putin, luego de firmar la Declaración Conjunta que suscribió con Díaz-Canel, relaciones estratégicas, y van más lejos del entorno natural al que en lo geográfico y cultural pertenecemos: el Caribe y América Latina.
A favor del mundo multipolar donde cabemos todos como somos, navega ese conglomerado que se extiende por Europa y Asia. Un conjunto de naciones que no alcanza aún, frente a Occidente, el peso del que otrora llamaron socialismo real, y que ni siquiera está unido por tratados constitutivos de un inexistente bloque formal.
Pero es un arco visible hecho de la misma actitud ante la vida y el único freno al desatino imperial, que se refuerza ahora en muchos puntos por el auge de la ultraderecha.
Rusia, que desde hace unas dos décadas ha asumido con orgullo lo valioso del legado de la extinta URSS, encabeza este entorno antihegemónico acompañada por China, la nación milenaria donde, hasta la entrada de los años 2000, el arroz apenas alcanzaba para todos sus ciudadanos, y que solo unos años después despunta como potencia con enorme desarrollo industrial y tecnológico: un salto dado de a poco, con solidez para respaldar el crecimiento de las naciones emergentes, al tiempo que se expande ella misma geopolíticamente.
Con sus características propias, la RPDC, un país con mucho menos peso en la economía mundial, debe verse también como otra punta de los Estados «alternativos» que George W. Bush, con mucho de su miopía cultural y política, seguro volvería a tildar ahora de «rincones oscuros», en una confirmación de que esos Estados —Cuba incluida— ,van bien por donde caminan.
También fue parte de la gira Vietnam, país por el que los cubanos expresamos la disposición de dar nuestra sangre cuando los bombardeos de EE. UU., precisamente, lo desangraban, y portador hoy de un afecto singular por la Isla.
Con una cercanía en los sentimientos tal vez menos visible, la República Popular Democrática Lao, otra cuna de la cultura oriental y hermana de Cuba, abrió igualmente las puertas.
…No hay duda de que pertenecemos a este otro mundo, aun cuando cada quien materialice su sistema socio político y económico usando sus vías, derrumbada (o no demostrada aún) la teoría de que todos podíamos conquistar la justicia social y la prosperidad por los mismos caminos.
Pero, más allá de las declaraciones políticas no contenidas siempre en los textos, sino apenas en los gestos —y descontando los también convenientes intercambios en las escalas técnicas—, las visitas oficiales de Miguel Díaz-Canel por Europa y Asia dejan otros saldos: los más ostensibles a simple vista y no poco significativos para una nación como la nuestra, todavía con tantos retos por librar en el plano de la economía.
Van en tal sentido los sustanciosos acuerdos suscritos por la delegación cubana en Moscú, que tuvieron su centro en los planos energético, del turismo, el transporte y la agricultura, entre otras esferas donde es fundamental el aumento de los vínculos comerciales y de inversión, así como los convenios rubricados en Vietnam, otra nación de este «bando» que despega; en tanto en Laos se renuevan los vínculos de colaboración que han contado por casi 50 años con el espíritu solidario de Cuba.
Punto y aparte merece en este ámbito un paso verdaderamente trascendental. La que puede considerarse «entrada» de Cuba al proyecto chino de la Franja y la Ruta de la Seda, un programa que no solo hará más fuerte al sudeste de Asia, sino que contribuirá a incrementar la presencia china en áreas tan alejadas de ella como Latinoamérica y el Caribe, donde Beijing tiene ya marcada representación.
Concebida por el gigante asiático como propiciadora de lo que especialistas cubanos han calificado como «una comunidad de futuro compartido para toda la humanidad» y «con un funcionamiento armonioso», la iniciativa profundizará su presencia en nuestra región, de la que China es ya segundo socio comercial, y donde ha invertido 200 000 millones de dólares.
No creo que hubiese más apropiado estreno internacional para el nuevo Presidente cubano, luego de «sentar cátedra» en la apertura de debates de la Asamblea General de la ONU. Han sido diez días agitados con apretada agenda: eran necesarios y han valido la pena.