«Albañiles tengas en tu casa», reza una maldición gitana según bromea la genial escritora Mirta Yáñez. Y ciertamente la albañilería —que no sus artífices— puede tornarse una maldición por los costos de ciertos materiales, la poca durabilidad de algunos y los precios que ha tomado en consecuencia la mano de obra. Amén del reguero de cemento, arena y mezcla que inunda los hogares. En el gremio albañilero, como en el periodístico o en cualquier otro, hay de todo: informales y responsables; puntuales y morosos, «curdonautas» e hipersobrios. Hoy quiero contarles de un trío singular que ha ganado fama en mi pinareño reparto Montequín. Se trata de la pareja de Tony y Pepe, veteranos en estas lides, y de Pedrito, joven estilista del azulejo. El dúo en cuestión arranca sus faenas invariablemte a las 7:30 a.m. Las risas y dicharachos de Tony y el humeante tabaco de Pepe, más los ladridos de Regalito, la mascota del primero, anuncian el comienzo de labores. Aunque ya pasa de 75 marzos, Don Pepe está en envidiable forma: endereza cabillas a golpe de mandarria y —luego meditar trasladando el tabaco de una a otra esquina de su boca— propone soluciones para los líos que se van presentando. Tony, jaranero a más no poder, vive mortificando a su amigo; jamás dice que un material es malo, sino que puede emplearse en otra cosa y se conoce de memoria los nombres de todos los niños del barrio, con los que bromea cuando pasan por el camino. Canturrea mientras repella y acepta sugerencias hasta de los propietarios más impertinentes. Ambos levantan y tumban paredes con velocidad supersónica. Con bloques y mezcla son incontenibles.
Pedrito es de otra estirpe: callado, concentrado únicamente en sus diseños, puede pasarse un día entero encerrado en un baño o una cocina sin más sonidos que su máquina de cortar lozas. Amante del detalle y la pulcritud, en los locales que ha azulejeado en el municipio —bastantes ya para sus 33 años— se distingue un afán perfeccionista. Padre amoroso de tres hijos, a veces se los lleva con él y logra, increíblemente, que los muchachos se integren al silencio laborioso como si fuese una escuela. Tanto él como la dupla «tonypepeana» cobran a tono con los precios actuales, pero jamás se ensañan con sus clientes. Y uno, que ha visto tanto ya en la selva de las construcciones, se siente feliz de conocer gente así, que mide su oficio con la cinta del decoro.
Holguín y Las Tunas
A todo tren tuvieron sus peñas los tecleros de Holguín y Las Tunas; estos últimos en la sede de Acopio Provincial, unidos al proyecto AvivArte. Los abuelos centraron ambas tertulias.