Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El oro en la medalla

Autor:

Norland Rosendo

De niño, de joven, fue un equipo él solo. O muchos equipos. O muchos deportes. De béisbol, ajedrez, baloncesto, pesca, natación, atletismo. Fidel fue en sí mismo el experimento de lo que después su genio político le sirvió para masificar en Cuba. De una Isla que navegaba como una canoa rústica en el anchuroso océano del deporte mundial, hizo un buque que llegó a anclar, gallardo y guerrillero, en el quinto lugar por naciones en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

El muchacho que en el curso escolar de 1944-1945 había sido el mejor atleta del Colegio de Belén, Stars de la Federación Atlética Intercolegial de Cuba, no abandonó nunca el anhelado sueño de que muchos otros jóvenes fueran iguales que él. Que llegaran, incluso, más lejos: campeones centroamericanos, panamericanos, mundiales, olímpicos.

Deportistas puros, limpios. Honorables. Como dijera al recibir a la delegación que participó en los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe: «Nuestros atletas defienden algo más que el dinero, que es el honor, el prestigio, la moral».

Fue él, con ese campeón que no le cabía en su atlético cuerpo, quien promovió, apenas los Rebeldes le ganaron el «juego» a la dictadura, la creación de la Dirección General de Deportes, con el capitán Felipe Guerra Matos al mando, institución que sería después el Inder.

Fue timonel del Cerro Pelado en 1966. Inspirador diario cuando Cuba ascendió a la cúspide del medallero en los Juegos Panamericanos de La Habana 91. «Entrenador auxiliar» de los equipos de pelota que iban al extranjero. El hombre que saltó y remató con Mireya Luis. Bateó con Miguel Cuevas y lanzó con Aquino Abreu. Boxeó con Stevenson, con Savón…

Fue él quien «ponchó» con sus envíos transgresores, por revolucionarios, al deporte elitista. Lo masificó. Lo hizo alma de Cuba. Orgullo de todos.

Fue él, sabio siempre, quien hablaba de ciencia en los entrenamientos para superar infortunios; de unidad para lograr resultados; creador de nuestro propio laboratorio antidoping para evitar «engaños». Fue «médico» de Juan Padilla, de Ana Fidelia Quirot…

Fue un atleta integral. Fue un deporte en sí. Único. Genial.

Ahora, es horizonte y podio. Es músculo y cerebro. Fidel es la más sagrada medalla de oro del movimiento deportivo cubano.

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