RÍO DE JANEIRO.— La presente edición de los Juegos Olímpicos ya entró en tiempo de descuento, y los más de 25 000 periodistas acreditados y presentes en esta ciudad para cubrirla, también apuran el paso para capturar las historias que van quedando en el camino.
A diario, el Centro Principal de Prensa parece una gigantesca torre de Babel. En ella, cada rincón parece un país diferente, no solo por la diversidad de idiomas que suelen escucharse, sino también por el tipo de alimento que te encuentras alrededor de algunos grupos —el mate delata a los argentinos, por ejemplo—, o la forma de celebrar los buenos resultados de sus atletas, algo en lo que los cubanos somos inconfundibles.
El ejemplo más ilustrativo fue la final de la división de 59 kilogramos en la lucha grecorromana, en la que al cubano Ismael Borrero le tocó enfrentar al japonés Shinobu Ota. Muy mala suerte corrieron par de reporteros nipones, pues quiso el destino que les tocara compartir asientos con varios de sus pares cubanos. Con cada punto que marcaba nuestro campeón, la tranquilidad de su entorno desaparecía a golpe de decibeles, al tiempo que sus rostros se convertían en lo que en Cuba definimos como… un poema. Diferencias culturales, supongo.
Algunos periodistas han sido aquí también protagonistas de llamativas historias, algo que ya se está haciendo más habitual de lo recomendable.
Algo de escándalo levantó un reportaje del Daily Best estadounidense, cuando uno de sus reporteros utilizó una aplicación de móvil para concertar citas con deportistas gays que participan en la cita deportiva, y luego publicó un reportaje con referencias a quienes habían respondido a su llamado. Los cuestionamientos posteriores le costaron el puesto al director del medio y forzaron la retirada del texto, pero ya el revuelo era indetenible.
También por estos lares cobró relevancia, y mucho, el percance sufrido por uno de los autobuses que trasladan a los periodistas hacia las instalaciones, cuando fue alcanzado por lo que en un primer momento se creyó un fuego cruzado. Después fue comprobado que fueron piedras las que impactaron el vehículo, pero aun así el susto debe haber sido de proporciones «bíblicas» por los daños materiales y las lesiones que sufrieron algunos informadores.
Pero en sentido general, la convivencia por estos días entre los profesionales de la palabra ha transcurrido en plena armonía. A cada rato se escucha una polémica motivada por ciertas rivalidades —argentinos y locales como referencia entre los latinoamericanos—, pero en sentido general, la camaradería entre colegas es evidente.
Tan habitual es ya ver a un periodista nórdico entrevistando a uno caribeño, como a otros intercambiando información sobre atletas de sus respectivos países. Incluso, a algunos recibiendo explicaciones completas sobre algún deporte, porque aunque no lo crean, por aquí los hay no muy duchos en la materia.
En lo que sí todos son especialistas es en comunicarse. Algunos gracias a cierta destreza con los idiomas, otros acudiendo hasta a las señas. Pero todos con el lenguaje universal que siempre será la pasión por el deporte.