Se supone que, al menos para el público, no deberíamos escribir de nuestros maestros, pero en el mundo de la sensibilidad, al menos en ese, la poesía manda todavía, así que de vez en cuando podemos elogiar la virtud entrañable y, ante la probable suspicacia de algún detractor del modelo o del alumno, echar mano al argumento salvador de que aun el segundo no ha aprendido la cauta lección de la prudencia.
Tal impulso me rondó tras beberme las Historias de bolsillo de Luis Sexto Sánchez (Editorial Pablo de la Torriente Brau), título marcado por el dilema de los buenos libros: el disfrute apura su lectura, pero nos precipita a un punto final que deja el deseo de zarpar en pos de otras estampas.
Rara mezcla la suya: con apellido de dinástico conquistador de historias y personalidad de sencillo cubano de a fe, Sexto rastrea y teje hebras interesantes en «pieles» del cuerpo identitario donde (otros) ilustres cronistas cubanos, anteriores y actuales, parecían haber esquilmado la lana de la singularidad insular.
Animado por la misión del escritor citada al inicio del libro, en frase de Antonio Soto Paz («no dejar perder las cosas»), Sexto sabe, dice y escribe que el cómo se cuenta un texto decide el salvamento de las cosas, un pensamiento coherente con un hombre que ha hecho del estilo periodístico su carrera en la carrera.
Justo en la primera línea de un prólogo capsular —en la cuerda de las historias que introduce— el autor blasona de su condición de periodista y revela que el libro le «surgió así», tras más de 40 años de conversaciones y cuidadosas lecturas, zapateando la Cuba verdadera con atento oído del mundo, en una época de meticulosa sordera.
Para mostrar trozos del alma nacional desde disímiles pasajes, el Premio Nacional de Periodismo José Martí pidió silencio al hombre de criterio que es y dejó al lector a solas con la anécdota. Acostumbrado a sensibilizarnos con su capacidad de análisis y con la belleza de su repertorio lexical, el maestro indiscutido de la crónica y el comentario cubanos entrega por 176 páginas esas «armas» y presenta 73 historias desnudas, de dos o tres páginas, sin ornamentos, mas conserva en el lance la fuerza de su verbo.
Así, inicia su paseo por la Cuba precolombina, nos sumerge en viñetas coloniales de cuando La Habana «mataba» la insalubridad… a cañonazo limpio, nos cuenta singulares pasajes eclesiales, bromas de antología, razonamientos hilarantes (¿cómo puede ser sabio Alejandro de Humboldt si no hace más que anotar y escuchar?), progresos terroríficos como la «escandalosa» velocidad del primer ferrocarril cubano, pasajes de cuando el machete mambí fue, por Cuba, finísima arma de duelo… pasando por embriagantes aventuras del ron y sus parientes, avatares de piratas, detalles del ingenio criollo y los criollos ingeniosos.
Además, se incluyen en el texto la estampa en que un amante en Santiago confunde el temblor de la ciudad con un orgasmo de su compañera de lecho, controversias espléndidas, largos silencios de hombres del batey, encuentros entre los héroes y el pueblo de la Revolución, y las quejas de una señora porque casi no puede vivir… con solo 118 años. Claro que no adelanto nada: recuerden la alcurnia del cómo, y el de Luis Sexto es más alto que el mío.
Historias de bolsillo se levanta sobre retazos, oídas, oraciones reconstruidas con devoción arqueológica, murmullos medio rulfianos… El autor no tiene reparos en admitir que aquí o allá el dato está incompleto o que alguna fuente fue sepultada bajo el polvo de mil versiones. Porque de eso se trata la leyenda; el lector tendrá que poner su línea en cada historia.
Estas viñetas enseñan, más nítidamente que cualquier otro de sus textos, el hábil manejo de la suspensión y la gran capacidad de humor de un hombre muy serio —con esa seriedad que tanto ayuda a Cuba aunque no quepa en los estereotipos del «cubano cubano»— que, tras larga escritura en prensa impresa, asume a diario, en Radio Progreso, un espacio de opinión sobre los grandes asuntos de Cuba que se inscribe entre los más altos ejercicios periodísticos de la actualidad nacional.
Luis Sexto sabe que el dilema de los titulares de prensa de hoy y los sueños del niño de mañana están conectados con las anécdotas del ayer. Es lo que dice, junto con él, el diseño en la portada de Historias de bolsillo: un árbol vigoroso enraizado en libro amarillento. Envueltos entre las páginas y las raíces, estamos todos los cubanos.