De los muchos homenajes que el mármol y el lienzo le han hecho a nuestro Héroe Nacional por espacio de más de un siglo, el de la Plaza Martiana tunera clasifica quizá entre los más originales. No solamente se trata de una obra artística en el sentido exacto de la frase; es también una singular compilación de historia nacional escrita de puño y letra por el Astro Rey, a partir de la cronología del más universal de los cubanos.
Nadie duda de que el Apóstol y el Sol son los grandes animadores de esta interesante locación inaugurada el 25 de marzo de 1995, en ocasión del centenario de la firma del Manifiesto de Montecristi. Basta incursionar brevemente por la copiosa bibliografía martiana para confirmar la recurrencia de la luz en sus páginas. Eso inspiró al laureado arquitecto Domingo Alás a diseñar este sitio donde el itinerario solar va narrando con luces y sombras los hechos biográficos más significativos del hombre caído en Dos Ríos.
Uno de los elementos más importantes del conjunto es el reloj solar. Tiene un diámetro de 7,20 metros y ofrece claramente la hora cada cinco minutos. Su indicador horario —también llamado gnomon— posee un ángulo de 20 grados y 57 minutos, que corresponde a la latitud de la Plaza. Está orientado en la dirección norte-sur geográfica, por lo cual su canto superior queda paralelo al imaginario eje de rotación de la Tierra.
La lectura de la hora solar se realiza a partir de la ubicación de la sombra de su borde superior en las escalas del instrumento. También tienen visibilidad en su pulida superficie las coordenadas del oriente cubano, junto con el código de rectificación para ajustarlo eventualmente a la hora oficial.
Sobre el pavimento aparece tatuado el calendario solar. Funciona en correspondencia con los vaivenes de la sombra del extremo del reloj. Dicha sombra describe una trayectoria curva que se corresponde con efemérides martianas y astronómicas, como el natalicio y la muerte del Apóstol, y los solsticios y equinoccios de diferentes estaciones del año. Los visitantes suelen quedar admirados.
El reflector es otro elemento digno de verse. Se trata de un espejo plano situado en la cabeza de un pedestal, con una precisa ubicación astronómica. Cada 19 de mayo, a las 2:30 p.m. —hora aproximada en que murió en combate José martí—, la incidencia de la luz solar sobre su superficie ilumina el semblante de bronce del Apóstol, obra de la desaparecida escultora Rita Longa, como si con ello se cumpliera su lírico deseo de morir de cara al Sol.
En la institución tunera figuran en un mural otros símbolos concebidos en códigos arquitectónicos. En uno de sus ángulos, una tarja marca el lugar exacto donde murió en combate durante la toma de la ciudad, el 30 de agosto de 1897, el coronel Ángel de la Guardia, el único testigo de la caída de Martí en Dos Ríos.
La Plaza Martiana es el fruto de un riguroso estudio histórico, astronómico y arquitectónico. De su resultado se infiere que la vocación solar del Apóstol tiene mucho que ver con lo que hay de patriotismo en el término claridad. Tal vez por eso sus frases alusivas no ofrezcan dificultades de interpretación, como la que engalana una de las paredes de esta plaza, que reza: «Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz».